Un SMS, clave del crimen de La Plata
El único acusado, Osvaldo Martínez, le envió una advertencia a su novia cuando ya había sido asesinada
Un mensaje de texto y restos de ADN se convirtieron en las pistas clave para esclarecer los asesinatos de cuatro mujeres ocurridos en noviembre pasado en un departamento de La Plata. "Otro sábado que me dejaste solo, me voy a acostar, ya no me vas a mandar mensaje." Este fue el último mensaje de texto que Osvaldo Martínez le envió a Bárbara Santos, su novia y una de las víctimas de la masacre.
El texto en el que se afirmaba que Bárbara nunca lo respondería fue enviado en la madrugada del 28 de noviembre, cuando las cuatro mujeres ya habían sido asesinadas. Se trató de un detalle que, según los investigadores judiciales y policiales complicó aún más la situación de Martínez.
A pesar de que la Cámara de Apelaciones de La Plata resolvió excarcelar al novio de Bárbara y expresó que no había pruebas en su contra, los investigadores buscan más elementos contra Martínez y contra el hombre que, según esta hipótesis, lo habría ayudado a concretar la masacre.
Además de esta pista, los investigadores comandados por el fiscal de La Plata, Alvaro Garganta, revisaron la vida de Susana De Bártole, la mayor de las víctimas, madre de Bárbara y abuela de Micaela, de 11 años. Para los investigadores, la cuarta víctima, Marisol Pereyra fue asesinada porque llegó al lugar equivocado en el momento equivocado, cuando el asesino había terminado de matar a las otras tres mujeres.
Pero, según informó una fuente de la investigación, todas las pistas vinculadas con Susana llegaron a una vía muerta.
"Cada vez que aparecía un sospechoso relacionado con Susana, nos comentaba lo mismo: que no tenía problemas en que le sacaran sangre y lo compararan con el ADN que se encontró en el departamento en donde vivían Susana, Bárbara y Micaela", explicó uno de los investigadores.
En ese departamento de la calle 28, los peritos encontraron restos de ADN correspondientes a un único patrón genético en seis lugares distintos: en un palo de amasar, en dos cuchillos, en una canilla del baño, debajo de una uña de Susana y en el teléfono del portero eléctrico.
Los distintos análisis determinaron que ese ADN no corresponde con el del acusado Martínez ni con el de ninguno de los otros hombres que declararon como testigos en la causa judicial por distintos grados de vinculación con cada una de las víctimas.
ADN sin nombre
A casi tres meses de la masacre ese ADN todavía no tiene nombre. Tampoco tienen nombre la huella digital hallada en el teléfono del portero eléctrico ni la del guardabarros trasero del automóvil de remisero Marcelo Tagliaferro.
Para los investigadores quedó comprobado que el blanco del ataque era Bárbara. Esta presunción se fundó en el informe de la autopsia que determinó que Bárbara recibió la mayor cantidad de puñaladas.
Según consta en el expediente, a Bárbara la mataron de 30 puñaladas. Susana, su madre, recibió 12, y a su hija, Micaela, de 11 años, la mataron de 23 puñaladas, en tanto que los forenses contaron ocho heridas en el cuerpo de Marisol.
Todos los hombres que aparecían en la vida de Susana fueron investigados. Los policías localizaron a los que aparecían en las fotos halladas en el lugar de la masacre, a los que trabajaron con ella y a los usureros a los que les pidió dinero para poder seguir apostando.
En esa necesidad de encontrar al asesino los investigadores descubrieron una doble vida de Susana. De día trabajaba en los Tribunales de La Plata y por las noches se la veía en diversos locales nocturnos de la capital provincial y en salas de juego. Su adicción al juego la llevó a endeudarse, a tener juicios ejecutivos por más de 140.000 pesos por pagarés que nunca canceló y a deber dinero a varios prestamistas.
También quedó en la nada la hipótesis que apuntaba a los sobrinos de Susana con los que se disputaba la herencia de 200 propiedades.
La hipótesis más firme
En la actualidad, la hipótesis más firme que siguen los investigadores del caso tiene a Martínez, el novio de Bárbara, como el principal sospechoso.
Entre los elementos que apuntalan esta pista figuran el testimonio del remisero Tagliaferro, quien identificó a Martínez como el hombre que recibió a Marisol en la puerta del pasillo que conducía al PH donde vivían las víctimas y que luego le dijo que se marchara porque la amiga de Susana se tomaría otro vehículo.
Cuando el fiscal Garganta pidió la prisión preventiva de Martínez, indicó que el acusado no había actuado solo y que la supuesta celopatía provocada porque Bárbara había decidido terminar con la relación que mantenían habría sido el móvil de la masacre.
La marca del celular
Otra de las pruebas que avalarían las sospechas sobre Martínez y que ponen a Bárbara como el foco del ataque fue el hecho de que el autor del homicidio buscaba el celular de esa víctima. A un costado del cuerpo de Micaela, entre ella y su madre, los peritos hallaron una silueta sin sangre. Allí estaba el celular de la niña y esa marca quedó porque el asesino se llevó el teléfono.
"Lo que el asesino ignoraba era que se llevó el celular equivocado. El teléfono de Bárbara y el de Micaela eran iguales. Quería llevarse el celular de Bárbara, pero entonces se equivocó. En ese teléfono encontramos los mensajes de texto que abonaron las sospechas contra el único acusado", dijo uno de los investigadores.
Uno de los argumentos utilizados por la jueza María Elia Riusech para conceder la excarcelación de Martínez fue el hecho de que si una persona tiene un ataque de celos contra otra no tenía la necesidad de convocar a un tercero. Este argumento se fundó en que el ADN hallado en la escena de la masacre no correspondía con el perfil genético de Martínez.
Hasta que los investigadores no puedan ponerle nombre al dueño del ADN y de las dos huellas digitales encontradas, el cuádruple homicidio será un caso con final abierto.
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