“Todos van a ir presos”. Mensajes y llamadas borradas que delatan un acuerdo entre los acusados tras la desaparición de Loan
“Todos van a quedar presos”, dijo la hija menor de Laudelina, la madrugada en la que buscaban al niño; “Mami también”, respondió Maccarena; fue uno de las pocas comuniciaciones que no se perdieron
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Con el borrado de mensajes y llamadas después del almuerzo del 13 de junio, cuando desapareció Loan Danilo Peña, quedó al descubierto la existencia de un acuerdo entre los acusados para ocultar las pruebas que los vincularan con el delito del que fue víctima el niño de cinco años cuando volvía a la casa de su abuela Catalina en el paraje Algarrobal, en la zona rural de Nueve Julio, Corrientes.
Según se consignó en las conclusiones de los análisis de los celulares secuestrados a los siete imputados, todos modificaron sus costumbres a partir de las 13.52 del 13 junio pasado. Hasta ese momento, si bien se conocían, no existía un caudal de comunicaciones entre los sospechosos tan fluido como cuando advirtieron la ausencia de Loan.
Durante esas horas posteriores hubo registros de comunicaciones y mensajes de audios borrados de forma sistemática. Por ejemplo, alguien se tomó el trabajo de suprimir 34 de los 166 llamados realizados con el celular de Catalina, la abuela de Loan, que aunque no está imputada en el expediente fue la anfitriona del almuerzo concretado antes de la desaparición del niño al que asistieron seis de los siete sospechosos detenidos.
En ese almuerzo se tomaron varias fotos, algunas, directamente de Loan. Las sacó Laudelina con el teléfono de su hija, Macarena. Sobre este punto hay un hecho muy sugestivo: el 19 de junio, es decir, seis días después de la desaparición del chico, Macarena envió a María Victoria Caillava, entonces funcionaria de la Municipalidad de Nueve de Julio y una de las presentes en la casa de la abuela Catalina Peña, un mensaje de WhatsApp que decía: “Hola tía Vicky, me dijo mi mamá que te pase las fotos”.
Ese mensaje no solo denota familiaridad y confianza, sino que el tono echa por tierra la afirmación que hizo Laudelina cuando quiso instalar la hipótesis de que el niño había sido atropellado por el marino Carlos Pérez con su Ford Ranger, ocasión en la que sostuvo que Caillava la había amenazado de muerte para obligarla a “plantar” un botín de Loan en medio del campo para desviar la investigación. Además, después de la declaración de Macarena ante los fiscales provinciales, el 21 de junio, Laudelina (que hasta entonces decía que era quien había encontrado la zapatilla en el monte, durante el rastrillaje), interrogó a su hija: “¿Preguntó de dónde es que sacamos el calzado? ¿Y quién estaba?”, y la chica le respondió “no, eso no me preguntaron”.
Hubo más comunicaciones sospechosas. A las 3.18, casi trece horas después de la desaparición de Loan, cuando era buscado como una persona perdida, y tres días antes de que el fiscal Juan Carlos Castillo dispusiera las detenciones de los tres primeros sospechosos, se registró un curioso intercambio de mensajes entre Macarena Peña y una de sus hermanas.
La hija menor de Laudelina le mandó un mensaje a su hermana Macarena en el que le dijo “todos van a ir presos”, a lo que Macarena respondió “Mami también”. En ese momento nadie sospechaba que Loan había sido víctima de un delito.
Tres semanas después, el presagio de Macarena se concretó: Laudelina quedó detenida, acusada de participar en la sustracción y ocultamiento de Loan, junto con el padre de su hija menor, Bernardino Antonio Benítez. Luego de que su madre fue apresada, Macarena denunció que Laudelina había sido amenazada y que un abogado vinculado con el poder político (José Codazzi) y un senador provincial (Diego Pellegrini) le ofrecieron una casa, un automóvil y 50.000 pesos para que declare que Loan había sido arrollado por la camioneta conducida por el capitán de navío retirado Carlos Guido Pérez, actualmente detenido junto con su esposa, María Victoria Caillava.
Sobre Macarena también pesa un pedido de detención, presentado por los abogados Fernando Burlando y Gustavo Briend, quienes representan a María Noguera y José Peña, padres de Loan.
Para los letrados no fue casual que del grupo de 400 personas que se sumó a la búsqueda de Loan hayan sido Laudelina y su hija Macarena quienes encontraron el botín.
“Lo dicho hasta aquí permite sostener que Laudelina Peña y Macarena Peña se encuentran en la misma situación con relación al ilícito investigado, por lo que corresponde disponer la inmediata detención de Macarena Peña y convocarla a prestar declaración indagatoria”, afirmaron Burlando y Briend en el escrito que presentaron ante la jueza federal de Goya, Cristina Pozzer Penzo.
El 14 de junio a las 15, Laudelina se presentó a 2500 metros campo adentro del denominado “punto cero”, puso un palo en el barro y levantó el botín de fútbol 5 de Loan. El hecho no pasó inadvertido para los testigos e investigadores.
Un día antes, a las 14.25, después de que Loan fuera llevado al naranjal con Laudelina, Benítez y los acusados Mónica del Carmen Millapi, Daniel “Fierrito” Ramírez y otros cinco menores, hubo un llamado de poco más de nueve minutos. Esa comunicación fue mantenida entre Benítez y Laudelina.
Para los investigadores no se habría tratado de una llamada en la que se alertaba que Loan se había perdido sino de que algo le había ocurrido al niño de cinco años. Así comenzaba la maniobra para tapar un delito violento ocurrido en el camino entre el árbol de naranjas y la escuela rural 830, también conocida como “la tapera”.
