Los nexos entre el narcotráfico y el misterioso caso del exsoldado ucraniano oculto en un baúl
Un exsoldado ucraniano detenido dentro del baúl de un auto, que entró de forma ilegal a la Argentina desde Paraguay. El mercenario, integrante del grupo paramilitar Reales Tercios, viajaba escondido para -según declaró- ver a su pareja y a su pequeña hija en Rosario. Al auto, un Chevrolet Corsa, lo conducía el dueño de una armería de Santa Fe. Pero no era suyo, sino del propietario de un complejo de cabañas en Itá Ibaté, Corrientes, un militante ambientalista que fue detenido el martes, junto a otras cuatro personas, con 900 kilos de marihuana y armas sofisticadas.
Si se relacionan todas las partes de la historia las sospechas vuelven a activar el interrogante: qué hacía escondido en el baúl de un auto un exsoldado ucraniano.
Ayer efectivos del escuadrón 47 de Gendarmería, por orden del juzgado federal Nº2 de San Martín, provincia de Buenos Aires, incautaron más de 900 kilos de marihuana y varias armas, entre ellas un subfusil calibre .22 réplica de un AK-74, en la cabaña Don Quico. En el operativo fueron detenidas cinco personas, entre ellas, Raúl Enrique Soperez, quien sería el titular del Chevrolet Corsa donde, a principios de septiembre, el exsoldado ucraniano Victor Melnik intentó cruzar un retén en el límite entre Corrientes y Entre Ríos, un gigante de casi dos metros hecho un ovillo en el baúl del auto.
La investigación de la Justicia federal de Buenos Aires, según fuentes judiciales, lleva más de dos años. La sospecha es que en ese complejo turístico operaba una organización narcocriminal que vendía armas a Paraguay y recibía estupefacientes -cocaína y marihuana- en parte de pago.
Más allá de todos los condimentos de esta historia, hay otro. El 20 de enero pasado, cuando la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, hizo su primera visita Corrientes, en Itá Ibaté se acercó un supuesto activista ambiental que le exigió a la funcionaria nacional que instrumente políticas contra el narcotráfico, según publicó el diario santafesino El Litoral. "La frontera sigue siendo un colador", decía un cartel que portaba Soperez. Nueve meses después, la Gendarmería lo detuvo y en su complejo de cabañas aparecieron unos 400 kilos de cannabis.
El supuesto dueño de Don Quico fue arrestado junto a otras cuatro personas. El operativo que hizo Gendarmería comenzó con el seguimiento a una camioneta Ford F-100 que llevaba una carga de bolsas de carbón.
La camioneta fue interceptada en la ruta 118, a la altura de la localidad de Loreto. Un VW Gol iba delante de la camioneta, como "puntero". También fue detenido el conductor del auto. Se secuestraron 553 kilos de marihuana disimulados en las bolsas de carbón.
En la cabaña Don Quico se incautaron luego otros 400 kilos de marihuana y se secuestraron siete lanchas, cinco vehículos y armas, entre ellas, un subfusil calibre .22, réplica de un AK-74, una versión más moderna del clásico AK-47.
La conexión de la historia del secuestro de la droga con la del exsoldado ucraniano escondido en el baúl es a través de otro protagonista: el armero Juan Manuel Clucellas, que conducía el Chevrolet Corsa el 3 de setiembre pasado, cuando la policía detuvo al vehículo en Paso Telégrafo, el límite entre Corrientes y Entre Ríos.
En su declaración ante el juzgado federal de Paraná, a cargo de Leandro Ríos, Clucellas dijo que había viajado a Corrientes y se había alojado en la cabaña Don Quico. Dijo que el dueño era "pariente" y "amigo". Y que le había pedido el auto a Raúl Soperez para regresar a Santa Fe el 3 de setiembre, algo que no tenía mucho sentido en la historia porque él había viajado en su propia camioneta, que dejó en Corrientes.
Soperez también es oriundo de la ciudad Santa Fe, y desde hace tiempo montó en Itá Ibaté, en un terreno familiar, un complejo turístico al que concurren turistas extranjeros. En abril pasado, frente a su porción de costa, la bajante del río Paraná dejó al descubierto un hallazgo histórico: los restos de un barco de vapor a ruedas que naufragó a comienzos del siglo XX. "Es algo que consideramos que pertenece a toda la comunidad; nosotros solo somos como los guardianes de esa embarcación histórica. Por eso, estamos dialogando con autoridades para que se pueda gestionar la declaración de patrimonio cultural y turístico".
