Sólo quien anda muerto por la vida puede asesinar a quemarropa
Lo que resulta más preocupante es el grado de crueldad. La violencia y la pérdida de referencia del valor de la vida. El problema ya no es que te roben, lo que está creciendo es la crueldad, y la desmedida entre lo que el delincuente quiere obtener y lo que hace por ello. Ayer fue la casa de Andrea Ghidone, antes la del actor Diego Reinhold y la del conductor radial Bobby Flores.
En la casa del conductor radial se vio cómo se especula con la crueldad y el miedo sin límites. Un grupo grande de delincuentes coparon la casa de Flores y amenazaron a su esposa con un cuchillo en el cuello delante de sus hijos pequeños.
Esa crueldad se refleja en varios casos que ocuparon lugar en las páginas de los diarios y minutos en televisión. Una crueldad desmedida que lleva a un hombre a matar por una bicicleta o a otro a matar a un chico porque cree que le robó a su hijo.
Esta violencia que crece está de los dos lados. Los márgenes de crueldad que hay en los hechos de inseguridad de hoy están de un lado y del otro. Del hombre que delinque y de aquel que busca justicia por mano propia.
Interrogantes que abundan en estos días en la cabeza de los argentinos son: ¿qué pasa en el cuerpo y en el alma de alguien que mata a un niño? ¿Qué amargo veneno le ha quemado las neuronas y complicado el rumbo del corazón?
Sólo alguien que ya anda muerto por la vida puede asesinar a quemarropa a otro que casi no ha empezado a vivir. "Vas a morir como una rata", le anuncia helado segundos antes de disparar a quemarropa sobre el niño caído y replegado que lo miraba entre el espanto y la incredulidad.
Enzo Alegre fue asesinado en la plaza Soldado Argentino de Zárate cuando caía la tarde de este domingo. La muerte lo encontró desprevenido, merodeando los bordes, tanteando los caminos de la vida que ya pintaba dura para su todavía no estrenada pubertad.
Seis hermanos y una familia humilde. Una mamá que ahora lo llora acurrucada y un papá que se quedó sin palabras para llamarlo. Una familia, no es poco.
Él estaba en la plaza, jugando entre las hamacas cuando su asesino avanzó. Le recriminó haber robado una campera y un celular a su hijo, que aterrado miraba la escena. Lo redujo a culatazos y le disparó. Enzo no supo más. Se fue de la vida sin articular palabra, sin ensayar defensa alguna, sin comprender nada de lo que pasa, sin decirles adiós ni a su papá ni a su mamá.
Otro de los crímenes que marcan esta violencia urbana en ascenso es el del ciclista de Palermo. La bici de Pablo no la van a hacer plata porque no se la pudieron llevar. Lo único que se llevaron y para siempre es la vida de Pablo. El asesino, en su escape, robó otra bicicleta, que tampoco pudo arrastrar y terminó tirada a escasos cien metros de mi casa.
Es así, como te lo cuento. Así de sencillo y así de insoportable. El jefe de la Policía Federal habló de un "ratero". Según el diccionario "ratero" es aquel que hurta con maña cosas de poco valor. Éste se robó una vida. ¿Hay algo más valioso que una vida?
El problema es cuando esa violencia se naturaliza. Se instala. Damián Szifron aseguró en el programa de Mirtha Legrand que, si no tuviera las necesidades básicas resueltas, saldría a robar. La búsqueda de la equidad por medio de la violencia refleja la pérdida total de referencias.
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