Un llamado de atención que obligó a cambiar
Viernes 26 de abril. Dos y cuarto de la tarde. Un alto funcionario del gobierno de Mauricio Macri aduce "la urgencia de una reunión" para finalizar un diálogo, tenso si se quiere, con el cronista que preguntaba sobre el accionar de la Policía Metropolitana en el Borda. "La policía fue agredida. La policía soportó durante una hora y media que le llovieran piedras y actuó para restablecer el orden. Sabemos que caminamos por la cornisa desde el mismo momento en que decidimos mantener el orden y la ley", se escucha desde el otro lado del teléfono.
Viernes 26 de abril. Tres de la tarde. Otra conversación se corta abruptamente -es cierto que andan mal los celulares- con otro funcionario de trato diario con el jefe de gobierno. El cronista insiste en saber si la dureza de la Policía Metropolitana al actuar ante las protestas sociales forma parte de la línea política que le bajan. "Lo del Borda no fue una protesta social", es lo último que se alcanza a escuchar.
Más tarde, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal ofrecían una conferencia de prensa en la que intentaron dejar claro que la policía había sido la víctima. Tres horas después, y tal vez presionado por los acontecimientos, Mauricio Macri se vio obligado a dar explicaciones.
Algo cambió, sin embargo, con el correr de los días. Ahora, el ministro de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro, reconoce que lo del Borda no les puede volver a pasar. El mismo camino había recorrido días antes la vicejefa de gobierno, Vidal, cuando habló de realizar una autocrítica.
El Pro, hasta el incidente del Borda, se movía con cierta comodidad en la certeza de que los porteños, en general, aprobaban toda aquella acción que asegurara el orden público. Los desalojos de Parque Centenario y la sala Alberdi del Centro Cultural San Martín así parecían demostrarlo, al menos, en las encuestas.
Pero el Borda estalló en el momento menos pensado. Hoy, en los despachos cercanos a los del jefe de gobierno, se habla de falta de oportunismo y hasta de un infantilismo político. La semana, aquella semana, venía claramente cargada en contra del gobierno nacional. Las protestas por el avance sobre la Justicia, la indignación por el caso Lázaro Báez y hasta el asombro por la famosa frase del ministro Lorenzino (24 horas antes), quedaron relegadas detrás de la represión. Un pésimo paso.
Ahora, en el gobierno de la ciudad se habla de autocrítica. Se dice que el error no puede repetirse. El llamado de atención -casi unánime- en contra de la violencia del Estado parece haber llegado a puerto. Falta determinar si la nueva concepción en materia de seguridad responde a un convencimiento ideológico o sólo a la necesidad de estar a tono con las encuestas.
lanacionar