Una .22 en la mochila. Un chico de seis años llevó una pistola cargada al colegio y un compañero la sacó dentro del aula
Ocurrió en un curso de segundo grado de una escuela de gestión pública de Flores; el maestro lo advirtió y resolvió la riesgosa situación con celeridad; intervinieron la Policía de la Ciudad, el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y funcionarios de la Justicia porteña
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Con la ingenuidad propia de un chico de segundo grado, mostró el arma y le dijo a su maestro que la había sacado de la mochila de M., un compañerito. El docente, rápido de reflejos, tomó la pistola y fue directo a la Dirección. En el pasillo notó que pesaba demasiado como para ser un simple juguete. Se lo comentó a la directora de la Escuela Primaria Común N°10 Ingeniero Octavio S. Pico, de Flores. Aun sin estar preparado, hizo lo que debía y evitó una tragedia en un aula repleta de niños. Es que su intuición no había fallado. El arma era de verdad, y estaba cargada: era una pistola calibre .22 con siete balas en el cargador.
La dramática situación se produjo el lunes pasado en el establecimiento educativo situado en Lafuente al 500. La directora, Marisa Díaz, llamó al 911 y rápidamente llegaron tres patrulleros de la Policía de la Ciudad. A media mañana, tras la conmoción desatada por los sucesos del aula de 2° B, se activaron todos los protocolos.
“El arma se hallaba sin cartucho en recámara y con las siete municiones en el cargador, que se encontraba colocado en la pistola calibre 22. En ningún momento el niño que la llevó manipuló el arma” contra sus compañeros, afirmó a LA NACION una calificada fuente policial.
En el caso tomó intervención la Unidad Fiscal de Flagrancia Oeste porteña, que dispuso medidas de rigor para preservar al menor involucrado –tiene 6 años– y solicitó, además, la presencia de personal del Ministerio Público Tutelar.
“Se dejó constancia de que los padres del alumno que llevó el arma a la escuela no pertenecen a ninguna fuerza de seguridad”, explicaron a LA NACION fuentes judiciales consultadas.
Desde el Ministerio de Educación porteño dijeron: “El equipo directivo puso en marcha inmediatamente los protocolos correspondientes, llamando a los supervisores, a la policía, a la guardia de abogados, y también se puso en contacto con el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes para que intervenga en el caso. Personal del Consejo se hizo presente en la escuela y llevó al menor a la sede de Martín García 464; el chico fue acompañado por la directora de la escuela. El caso ya se encuentra judicializado”.
El expediente quedó a cargo de la jueza en lo Penal Juvenil, Contravencional y de Faltas Laura De Marinis.
“El Ministerio de Educación porteño envió personal de los Equipos de Orientación Escolar para brindar contención a la comunidad educativa. Durante la semana, directivos de la escuela mantuvieron reuniones con las familias, y se pusieron a disposición para responder las consultas y atender las dudas que tuvieran”, dijeron desde el gobierno porteño.
Por último, desde el Ministerio de Educación porteño explicaron: “Si bien la situación no se presentó de manera violenta, es un tema que reviste gravedad, por lo que es necesario que intervengan otros organismos como la policía y el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Frente a este tipo de situaciones, los docentes deben mantener la calma e informar rápidamente a los equipos directivos que son quienes activan los protocolos correspondientes”.
No obstante, según pudo saber LA NACION, si bien los protocolos establecen cuál es la cadena de comunicaciones y las escalas de intervención de los distintos equipos, el personal docente no cuenta con preparación específica para actuar ante casos de este tipo, por ejemplo, saber cómo desarmar a un alumno, cómo asir el arma y desactivarla (quitando, eventualmente, la bala de la recámara y colocándole el seguro para que no quede en condición de disparo inmediato y accidental) y cómo poner a resguardo a los alumnos dentro del aula mientras dure la contingencia.
Aún no se determinó si el menor llevó el arma conscientemente, como una “travesura” o para compartir su curiosidad con sus compañeros de clase, o si algún adulto colocó la pistola en su mochila para usar al menor como una “mula” a quien nadie controlaría para que, posteriormente, el arma llegue a manos de otra persona sin generar sospechas.
El expediente quedó en manos de la jueza en lo Penal Juvenil, Contravencional y de Faltas Laura De Marinis, que intentará develar por qué el alumno tenía la pistola en su mochila y, también, evaluará el contexto familiar para resolver medidas de atención del chico enfocadas en su protección.
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