Tiroteo en la 1-11-14: sigue el miedo en el Piñero
Desde anteayer hay una fuerte custodia y controles para ingresar
La atmósfera transmite una tensa calma. Al llegar a la avenida Varela al 1300, ya se ve a un hombre de seguridad que controla el acceso de los autos al hospital Piñero, en Flores, que anteayer fue escenario de una agresión verbal y física a médicos, enfermeros y camilleros que estaban en la guardia durante la madrugada, cuando llegaron los dos muertos y los dos heridos que dejó el tiroteo entre bandas en el corazón de la villa 1-11-14.
Quienes trabajan allí tienen fresco el recuerdo de aquellos que, exaltados e incluso con armas en sus manos, exigían a los médicos que "salvaran" a una mujer de 28 años y a un joven de 18 que ya habían llegado muertos al shock room. Allí todavía se hablaba, ayer, del médico y el enfermero de la ambulancia que quedó atrapada en medio de aquel tiroteo y que debieron ser evacuados por la Gendarmería bajo fuego.
Había ayer una mezcla de falsa calma, tensión y precaución; cuando LA NACION recorrió el lugar, el sol de las cinco de la tarde golpeaba sobre el ingreso al hospital, donde estaban apostados dos efectivos de la Policía Federal. A la derecha del edificio, repartidos por el parque, una decena de gendarmes merodeaba hablando por handy y semblanteando a cada persona que entraba. Como si estuvieran a la espera de un nuevo episodio de violencia.
Tanto los agentes de seguridad privada como los policías miraban con desconfianza, caminaban a paso lento e informaban cada movimiento de quienes entraban y salían. En el ingreso general, un uniformado de la Federal tomaba nombre y apellido de cada persona que ingresaba "por órdenes del director". Al equipo de LA NACION no lo dejaron entrar. "Ni periodistas ni fotógrafos", repetía el agente, irreductible. Como si la presencia periodística fuese una amenaza .
Los empleados del hospital se escabullen, como si no quisieran hablar del tema, como si así pudiesen evitar quedar atrapados en una situación similar a la de la madrugada de anteayer.
Iván, de ambo blanco y anteojos, baja de una ambulancia y apura el paso hacia el fondo del predio, donde debe dar un parte del trabajo realizado; cuando habla sobre ese día, entrecierra los ojos y no quiere dar muchos detalles. "Hoy estamos como todos los días previos al ataque, aunque con más precaución y más miedo. Hubo muchos hechos parecidos que no trascendieron a los medios. Quienes están en las guardias son los que peor la pasan: los familiares y amigos de las víctimas de hechos violentos pretenden, muchas veces, que hagamos magia." O milagros, como con los dos muertos de anteayer.
Vadim Mischanchuk es abogado de la Asociación de Médicos Municipales y quien sigue la causa iniciada por el ataque dentro del hospital. Explicó a LA NACION: "Nosotros nos ocupamos de judicializar y hacer la denuncia pertinente. Sobre la avenida Varela hay cámaras de seguridad que permiten tener un registro que va a sumar a esclarecer el hecho. Además, tenemos el peritaje balístico sobre la ambulancia y la declaración de los testigos".
Sobre los heridos, un camillero de la guardia del Piñero confirmó a LA NACION que ambos fueron trasladados al hospital Santojanni, y que uno ya fue dado de alta ayer.
Calificadas fuentes judiciales confirmaron a LA NACION que, según los peritajes, el personal de Gendarmería que evacuó a los médicos durante el tiroteo sólo disparó con municiones antitumulto, es decir, postas de goma. De tal forma, quedaría descartada la sospecha de los familiares de las dos personas muertas y las dos heridas, en especial, la del padre de Maximiliano Milessi, quien sostenía que su hijo había muerto de un tiro en el pecho en un enfrentamiento entre una banda narco y la Gendarmería.
Los días pasarán y el personal del hospital Piñero seguirá trabajando con miedo y asistiendo a los vecinos de la 1-11-14. Algunos, ya resignados a tener que trabajar así. Bajo la amenaza de la violencia.
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