Carlos Eduardo Robledo Puch fue apresado el 4 de febrero de 1972; fue condenado a reclusión perpetua por once homicidios; es el mayor asesino serial de la historia penal argentina
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El 4 de febrero de 1972, Lisardo Moure, secretario del juzgado penal N°3 de San Isidro, recibió una llamada del subcomisario Felipe D’Adamo. Le avisaba que tenía un preso que había confesado el asesinato de Manuel Acevedo, sereno de la ferretería Masseiro, de Carupá. El entonces joven funcionario judicial dispuso el traslado del sospechoso al juzgado, ubicado en el segundo piso de Martín y Omar 129, frente a la estación de trenes de San Isidro, para tomarle declaración.
Pasado el mediodía, de una jornada calurosa, el móvil de la comisaría de San Fernando estacionó frente al viejo edificio de los Tribunales de San Isidro y los policías llevaron al joven, de físico esmirriado y cabellos rubios y revueltos, al despacho del juez Víctor Sasón.
Allí, el magistrado hacía las preguntas y Faure consignaba en la máquina de escribir la declaración del imputado. Primero, Sasón le pidió al imputado que dijera su nombre: Carlos Eduardo Robledo Puch. Después de aportar sus datos, el acusado comenzó a detallar su raid de homicidios.
Luego de más de cuatro horas de declaración, el magistrado consideró que era necesario realizar la reconstrucción de todos y cada uno de los asesinatos que Robledo Puch había descripto.
Entre los expedientes que se instruían en el juzgado figuraban las causas 10.530 y 12.072, por los homicidios de Raúl Delbene y Juan Rosas, respectivamente.
“Me llamó el comisario de San Fernando y me dijo que habían detenido al autor del homicidio del sereno Delbene, del supermercado Rolón, de Boulogne. Entonces le pedí que trasladaran al sospechoso al juzgado”, recordó Moure a LA NACION.
Primeras pistas
La policía había llegado hasta Robledo Puch a partir de la investigación del homicidio del sereno Acevedo. El 3 de febrero de 1972, Robledo Puch y su cómplice, Héctor Somoza, entraron en la ferretería Masseiro, de San Fernando, y mataron a Acevedo. Cuando estaban por violentar el cofre, por una cuestión que jamás se pudo develar, Robledo Puch asesinó a su cómplice.
Debido a que no tenía posibilidad de deshacerse del cuerpo, con el mismo soplete que había abierto la caja fuerte quemó el rostro y las huellas dactilares de Somoza, con la intención de evitar que su cómplice fuese identificado. Pero al abandonar la escena del crimen no advirtió que Somoza tenía la cédula de identidad en uno de sus bolsillos. Ese detalle preludió el final de los asesinatos del Ángel de la Muerte.
El juez Sassón y el fiscal Cubría revisaron la escena del doble homicidio. En un momento de la inspección, el representante del Ministerio Público advirtió un elemento que sobresalía del bolsillo de la camisa del cadáver quemado. Con la ayuda de su lapicera, el fiscal extrajo una cédula de identidad. Así identificaron el cuerpo.
A partir de este hallazgo, los policías a cargo del subcomisario D’Adamo no demoraron en llegar hasta la casa de Somoza, en Villa Adelina. Allí, los investigadores fueron atendidos por la madre de Héctor, quien les habló de Carlos, el chico de pelo enrulado rubio y ojos celestes amigo de su hijo.
“Estaba sereno y tranquilo. Relató con precisión y detalles cómo había matado al sereno. El juez Sassón preguntaba y yo escribía. Durante la declaración los funcionarios judiciales le preguntaron circunstancias de los homicidios que no habían trascendido a la prensa y respondió con certeza. Entonces le pregunté cómo era posible que se acordara de tantos detalles y me contestó: ‘Matar es una cosa fuerte y de eso uno nunca se olvida’. