Facundo Astudillo Castro: un caso que incomoda a la política y a la Justicia
Desde que se supo que desde hacía cinco semanas estaba desaparecido un joven que simplemente había roto la cuarentena para viajar desde una localidad del sur bonaerense hacia Bahía Blanca para amigarse con su exnovia, el caso se convirtió en una brasa inextinguible con la cual nadie, ni en el Poder Judicial ni en el Poder Ejecutivo provincial o nacional, se quiere quemar. Pero alguien lo hará.
El hallazgo de restos humanos en un salitral alejado de la ruta 3 y, muy cerca de ellos, de una zapatilla que sería de Facundo Astudillo Castro avivó las llamas de una situación que está a punto de arder. Ese fuego, más temprano que tarde, va a alcanzar a algunos de aquellos que pretendían quedar a salvo de las consecuencias políticas de este dramático caso que vuelve a poner sobre la mesa la actuación de las fuerzas de seguridad y la eventual aparición de formas de brutalidad y criminalidad que anidan como un virus en estado de latencia, siempre listo para reactivarse.
No se advierte -en el actual estado de la situación, al menos- un paralelismo con el caso de Santiago Maldonado, que estuvo desaparecido en la Patagonia durante 77 días, tras un operativo de desalojo de ruta de la Gendarmería, hasta que apareció, ahogado, en las aguas del río Chubut. Sí, en todo caso, aparecerán puntos en común, sobre todo en lo relativo a aquellas formas de intervención de los uniformados y a la eventual respuesta de quienes, desde la gestión política, deben controlarla. Seguramente aparecerán, como entonces, quienes ahora se valgan del infortunado caso para usarlo como ariete contra sus ocasionales adversarios políticos.
El Poder Judicial no sabe qué hacer con el caso Astudillo Castro: la Justicia provincial desde un principio orientó la pesquisa hacia Bahía Blanca; o sea, hacia la hipotética llegada del joven a su pretendido destino y la eventual responsabilidad del entorno de la exnovia en la desaparición. Esa teoría deja fuera de sospecha a la policía bonaerense.
La presión de la madre de Facundo, respaldada por la Comisión Provincial por la Memoria, dinamitó ese eje y dio aliento a la hipótesis de la desaparición forzada de persona a manos de los policías bonaerenses que, dos veces en cuestión de pocas horas, detuvieron en la ruta al joven por violar la cuarentena al intentar viajar a dedo hacia Bahía Blanca.
A esa altura de los acontecimientos la gravedad institucional del caso era innegable: una piedra en el zapato del oficialismo, aunque con matices. Claramente deja más expuestos al gobernador Axel Kicillof y a su ministro de Seguridad, Sergio Berni, que al presidente Alberto Fernández y a su ministra del área, Sabina Frederic. Ella, precisamente, le cuestiona a su par provincial las sobreactuaciones, que le dé a su gestión una impronta de "sheriff" en el terreno, al lado de la tropa, en lugar de ejercer el control político de la actuación de los efectivos a su cargo.
Al fiscal federal Santiago Ulpiano Martínez le duele una piedra idéntica en su zapato: a él le tocó la etapa del rastrillaje enfocada en la zona de influencia de los policías que tuvieron contacto con Facundo el 30 de abril pasado y que, eventualmente, podrían haber tenido responsabilidad en la desaparición del joven.
Curiosamente, cuando la sumatoria de sospechas llevó a los abogados querellantes a pedir la detención de cuatro policías de los puestos de Mayor Buratovich y Teniente Origone, el fiscal encontró en una de las "misiones" realizadas por la bonaerense a instancias de la Justicia provincial la excusa para no avanzar contra los uniformados. Interpretó que las "presiones" -apremios- a los que sometieron a la exnovia y el excuñado del joven para que "confesaran" qué había sido de él eran un claro signo de que los propios policías no tenían que ver con la desaparición. Pero ¿por qué no suponer que esos policías que fueron a arrancarle a la chica una confesión confiaban en sus colegas sin más motivo que la camaradería? Engañados, quizás...
Ahora, el hallazgo de los restos vuelve a atizar el fuego. Y ese fuego, seguramente, a alguien quemará.
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