“Te acuchillaba las ruedas”. En un barrio picante, todos recuerdan roces con el policía retirado que mató a un colectivero
Rafael Moreno, de 74 años, asesinó de un balazo a Sergio Díaz durante una discusión sobre el volumen de la música en la mañana de Navidad
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“Siempre fue una persona muy mal llevada, con la señora vivían aislados del resto del barrio, casi sin contacto. A ese tipo, si le estacionabas en frente de la casa, te acuchillaba las ruedas”, así Paula, de 50 años, se refirió a Rafael Moreno, el policía de 74 años que mató de un balazo a Sergio Díaz, un colectivero de 40, después de una discusión durante la mañana de Navidad por el volumen de la música.
En Acevedo al 4100, en la localidad de Lomas del Mirador, partido de La Matanza, el paisaje de una serie de casas bajas de forma cúbica con patio delantero se funde con los ladrillos sin revocar y la calle de tierra que dan inicio a la villa Las Antenas. En esa misma cuadra, vive la mujer del primo de la víctima. Casi a la misma altura, pero enfrente, una quincena de uniformados de la Guardia de Infantería de la policía bonaerense custodiaba la casa de Liliana, la esposa de Moreno.
“Ella también tenía un carácter muy fuerte, una vuelta se metió en una pelea de pareja y al varón lo amenazó con un cuchillo”, agregó Paula, nacida y criada en ese barrio, al hablar sobre a la esposa de Moreno. El homicidio fue el final de una discusión por el volumen de la música. Y en ese aspecto, la vecina comentó que existe “una costumbre en el barrio donde se compite por quien hace sonar más fuerte el parlante. Especialmente, en las fiestas. Y bueno, el de ellos [por el de Díaz y su grupo de amigos] fue el que más sonaba”.
Ana Pérez, de 63 años, vive hace tres décadas a una casa de distancia de la del autor del disparo mortal. Según sus cálculos, el policía retirado se mudó hace unos seis años a su actual vivienda.
“Ahí antes vivía la hija de la señora, que lamentablemente falleció de cáncer. No es la hija de él, que es juntado con ella”, explicó. En el momento del homicidio cuenta que estaba durmiendo, pero recordó algunos detalles de los instantes previos al fatídico desenlace. “Yo volví a las 4, más o menos. Tenían la música alta, pero adentro y en la vereda no más había cuatro o cinco chicos charlando”, dijo.
Sobre la hostilidad que Moreno supuestamente ejercía alrededor de aquellas personas que estacionaban frente a su casa, Pérez contó episodios al respecto. “Mi yerno una vez quiso estacionar un minuto para venir a buscar a mi nieta y se le apareció en el acto a exigirle que lo saque”, recordó y describió a Moreno como “alguien hosco, que nunca le daba bolilla a nadie e incluso algo agresivo, pero no como una persona que un día se iba a aparecer con el revolver en la cintura con la decisión de matar”.
Giualiano, de 31 años, es un obrero de la construcción, amigo de la familia de Díaz y vecino lindante de la casa donde hasta su detención vivía Moreno, con quien no tenía trato, pero sí roces callejeros. “A mí también me ha hecho maldades en el auto por estacionarle en alguna oportunidad en frente. Era un tipo oscuro, nunca lo pude enganchar porque esto hubiera estallado antes”, repitió mientras insultaba al aire por el trágico final de su amigo Díaz.
“La casa donde mataron al muchacho es una casa de familia que tiene un almacén al frente y atrás viven madre, padre, hijo e hija. La hija es la mujer del primo de Sergio. Gente laburante, están destrozados, arruinaron a una familia entera”, detalló.
“De noche esto puede ser un desastre”
Ana describió la cuadra como “un lugar de comerciantes, trabajadores y jubilados”. A medida que señalaba los frentes, enumeró los oficios de sus vecinos. “Aquel es costurero, tenés el ferretero de la esquina, la familia del pobre chico asesinado tiene una despensa al frente, nosotros nos dedicamos a la herrería y así”, relató en diálogo con LA NACION.
En cuanto al asentamiento lindero, considera que “se vive mejor de lo que parece de afuera” y que “la calle se vuelve más peligrosa lejos que cerca de la villa”.
“Mirá cómo cuidan la casa del asesino estos”, se quejó de la cobertura policial Paola, que ve con pesimismo el devenir del conflicto.
“Se la querían quemarla, la chica tiene parientes en la villa”, adviertió Ana sobre las represalias que podrían caer sobre el inmueble de la mujer de Moreno. Según Paola, tanto por parte de allegados de la víctima como también de Las Antenas, “donde cayó Chaky Chan” –recordó– en relación con el sanguinario narco que expandió su nombre en los noticieros por querer copar el barrio años atrás para radicar su imperio de la droga, pero que fue resistido por los vecinos hasta su detención a mitades de 2023.
“De noche esto puede ser un desastre, porque desde la villa algún vivo va a aprovechar la volteada para querer usurpar la casa”, vaticinó.
La relación con una facción de la barra de Chicago
Las Antenas es sinónimo de Nueva Chicago. Pese a que no es la zona del populoso club de la B Nacional instalado en el barrio porteño de Mataderos, las camisetas verde y negra se multiplican en cada rincón de esta parte de La Matanza. En la villa se anida una poderosa facción de la barra brava que ocupa parte del paravalancha e intentó destronar al histórico grupo del barrio de Los Perales nacido detrás del estadio del Torito.
De hecho, hasta principios de año, el punto de encuentro –contaron los vecinos– fue la calle Acevedo, sobre la misma cuadra donde Moreno terminó con la vida de Díaz.
“Como se ve acá somos todos hinchas de Chicago. Mi pibe, que es un ultra fanático, se puso un bolichito con música y venta de comida y bebidas y empezó a ser el lugar de las previas de los que iban para la cancha desde esta zona”, detalló Antonio, de 73 años, que dijo que “era una calle donde también se hacían los carnavales”.
Según este sastre, considerado el mejor de la zona, la condición fue que “si algún día se armaba quilombo, el negocio se cerraba”. Sabía que allí había una parte de la barra pujante por el control de la tribuna y que las tensiones podrían aparecer en cualquier momento. La armonía se mantuvo hasta principios de 2024, cuando todo terminó en un tiroteo a plena luz del día. “Esa tarde jugaba Chicago, y de la nada se apareció un pibito con un fierro que venía de Las Antenas. Estaba medio puesto y se tiró un tiro en el pie sin querer. A los pocos minutos, cayó un grupo pesado que pensaba que lo habían lastimado y ahí se armó feo. A partir de entonces, se terminaron las previas para siempre”, rememoró.
Diez meses después, en las persianas del exnegocio del hijo de Antonio aún perduran unos cinco o seis orificios de bala.
“Después de la pelea, a la madrugada, tipo dos o tres, vinieron a tirar. La situación quedó ahí”, explicó, así como –en paralelo– pidió desligar al barrio de su estigma violento. “Entro y salgo a cualquier hora a la calle y no tengo problema porque me conocen todos, si estoy de toda la vida acá. Son una minoría los que hacen problemas”, argumentó.
Paola también recordó aquellas previas de Chicago en Lomas del Mirador y hasta un encontronazo de Moreno con los hinchas por el frente de su casa. “Un día el viejo vio que se le empezó a juntar gente en la vereda y ‘peló' el fierro por la ventana. Dicen que hasta tiró un par de tiros al aire para que nadie se pongan en la puerta”, aseguró.
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