Una ley que se aplica con cuentagotas
El domingo celebramos el día de eliminación de la violencia contra las mujeres y se movilizó mucha gente que adhiere a ese reclamo. El lunes, como si hubiera estado siniestramente planeado, surgieron nuevos casos de mujeres y niñas muertas o gravemente heridas en distintos lugares del país. El caso de la niña de 14 años agredida en Saladillo, sumado al cadáver que apareció en Vicente López, la muerta en Cañuelas, la asesinada en Santa Fe y siguen los casos en la crónica policial. No se termina de asimilar uno que ya surge otro.
Todos los casos tienen similitudes: las mujeres y niñas son maltratadas hasta morir a veces, porque no "obedecen" o se las hace responsables de algo que afectó a un varón. Es evidente que la desigualdad entre mujeres y hombres y su desvalorización continúa siendo lo que alimenta la violencia. Muy poco se hizo para desnaturalizar esta violencia, que sigue considerándose normal por las pautas culturales. No sólo las campañas no existen, y en el Fútbol para Todos apenas apareció la tarjeta roja a la violencia; es poco dada la gravedad de la situación y su evolución.
Desde mediados de año, algunas organizaciones, diputadas y académicas pedimos que se decrete la emergencia en violencia. Lo hicimos y reiteramos porque es necesario que se le dé a esta lucha la máxima atención política y se le asignen los recursos necesarios. Tenemos desde marzo de 2009 la ley, pero se implementa con cuentagotas. No es una prioridad política ni de los gobiernos en todos sus niveles. Se asigna poco presupuesto y el que se asigna no se ejecuta totalmente, como ocurre este año con el del Consejo de la Mujer.
Nuestro problema no es la falta de ley, es la falta de decisión política para atenderlo. Y no alcanza con tener una mujer presidenta de la Nación. Se necesita un gobierno que interprete la necesidad de la gente, y especialmente de las mujeres. Porque todavía la mayoría de ellas no tienen la fuerza y el poder social y cultural para ser escuchadas. El llanto y dolor de madres, padres, hermanas y familiares es reiterado, pero parece que nos habituamos a verlo. Llegó el momento de gritar. Que no mueran más mujeres y niñas por violencia. La sociedad se debe poner de pie y reclamarlo. Esto no da votos ni éxitos fáciles. Hay que enfrentar el problema y reclamar una solución, que además debe empezar en cada casa y en cada uno de nosotros.
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