Una pelea narco estaría detrás del secuestro y la muerte de una adolescente
La Justicia investiga un supuesto ajuste de cuentas narco como móvil del secuestro seguido de muerte de una adolescente de 15 años que fue tomada cautiva cuando salía del colegio, en Flores. En la primera llamada extorsiva, el secuestrador exigió $30.000 y treinta kilos de cocaína para liberar a la joven. De fondo, Jessica Patricia, madre de la víctima, escuchaba los gritos de su hija implorando que no le hicieran daño. De nada sirvieron los ruegos. La estudiante fue asesinada.
El cuerpo de la víctima, identificada como Xiomara Naomi Méndez Morales, fue hallado en el piso de la parte trasera de un Fiat Duna en el que dos delincuentes la tuvieron cautiva desde anteayer, cuando la secuestraron a la salida del colegio, en la esquina de Carabobo y José Bonifacio, en Flores, hasta la madrugada de ayer, cuando ese vehículo fue interceptado por policías en Ituzaingó.
Al lado del cadáver, los agentes encontraron precintos, una pistola 9 mm y un bidón con nafta. Los investigadores sospechan que la adolescente estaba muerta cuando los secuestradores cobraron el rescate y que se dirigían hacia Ituzaingó para prender fuego el automóvil y descartar el cuerpo.
Por el secuestro seguido de homicidio fueron apresados dos sospechosos que habrían sido identificados por fuentes policiales como Luis Alberto Fernández, alias Loco o Pelopincho, y Martín Bruno Cortez. Ambos con antecedentes por tráfico de drogas, robo y tenencia de armas de guerra.
Al fundar la sospecha de un posible ajuste de cuentas narco como móvil del secuestro, los investigadores policiales y judiciales tuvieron en cuenta el pedido de rescate: $30.000 y treinta kilos de cocaína; además, los antecedentes de Fernández y su trabajo en una remisería del Bajo Flores que tuvo como choferes a varios peruanos que hacían delivery de droga para Marco Antonio Estrada González, uno de los dos jefes narcos que dominaron el tráfico de cocaína en la villa 1-11-14.
Otro de los elementos que abonaron la sospecha sobre la presunta venganza narco radicó en los antecedentes de la madre de la víctima, ya que cumplió una condena por tenencia de drogas. Una vecina del Bajo Flores recordó que hace un mes la madre de Xiomara Naomi se salvó de un secuestro. Un mes después, fue atrapada su hija.
Ayer por la tarde, mientras la familia de la adolescente esperaba que los forenses terminaran la autopsia, efectivos de la policía bonaerense allanaron la casa donde la menor vivía con su madre y cuatro hermanos. El operativo fue ordenado por el juez federal de Morón, Jorge Rodríguez, quien investiga a una banda narco que abastece de cocaína a un grupo de distribuidores en la zona oeste del conurbano.
También es vidrioso el pasado del padre de la víctima, quien habría sido identificado como Luis Gerardo Méndez Portillo. Según fuentes policiales, estuvo imputado en una causa por drogas, aunque fue sobreseído. Hace diez años, fue condenado por un caso de piratería del asfalto. "Sospechamos que los secuestradores tenían el dato de que algún integrante de la familia de la víctima planeaba mover esa cantidad de droga y por eso secuestraron a la adolescente", expresó uno de los investigadores.
La droga o la vida
En la historia criminal argentina existen antecedentes de narcosecuestros en los que los delincuentes exigieron cocaína como rescate. Fue el caso de Miguel Ángel Villalba, alias Mameluco, que fue liberado luego de que su familia pagó un rescate con dinero y droga.
En 2004, Claudio Andrada, alias Piturro, tuvo que pagar US$100.000 y una cantidad no determinada de cocaína para que una banda de secuestradores liberara a su padre, que pasó 66 días cautivo.
La sombra del narcotráfico como presunto móvil de un secuestro también apareció en el caso de Candela Sol Rodríguez, quien fue tomada cautiva en agosto de 2011. Uno de los imputados por el secuestro y homicidio de la niña fue el mencionado Mameluco Villalba.
Con respecto al secuestro y homicidio de Xiomara Naomi, fuentes de la investigación indicaron que la adolescente subió al Duna rojo de Fernández porque lo conocía, debido a que trabajaba en la remisería utilizada por ella y su familia.
Luego de la primera llamada extorsiva, la madre hizo la denuncia e intervino personal de la División Antisecuestros de la Policía Federal. Los detectives supervisaron las negociaciones y acompañaron, encubiertos, a un familiar a llevar el dinero en una estación de servicio situada en Chiclana y Boedo. Los $30.000 fueron colocados debajo de un auto. El dinero fue retirado por uno de los secuestradores -en el Fiat Duna-, que, junto con un cómplice, se dirigió hacia la avenida 27 Febrero, y luego tomaron la avenida General Paz hasta Liniers.
Allí cambiaron de rumbo y subieron al Acceso Oeste. Siempre seguidos, a una distancia prudencial, por efectivos de la Policía Federal, que, por metodología operativa, no interrumpen el pago del rescate para preservar la vida de la víctima del secuestro.
Inesperado control de tránsito
Al llegar a la altura de Ituzaingó, el Fiat Duna de los sospechosos fue interceptado por un grupo de efectivos de la policía local que realizaban un control de vehicular y que no estaban enterados de la situación de secuestro. Aparentemente, los policías le pidieron la documentación y el conductor entregó la cédula verde, pero al verlos muy nerviosos los efectivos les pidieron a ambos ocupantes que descendieran del auto.
Ante la posibilidad de ser descubiertos, los sospechosos huyeron. Entonces comenzó una persecución que terminó cuando los delincuentes perdieron el control del rodado y chocaron contra un vehículo estacionado en la puerta de la remisería situada en la calle De la Guitarra y la colectora del Acceso Oeste.
Allí, los policías detuvieron a Fernández y Cortez y hallaron el cuerpo de la adolescente en el piso del Fiat Duna. Estaba atado con precintos. Los delincuentes le colocaron un trapo y un cinturón en la boca para ahogar su gritos. La asfixiaron hasta matarla mientras la tenían cautiva.
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