Terror. Vecinos de la villa 1-11-14 se sienten atemorizados por la guerra narco
La violencia crece en los pasillos de la villa 1-11-14. Los vecinos están atemorizados por los presagios de nuevas venganzas luego de los cuatro asesinatos registrados allí en menos de una semana. "A mí me duele lo que está pasando. Necesitamos que vuelva toda la Gendarmería que había antes, si no acá va a morir gente inocente que no tiene nada que ver", es el temeroso testimonio de uno de los miles de ciudadanos que residen en ese asentamiento ubicado en el Bajo Flores, donde bandas narco volvieron a disputarse con la fuerza de los disparos el control de los puntos de venta de drogas.
La esquina de Riestra y Bonorino fue el escenario de una serie de violentos episodios que escalaron hasta llegar a otro sangriento enfrentamiento por el territorio y la comercialización de la droga en la villa 1-11-14.
Fuentes consultadas por LA NACION aseguraron que esos homicidios son un eslabón más entre facciones de un mismo grupo que articula el negocio de la venta de marihuana y cocaína en los corredores del asentamiento, donde imperan la pobreza, el desamparo y la falta de seguridad.
"Antes de la Navidad ocurrieron dos asesinatos en un pool dentro de la villa, pero nadie se enteró. Gendarmería antes hacía inteligencia, pero ahora sacaron a muchos efectivos. Acá es la pulseada entre la vida y la muerte, la lucha es diaria y descarnada", contó un hombre que conoce bien los rincones de ese barrio.
"Toda la vida hubo droga acá, desgraciadamente hay gente laburadora y ellos (por los narcos) se meten de afuera a la villa y ensucian. Sinceramente la gente tiene miedo, yo hace años que vivo acá y la verdad que no lo vi pero ahí –en Riestra y Bonorino– murió un inocente, un panadero. Si esto sigue así, va a ser un desastre esto, y va a morir más gente inocente que no tiene nada que ver", alertó un vecino, cuya identidad será resguardada por el peligro que pueden correr aquellos que se animan a dar su testimonio.
El puesto de vigilancia de Gendarmería ubicado en la esquina de los trágicos acontecimientos se mezcla entre el paisaje del lugar: viviendas precarias de ladrillo sin terminar, ventanas con rejas, calles destrozadas, basurales a cielo abierto, viejos y vetustos Fiat Duna, Peugeot 504, Renault 12 que a duras penas pueden circular. Según cuentan, a la violencia desatada por la lucha narco se le suman los asaltos a toda hora del día dentro del asentamiento.
"El otro día a la vuelta de Riestra, venía mi hermana caminando con los chicos, eran las 4 de la tarde. Se le acercaron unos pibes y le robaron el celular. Acá si te vas a 50 metros del puesto de Gendarmería, quedás regalado", dice una joven que –como la mayoría– prefiere no dar su nombre y apellido en otra demostración del pánico con el cual se vive en la zona.
"Los chicos ya con 13 y 14 años están en la droga, empiezan con pasta base. Acá se tirotean todo el tiempo; yo escuché todo lo que pasó el otro día, fueron como diez disparos. Después quedaron los pibes muertos, ahí tirados. Acá no hay futuro", relató un joven de no más de 30 años que trabaja como electricista.
Otro testimonio consideró que desde que se decidió retirar un importante contingente de Gendarmería de la zona aumentó la violencia dentro del barrio. "La situación ahora se desmadró y generó mucho pánico. La gente está habituada a las balaceras, pero esto de tantos seguidos no pasaba hace mucho", comentó otro de los habitantes del asentamiento que dialogó con LA NACION.
Los vecinos contaron que, en función de lo acontecido en los últimos días, "toda la zona comercial de la villa se frenó, se paralizó" ya que la gente está atemorizada. Y aseguraron que ya no se está ante una cuestión de "narcomenudeo", sino que el problema es de mayor gravedad.
"Hubo un freno muy fuerte por la cuarentena, en cuanto a la comercialización. Si te parás en la 1-11-14 a la mañana, ves miles de personas que salen a trabajar, en la construcción, la costura. ¿Cómo vos podés entonces tener un tipo con una ametralladora, que hace disparos al aire para mostrar poderío en los corredores internos de la villa, y que nadie haga nada?", se preguntaron.
La Gendarmería mantiene una serie de puestos de control en los alrededores de la villa 1-11-14, pero quienes conocen el movimiento interno de ese asentamiento confirmaron que los uniformados no patrullan las calles interiores de ese lugar donde viven más de 40.000 personas desde mediados del año pasado.
Por entonces se viralizó en las redes sociales una situación de abuso de gendarmes contra un grupo de jóvenes que no cumplía la cuarentena obligatoria y que fue obligado a efectuar ejercicios físicos como castigo. Esa situación provocó un fuerte enojo en el barrio y se replegaron las patrullas que caminaban por todos los pasillos. Autoridades nacionales afirman que esa fuerza de seguridad federal continuará con sus tareas de vigilancia en la zona del Bajo Flores, posición a la que llegaron hace varios años como parte del llamado por entonces Operativo Cinturón Sur, que incluye también la presencia de efectivos de la Prefectura en los alrededores de la villa Zavaleta, en el barrio de Barracas.
Violentas bandas
Esos operativos especiales de seguridad habían sido diseñados para disminuir los fuertes niveles de violencia dentro de los asentamientos porteños. En el caso de la villa 1-11-14 se habían llegado a registrar 25 asesinatos en 2015, con una tasa barrial de homicidios que representaría 70 casos cada cien mil habitantes, proporción cercana a las observadas en las favelas de Río de Janeiro. En 2018, en cambio, se notificaron solo dos asesinatos y sin que esos crímenes tuviesen que ver con luchas narco. Fue ese el año con menos víctimas mortales en ese asentamiento.
Ese territorio fue eje de una sangrienta disputa narco en la última década. En noviembre pasado, la Justicia resolvió una de las causas más emblemáticas de la violencia en ese asentamiento. Marco Estrada Gonzáles, más conocido como Marcos, el sindicado capo narco de la villa 1-11-14, fue condenado a la pena única de 24 años de cárcel. Fue el cierre de una causa judicial que tomó impulso en diciembre de 2016 con una serie de allanamientos y la detención de más de 20 sospechosos.
El hoy integrante de la Suprema Corte bonaerense Sergio Torres realizó una profunda investigación sobre las bandas narco que en su tiempo de juez federal operaban en la villa 1-11-14.
En el momento de fijar los procesamientos de los integrantes de esa organización criminal, Torres describió con detalles el control que esa banda tenía de algunos sectores de ese lugar. En ese escrito mencionó la presencia de "soldaditos" que garantizaban la seguridad en los alrededores de los puestos de venta de droga y de los "satélites", a los que señaló como adolescentes que eran colocados en esquinas claves para observar cualquier movimiento anormal y dar aviso a los vendedores de cocaína y marihuana.
Algunos de esos narcos dejaron la villa 1-11-14 para buscar terreno en la villa 31, en el barrio de Retiro, pero hoy los vecinos temen su regreso.
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