Según un informe médico, Sonia Molina habría muerto si no recibía asistencia
Es la mujer que estuvo cautiva durante tres meses en una casa en Coronel Suárez; cuando escapó, estaba golpeada, deshidratada, con lesiones en los genitales y con bajo peso
Bahía Blanca.- Dos médicos declararon hoy que Sonia Molina, quien estuvo cautiva durante tres meses en una casa de Coronel Suárez en 2012, hubiera muerto si no recibía asistencia médica cuando escapó, debido al mal estado físico en el que fue encontrada producto de golpes, deshidratación y falta de peso, entre otros factores.
Los profesionales, quienes también dijeron que Molina tenía lesiones genitales, declararon en el marco del juicio oral que se realiza en Bahía Blanca por el caso a la periodista Estefanía Heit y a su esposo, el supuesto pastor Jesús Olivera.
Heit, de 29 años, y Olivera, de 28, están detenidos desde noviembre de 2012 luego de que Sonia Molina, de 33, denunció ante la policía de Coronel Suárez que acababa de escapar de la casa de la pareja, en la que había estado cautiva durante tres meses.
Según el testimonio de Molina, el 12 de noviembre de 2011 la periodista y su esposo la privaron de su libertad y la sometieron a tormentos y abusos, al tiempo que la despojaron de todos sus bienes con un ardid motivado en cuestiones religiosas, ya que Olivera decía ser un pastor.
La víctima aseguró que no podía escaparse de la casa porque Olivera la custodiaba todo el día.
"El calvario que viví me dejó marcada para siempre", relataba Sonia Molina en una reciente entrevista con LA NACION, quien estaba intentando recuperar su vida normal. Ella volvió a Río Colorado a vivir con su madre, Mónica. Allí también está su hija, de 12 años, que vive con el padre, pero la visita todos los fines de semana.
Según denunció Molina ante la Justicia, durante tres meses, Heit y su marido, la habían mantenido encerrada en su casa, sometiéndola a agresiones físicas y verbales, y abusando sexualmente de ella. Los detalles del cautiverio son escabrosos: dijo que le daban comida para perros, que le hacían tomar orina, que la quemaban con encendedores, que le tiraban insecticida en los ojos.
"Pasé por muchas etapas. Hubo momentos en que no quería salir de la casa ni ver a nadie, sólo a mi hija y mi mamá. Recuperar mi vida social está siendo muy difícil, me siento expuesta, observada, y el miedo está siempre presente. También me doy cuenta de que para la gente es difícil relacionarse conmigo, no saben cómo tratarme."
Desde que le dieron el alta hospitalaria, Molina cumple con un estricto tratamiento físico y psicológico, además, debe recuperar los 20 kg que perdió en el cautiverio.
Agencia Télam