Clucellas, dueño de la armería La Escondida, declaró que había ido a pescar a Corrientes. Pero que no había podido lanzar la línea con su caña en las cabañas Don Quico porque su amigo (Soperez) le había dicho que podía comprometerlo: la actividad de pesca estaba vedada por la cuarentena.
"El lunes fui a Itá Ibaté, a las cabañas Don Quico, que son de un amigo y pariente. Mi amigo me dijo que lo iba a comprometer porque estaban cruzando un montón de paraguayos a cobrar el IFE. Así que me quedé esperando y el martes me vine [para Santa Fe]", contó a los investigadores, según pudo averiguar Aire de Santa Fe.
El empresario, de 46 años, aseguró que cuando regresaba a Santa Fe, luego de haber recorrido unos 25 kilómetros, vio a un hombre haciendo dedo en la ruta. "Para no venir solo, yo venía en el Corsita, le dije que suba", relató. En ese momento Clucellas dijo que le sintió "una tonada extraña".
El exsoldado ucraniano se sentó en el asiento del acompañante. Y le contó al dueño de La Escondida, según su relato, que "la mujer tenía un gran problema, que estaba por tener familia en Rosario". "Le pedí si tenía papeles y me mostró que tenía placa oficial, que podía circular", explicó el armero. Clucellas describió que fueron pasando todos los controles policiales sin mayores problemas.
Melnyk no tenía ninguna placa oficial. Solo llevaba un permiso de residencia otorgado en Málaga, España, que había vencido el 31 de julio pasado. Un carnet de conducir de España que vence el 17 de enero de 2022 y una extraña identificación como "teniente" de los "Reales Tercios de España, fechada el 15 de marzo de 2019.
Los Reales Tercios de España son –según publicó el diario El País- "una organización paramilitar a cuyo frente se encuentran personas que tratan de constituirse en salvaguarda de la monarquía". Es como una especie de logia, integrada mayormente por militares.
"Íbamos llegando a Entre Ríos. Llamé al puesto, porque conozco a gente de allá. Llamé a un amigo policía y le dije que avisara que iba a pasar con un auto del que no tengo permiso y le di los datos de la chapa patente. Así que cuando íbamos llegando le dije a mi acompañante la situación, le dije que nos iban a parar, y me insistía con que quería llegar, me mostraba que la mujer había roto bolsa, y yo le decía que no nos iba a pasar nada porque yo ando cazando siempre por la zona", declaró Clucellas de manera bastante contradictoria.
Aún más extraño es lo que ocurrió después. "Entonces él me dijo que se metía en el baúl. Me decía que estaba dispuesto a hacer 1700 kilómetros en el baúl con tal de llegar a ver a la hija. Le dije que se metiera, total no iba a pasar nada", aclaró el empresario. Cuando llegaron en el Corsa gris al retén de Paso Telégrafo, cerca de La Paz, los paró el control caminero. "Les dije que llevaba un ciervo, pero se ve que se notó que el baúl estaba cargado". Es que dentro del baúl había un ucraniano de unos 150 kilos y más de un metro noventa de altura.
Otro capítulo raro de esta historia es que el ucraniano admitió haber entrado a la Argentina de manera ilegal desde Paraguay. Y probablemente a ese país también ingresó de forma clandestina proveniente de Brasil. Pero Melnyk aseguró, a su vez, que tiene domicilio en la avenida Francia, en Rosario, donde está su pareja. El argumento que dio a la Justicia es que había cruzado de manera ilegal para poder estar presente en el nacimiento de su hija, en Rosario.
Declaró que "actualmente es empresario y tiene apoyo porque trabaja para el Reino de España. Es funcionario de seguridad y representante en Latinoamérica. Empresario y accionista en la empresa, con intenciones de presentarla ante el Ministerio de Economía de la Argentina, ya que va por todo el continente; su fábrica produce maquinarias para destilar el agua de mar".
En la historia ocurrió otro hecho misterioso. Dos semanas después de su detención, el exsoldado ucraniano recordó que había guardado su pasaporte en la guantera. En una requisa pedida por su abogado encontraron finalmente esa documentación en el auto, que estaba retenido en Paso Telégrafo. Melnik fue liberado y regresó a Rosario, con su pareja y su bebé. Contó a los medios de Rosario que todo lo "había hecho por amor".
LA NACION se comunicó con Romina G., la pareja de Melnik, quien se encuentra actualmente en recuperación de una intervención quirúrgica, y señaló que el exsoldado ucraniano no sabía nada de este operativo. "Él tiene que ir cada 15 días a firmar un acta a la Policía Federal por incumplimiento de la cuarentena, pero no tiene otro problema judicial", explicó.
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