"Si estuviese en juego mi vida lo volvería a hacer", dijo el herrero jubilado que mató a un ladrón
Su vida cambió para siempre. Tiene miedo cuando duerme. Le cuesta conciliar el sueño. Se despierta en medio de la noche con el recuerdo de la puerta de hierro del calabozo de la comisaría cerrándose a su espalda. "En ese momento sentís que se te cae el alma. Es muy bravo", repite Jorge Ríos, el herrero jubilado que hace un mes mató a un ladrón, que junto con varios cómplices, entró a robar en su casa de Quilmes Oeste. "No voy a vanagloriarme de lo que hice, pero si mi vida o la de mi familia estuviesen en peligro otra vez volvería a hacer lo mismo. Es la vida de uno", sostiene el hombre, que aún está acusado de homicidio agravado por el uso de armas.
Ríos tiene 70 años. Es viudo y padre de tres hijos, a los que define como "de oro". Su mujer, María Cristina Nievas, murió hace siete años. Él nació en Entre Ríos el 12 de enero de 1950. Quería ser ingeniero, pero tuvo que dejar de estudiar para trabajar. En Sevel, una empresa de la familia Macri, llegó a ser capataz en el sector de pintura. También trabajó en un laboratorio.
Ríos recibió a LA NACION en la casa de un familiar. Por seguridad, él y sus abogados, Fernando Soto y Marino Alejandro Cid Aparicio, prefieren que no se sepa dónde vive. A su domicilio de Ayolas al 2700, en Quilmes Oeste, donde ocurrieron los hechos, no volverá. Al inmueble, al que se había mudado en 1978, lo pondrá en venta. Tiene miedo. Sostiene que la familia de Franco Moreyra, el delincuente al que mató, los amenazó a él y a sus hijos.
Dice una y otra vez que hay situaciones de aquella madrugada que no recuerda. Sí, no se olvida lo que le dijo Moreyra cuando agonizaba: "Te la vamos a dar, pelado hijo de put...". Dice estar convencido de que a Moreyra le disparó dentro de su casa y no en la vereda, a 40 metros de su domicilio, cuando el ladrón y sus cómplices escapaban. Jura que no apuntó y que disparó al voleo.
-¿Cuándo supo que había matado a un delincuente?
-Me enteré después, cuando llegó la policía. Pregunté si se lo habían llevado en una ambulancia y me respondieron: "Mire que está frito...". Pensé que se me venía el mundo abajo. Hasta que lo palpé para ver si tenía armas, respiraba.
-¿Y qué sintió en ese momento, al enterarse?
-Me sentí muy mal. No paro de mandarle condolencias a la familia. Pero es a mí a quien entraron en la casa. Yo soy el que se defendió de una agresión. Hay que estar en ese momento.
-¿Se arrepiente de algo?
-Tengo la tranquilidad de que a estas personas no las fui a buscar. Yo estaba en mi casa tranquilo, descansando. Tengo casi 71 años, no tengo la fuerza que tenía este muchacho [Moreyra]. Nunca me voy a vanagloriar de haberle quitado la vida a una persona. No nací para esto, pero sucedió.
-¿Lo volvería a hacer?
-Si mi vida o la de mi familia estuviesen en peligro lo volvería a hacer. Es la vida de uno.
-¿Le recomendaría a la gente que tenga armas?
-No quiero ser un consultor sobre este tema. Que cada cual se haga responsable de sus actos. Yo sí, yo tendría armas nuevamente, obviamente que todo legal.
-¿Hace mucho que compró la pistola?
-La compré hace un año y algo. La compré por seguridad.
-¿Sabía disparar?
-Sí, sabía. Pero no es lo mismo hacer práctica de tiro que disparar en un momento como el que viví. El instructor te explica que hay que estar tranquilo, pero cuando te pasa una situación como la que pasé hay que decidir en una fracción de segundo para salvar tu vida y capaz que cometes errores de procedimiento.
-¿Qué errores?
-Varias personas me dijeron que no tendría que haber salido de mi casa.
-¿Cómo imagina el futuro? ¿Piensa que va a ser absuelto?
-Hay mucha gente que me entiende. Me llamaron hasta de China. Mis abogados [por Soto y Cid Aparicio] se van a encargar de la parte técnica.
-Después de lo que vivió y el hecho de haber sufrido un robo y haber matado a un ladrón, ¿cómo son sus días?
-Me cuesta conciliar el sueño. Hay ciertas películas que no puedo ver. Antes miraba películas de robos y ahora me ponen mal. Tengo miedo de dormir. Me quedó grabado el ruido de los pasadores cuando se cierra la puerta de hierro del calabozo. Se te cae el mal encima. Es muy bravo ese momento.
-¿Qué extraña de su anterior vida?
-La libertad. Charlar con mis vecinos. Mi hijo tiene un taller en mi casa, taller que perdió porque ya no podemos volver. No quiero volver ni quiero que vuelva a mi familia. Esta gente [los delincuentes] no tiene códigos.
-¿Qué es lo último que recuerda de esa madrugada?
-Que volví a mi casa y caí al lado de la puerta de entrada. Tenía mucho frío. Temblaba y ahí vi que tenía todo el brazo con sangre… Es bravo cuando uno se ve herido.
-¿Entonces no recuerda si disparó en la vereda, cuando el delincuente estaba herido en el suelo?
-En el patio disparé. Yo tiré en el patio. Cinco veces, creo. Después no recuerdo lo que pasó.
-¿Qué siente cuando ve los videos que se conocieron [las imágenes del delincuente herido en la vereda y él acercándose]?
-Me asusté más que antes. No nos olvidemos que yo estaba solo, de madrugada y cinco ladrones irrumpieron en mi casa. No entraron una vez. Fueron tres veces en esa madrugada.
-¿Sabía que iba a ir preso?
-Yo sabía que algo me iba a pasar a mí también. Llamé a mi hijo Federico y le pedí que viniera a casa porque estaba herido. Cuando llegó me quitó el arma. Puso la pistola en una caja porque me vio tan mal que tenía miedo que me pegara un tiro.
-¿Esa madrugada tuvo miedo de morir?
-La vi jodida. Pensé que el delincuente [Moreyra] me iba a clavar el destornillador o un punzón en el ojo. Me llegó a tocar un nervio. Si me clavaba el destornillador en el ojo me mataba. No llegó a apuñalarme porque yo lo tenía agarrado de la mano. Yo trataba de que soltara el destornillador. Le gritaba "¡tirate al suelo, tirate al suelo!". Pero no se achicó. Me quedó grabada la fuerza que tenía ese chico. Me azotó y me arrastró por el piso. Me golpeó con mi arma en la sien. Los golpes en el piso fueron muy bravos. Todavía recuerdo una patada que me pegó.
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