Túnel en San Isidro: barrabrava de Nacional e investigado por un doble homicidio, el pasado criminal del quinto detenido
Se trata de Carlos Casenave Peña, un ciudadano uruguayo que fue atrapado cuando se presentó en una dependencia judicial para “interiorizarse” sobre la causa del intento de robo al Banco Macro
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Su hermano, César Leonardo Cazenave Peña, había sido extraditado a la Argentina desde Uruguay la semana pasada. Sobre él pesaba una orden de captura internacional. Se sospecha que estuvo detrás del plan y la logística en el desarrollo de las actividades de excavación del túnel de 155 metros de largo y 4,35 de profundidad hecho en pleno casco histórico de San Isidro para entrar en la bóveda de un banco y apoderarse de un botín millonario. Ayer, Carlos Cazenave Peña quedó detenido cuando se presentó en una dependencia judicial para “interiorizarse” sobre la causa.
Se trata del quinto detenido por el frustrado golpe en la sucursal San Isidro del Banco Macro de agosto pasado. Tras su detención, se negó a declarar ante los fiscales Patricio Ferrari y Carolina Asprella, funcionarios a cargo de la investigación. Quedó detenido y alojado en una celda de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de San Isidro.
Según informaron fuentes de la investigación a LA NACION, el sospechoso detenido es integrante de la barra brava de Nacional de Montevideo y en Uruguay estuvo investigado por un doble homicidio.
“Se trató de un doble crimen donde las víctimas también eran barras de Nacional”, afirmaron las fuentes consultadas.
El sospechoso, de 47 años, también tuvo causas penales por “asociación para delinquir”, “delito de rapiña”, “portación de armas de fuego en lugares públicos y con poder de daño alterado”.
La investigación que derivó en el descubrimiento del túnel comenzó de forma fortuita el martes 6 de agosto pasado, cerca de las 8.45, cuando Damián Otero llegó al local gastronómico situado en Chacabuco al 400, a pocos metros del banco que los ladrones pretendían robar. Al estacionar, sintió un ruido extraño debajo de su camioneta.
Otero no lograba identificar qué era eso que daba golpes en el chasis y no se detenía. Entonces, corrió el vehículo unos pocos metros y, después de descender, descubrió una varilla de hierro que sobresalía entre los adoquines. Pronto se acercaron el personal de la confitería y vecinos. Nadie entendía qué era lo que veían.
Tras el hallazgo, y como no pudieron sacar la varilla, los comerciantes de la zona decidieron doblarla para que ningún conductor se la llevara por delante. Después, le pidieron al personal de seguridad del banco que colocara un cono naranja fluorescente para que el lugar quedara señalizado.
Un analista técnico revisó todas las alarmas y los sensores del banco sin encontrar ninguna anomalía. Igualmente, se comunicaron con personal de la comisaría 1a. de San Isidro para “dar aviso de lo sucedido”. A las 20, un patrullero de la policía bonaerense estacionó en Chacabuco al 400 para vigilar en forma preventiva las proximidades del banco: un día después descubrieron el oscuro túnel.
Como se dijo, la investigación está a cargo de los fiscales Ferrari y Asprella, equipo coordinado por el fiscal general de San Isidro, John Broyad, con la colaboración de detectives de la DDI local, conducida por el comisario mayor Javier Specia, y personal de la División Investigación Federal de Fugitivos y Extradiciones del Departamento Interpol de la Policía Federal Argentina (PFA).
Los otros detenidos que tiene la investigación son Alejandro Israel Rosendo López (el único argentino preso hasta el momento), Alan Daniel Lorenzo Rodríguez, Nicolás Carpani Romero y César Leonardo Cazenave Peña.
“A mí me contactó una persona apodada Tío. Fue hace tres meses, más o menos [su declaración indagatoria fue el 16 de agosto pasado], para que lo lleve de Tigre hasta el Paraná de las Palmas. También era para traerlos desde ese lugar hasta el Tigre. Otra embarcación los llevaba hacia ese lugar, era el punto de encuentro. Él me llamaba para que los fuera a buscar o los llevara. A veces trasladaba a cuatro personas, a veces eran menos. La última eran ocho. Los viajes eran dos por semana, en general, uno para ir y otro para volver. Cuando los retiraba por Tigre era en un muelle que, creo, se llama Patiño. Hay una señora de nombre Mirta que cobra las amarras. En el Paraná de las Palmas los dejaba, algunos días, en un muelle que es nuevo y donde no vive nadie, después los retiraba una embarcación. Yo solo los trasladaba y el que me contactó me pagaba en efectivo cuando llegábamos a destino. Me pagaba 300 dólares o el equivalente en pesos, pero generalmente en dólares“, sostuvo López, alias Johny, cuando fue indagado.