Laudelina aportó dos versiones sobre el contenido de esa comunicación. Inicialmente dijo que habría sido para alertar que Loan ya no se encontraba con ellos y le habría consultado si no había regresado a la casa de la abuela Catalina.
Pero, en la segunda declaración, como testigo del supuesto arrollamiento ocasionado por la camioneta de Caillava y Pérez, ese llamado no podría tener la misma explicación, mucho menos considerando que tuvo una duración de más nueve minutos, bastante extensa para el objetivo limitado que ese llamado debería cumplir: avisar que Loan no estaba en el naranjal y consultar si el niño había llegado a la casa de Catalina.
En su nueva declaración indagatoria en el juzgado federal de Goya, que concluyó esta madrugada, Laudelina admitió que aquella versión del chico atropellado por el marino retirado y la exfuncionaria municipal había sido una mentira que contó a un fiscal de la ciudad de Corrientes “obligada” por su abogado, José Codazzi, y con la presunta anuencia del senador provincial Diego Pellegrini.
Con respecto a la escuela abandonada –a la que todos en Nueve de Julio conocen como “la tapera”–, fue clave en la reconstrucción del hecho debido a que, según varios testigos, después de las 16, se habría concretado una reunión entre Caillava y Laudelina en la que habría recibido el botín de fútbol 5 del niño para colocarlo en lugar estratégico con el objetivo de desviar la investigación y simular un escenario que indicar que el pequeño se había perdido.
En el momento en que fue visto por última vez, “Loan estaría acompañado de Antonio Benítez, Mónica Millapi y Daniel Oscar Ramírez. Esta hipótesis no excluye que el niño hubiera sido víctima de un delito violento en ese mismo lugar, como por ejemplo introduce Laudelina en su descargo, pero lo que sí confirmaría es que incluso ante este escenario, los adultos allí presentes y aquí imputados se ocuparon de llevarse a Loan de la escena y ocultarlo”.
En la indagatoria de tres horas que dio entre anoche a las 22 y las 0.50 de hoy, Laudelina Peña hizo un dramático giro discursivo en su versión de los hechos. Ahora sostiene que Benítez y “Fierrito” Ramírez se habrían llevado a Loan desde el naranjal del campo de Catalina hasta la tapera, donde los estaría esperando el policía retirado Amado Francisco Méndez, quien, a su vez, habría entregado al chico a Pérez y a Caillava, que –en esta línea argumentativa–, se habrían llevado al chico en su camioneta Ford Ranger blanca.
Al revisar las comunicaciones realizadas por los distintos sospechosos se determinó que, curiosamente, quien alertó a la policía que Loan había desaparecido fue Caillava. Según consta en el expediente, ese llamado fue realizado a las 15.37 y fue atendido por un policía, de apellido Duarte. La comunicación se concretó casi una hora y media después de que se produjo la sustracción de Loan.
Caillava conocía al efectivo que se desempeñaba en comisaría de Nueve de Julio porque la hija del policía había sido alumna suya. La maniobra para demorar la intervención policial se completó con la anotación en el libro de guardia de la seccional, en la que ser indicó como las 16.15 la hora de recepción del llamado de la madre de Loan en el que denunció la desaparición de su hijo menor.
Con respecto a la actuación del comisario Walter Maciel, los fiscales concluyeron, entre otras pruebas que el jefe policial se había dedicado a notificar a los vecinos que participaron de marchas de protestas comunicándole sobre la formación de causas en su contra y que debían presentarse ante la fiscalía de Goya, a pesar de que esa dependencia del Ministerio Público no había ordenado la medida. De esa forma, según los fiscales federales, Maciel atentó contra la búsqueda de Loan.
Otra de las pruebas de cargo contra Maciel fue la declaración del policía Orlando Cáceres, quien acusó al comisario de obligarlo a modificar el horario de la denuncia sobre la desaparición de Loan, después que Caillava alertó a su colega Duarte sobre que se había perdido el niño, de cinco años.
“Yo tenía en mi celular la hora que me llamó Duarte que era a las 15.38. Pero el comisario me dijo que coloque que fue a las 16.15. Le dije que yo tenía el horario que me llamaron y me dijo ‘vos hacés lo que te digo’. No sé lo que quería hacer. Después, realmente salimos al campo a las 16.50 pero dijo que ponga que fuimos a las 16.16. De esto sabían unos cuantos compañeros”, sostuvo Cáceres en su declaración.
En esta testimonial, Cáceres puso al descubierto que en un pueblo donde nunca pasa nada, en las dos horas en las que desapareció Loan, paso de todo. Hubo un corte de suministro eléctrico que, por ejemplo, provocó que, entre las 14 y las 15.58, dejaran de funcionar las cámaras de seguridad instaladas frente a la casa de Pérez y Caillava.
Además, en esas dos horas, un grupo de policías tuvo que salir de urgencia a un campo situado en el extremo opuesto del paraje Algarrobal, por un incendio de pastizales. Casi al mismo tiempo, Pérez y Caillava abandonaban presurosamente la casa de Catalina, la abuela de Loan, entre las 14.25 y las 15, porque supuestamente querían regresar a Nueve de Julio para ver el partido entre River y Deportivo Riestra.
Pero, en realidad se habrían ido en la dirección contraria, según determinaron las antenas de telefonía celular, que captaron la señal de los dispositivos cerca de la chacra que tienen a cinco kilómetros del pueblo. Hasta el día que desapareció Loan, los siete acusados usaron sus celulares de una forma. Pero, a partir del mediodía, cambiaron sus hábitos, comenzaron a comunicarse entre sí y a borrar mensajes.
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