Todos al hospital. Otro “rito de iniciación” brutal en el Ejército: tiraron cal viva en la cara a nóveles paracaidistas
El hecho ocurrió el 17 de mayo en el Regimiento 14 de Paracaidistas del Tercer Cuerpo de Ejército; fue en el cierre de un curso del que participaron 35 egresados
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CÓRDOBA.- A días del segundo aniversario de la muerte del subteniente Matías Chirino en un “rito de iniciación” en el Grupo de Artillería 3 de Paso de los Libres (Corrientes), por la que hay militares imputados por “homicidio simple”, la Justicia Federal investiga otra “fiesta de bautismo” que provocó daños en la salud de varios de los 35 egresados del Regimiento 14 de Paracaidistas del Tercer Cuerpo de Ejército. Fue el 17 de mayo pasado. Les arrojaron cal viva en la cara.
La causa ahora está en manos del fiscal federal Carlos Casas Nóblega, que la recibió de su par Maximiliano Hairabedian, quien tomó declaración a dos de las víctimas, a las que citó compulsivamente, ya que la denuncia fue hecha por un tercero que no estuvo involucrado directamente en el hecho.
Jerónimo Argañaraz, abogado patrocinante del denunciante, explicó a LA NACION que el 17 de mayo pasado, al finalizar un curso, se realizó un “ritual de iniciación” en el Regimiento 14 de Paracaidistas, en el hubo 35 egresados. “Estaba anticipado”, afirmó el abogado. “La idea era que, con ellos formados en fila, les gritaban ‘¡paracaidistas!’, respondían ‘¡siempre!’, y les arrojarían un puñado de harina y un chorro de sidra. Pero en vez de harina les tiraron cal viva en la cara, en la boca; provocaron quemazón en la piel, daños en el esófago, en el estómago”.
Fuentes del Ejército consultadas por LA NACION confirmaron los hechos ocurridos en el campo de instrucción de Córdoba. “Se ordenó el inicio de actuaciones disciplinarias internas, en el marco de las cuales se determinó la existencia de una falta disciplinaria por ausencia de control. A todos los responsables se les impusieron las correspondientes sanciones disciplinarias”, añadieron.
En junio pasado, después del caso Chirino, el Ejército que decidió suspender el consumo de alcohol en los cuarteles y, después, el Ministerio de Defensa resolvió prohibir “la autorización y/o realización de festejos, ‘ritos y ceremonias de iniciación’, reuniones sociales o cualquier tipo de actividad, cualquiera sea la denominación que se le otorgue, así como también el ingreso, provisión y consumo de bebidas alcohólicas dentro de unidades y establecimientos de jurisdicción militar, con motivo de comienzo o la finalización de actividades de formación o entrenamiento, la adquisición de aptitudes o especialidades, que sean de carácter informal o ajenos al ceremonial reglamentario de aplicación en las Fuerzas Armadas”.
Entre las consideraciones, el Ministerio señaló que “los llamados ‘ritos y ceremonias de iniciación’ con el pretendido objetivo de celebrar el inicio o la culminación de determinadas actividades no corresponden a actos del servicio vinculados a la profesión militar y son contrarios al mantenimiento de la disciplina”.
Según el relato de Argañaraz, a los paracaidistas egresados les dijeron que lo que había sucedido fue “un error, alguien que puso una bolsa equivocada”, y que se realizó una investigación administrativa interna. Sin embargo, el abogado subrayó que no se puede hablar de una acción “culposa” porque no solo les “ordenaron” que se formaran en fila, sino que era “imposible no advertir lo que pasaba”. Inquirió: “¿No tomaron nota de las náuseas, los vómitos, la tos?”.
Los efectos de la cal viva empeoraron cuando, después del “bautismo” los hicieron lavar “con agua, lo que les complicó el cuadro”.
Fuentes del Ejército dijeron a LA NACION que “por un error de quienes debían llevar el material se les arrojó cal en lugar de harina. Los efectivos afectados fueron inmediatamente evacuados al Hospital Militar Córdoba, donde recibieron atención médica y se les realizaron estudios. Un grupo reducido quedó en observación y, posteriormente, fue dado de alta”.
Argañaraz afirmó que conversó con veinte de los participantes del suceso y que están “aterrorizados, con temor” a hacer declaraciones e ir a la Justicia. “Han escuchado amenazas como que ‘nadie tiene permitido manchar el nombre de la fuerza’ y que ‘el que lo haga será tomado del cuello’; se los habría dicho un jefe. Algunos que siguen en el cuerpo ya prestaron declaración, pero ninguno se animó a denunciar de arranque. Necesitan tener la certeza, la seguridad de que no habrá represalias”.
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