En el tiempo que duraba el viaje por el Delta, los pasajeros de López no se llamaban por sus nombres. Entre ellos se decían “tío”. “Era como que no querían llamarse por su nombre. Estoy seguro de que cuanto menos uno era uruguayo, el resto podría ser también, pero no lo puedo afirmar. Siempre andaban con el equipo de mate. Entre ellos se conocían todos”, sostuvo.
A López los detectives judiciales y policiales llegaron después de analizar las imágenes de las cámaras de seguridad públicas y privadas que captó el trayecto que hizo una camioneta utilitaria blanca que trasladó a la banda desde San Isidro hasta la zona del Puerto de Frutos, en Tigre, el 6 de agosto pasado, el día en que se frustró, de forma fortuita, el golpe que los delincuentes planearon durante un año. Johny fue reconocido en las filmaciones por lugareños que lo conocían y recordaron haberlo visto y venir con pasajeros en su lancha.
“Al que me contactó a mi yo le decía Tío, pero en uno de los viajes escuché que a uno de los otros se le escapó y le dijo ‘Andrés’, entonces en ese momento me enteré cómo se llamaba. Lo tengo agendado en mi teléfono y su número es con característica de Uruguay. Tengo a otro de este grupo en mi teléfono agendado como ‘primo’, que es quien inicialmente me contactó con Andrés, su número también es uruguayo. Tengo a otro agendado, un chico argentino de ojos redondos azules. Yo veía que siempre traían víveres y bolsos con ropa”, recordó en parte de su declaración indagatoria.
En medo de la indagatoria, los fiscales le preguntaron si en alguna oportunidad asoció a sus pasajeros “con el hecho materia de investigación”. López respondió: “Cuando vi en la televisión esto que pasó con el banco sospeché porque no me llamaron más. Solo me llamó Andrés y me dijo que en 20 días volvía. Pero antes yo no sabía nada porque eran muy reservados”.
Los representantes del Ministerio Público Fiscal insistieron y le preguntaron si más allá de la reserva que tenían sus pasajeros en hablar delante de él nunca escuchó u observó algo que le llamara la atención. Entonces, el “lanchero” se explayó: “Sí, el hombre mayor, el último día habló por teléfono con la hija que había dicho que vivía en la Argentina. Escuché que le decía ‘hija quedate tranquila que no pasa nada’´. En ese momento no me llamó la atención, pero después cuando vi en la televisión [las noticias] sí. También escuché que llamó a Andrés y le dijo ‘quedate tranquilo que la van a quedar los paraguayos’. No sé qué le respondió la otra persona, pero el hombre mayor le dijo ‘Quedate tranquilo que la quedan ellos porque yo compré unas latas de cerveza y se las di y después las llevé’. Pienso que era para culpar a otra persona por las huellas y eso. También escuché que este hombre mayor, ese mismo día le dijo a Andrés en la conversación telefónica: ‘Quedate tranquilo que están todos con nosotros’. Supongo que era porque ninguno de ellos iba a hablar”.
López recordó que en una oportunidad, en uno de los viajes, se sumó al grupo un linyera, situación de la que había dado cuenta LA NACION.
“También sé que ellos se llevaron a un linyera, una persona que vivía en la calle. Más o menos cuatro viajes antes que el último. Lo trajeron y lo subieron a la lancha. Era un hombre de 60 años, más o menos. Tenía mucho pelo, mucha barba, estaba muy sucio. Bajó con ellos en el Paraná de las Palmas. Tenía miedo al agua, iba callado y quieto, mirando el piso. Después, en otro viaje, volvió con ellos, pero era una persona que parecía que había nacido de nuevo. Estaba bien vestido, no tenía barba, con el pelo bien corto, prolijo, limpio. Estaba contento porque le habían dado ropa. Andrés me preguntó: ‘¿Lo conoces, no? Es el linyera, lo llevamos para limpiarlo un poco que no se aguantaba más el olor’”, afirmó el imputado.
Cuando le preguntaron con qué integrantes de la banda se comunicaba, López respondió: “Con Nico [que fue el primero de la banda que se contactó con él y que agendó como Primo], que era el que me llamaba y me decía ‘vas a tener que llevarlos tal día, buscarlos tal otro’. Después con Andrés, que era el que me decía exactamente cuando ir y también con el que dije que era argentino un poco más joven, porque él una vez que se acercaba el horario me preguntaba por dónde andaba y eso”.
Después de responder si hay lugares por el delta desde donde se puede llegar a Uruguay sin ser visto por la Prefectura Naval y antes de terminar la declaración indagatoria, López espetó: “Tengo miedo por mi familia que quedó sola en Río Sauce. Sé que uno de ellos, Nico, es muy peligroso”.
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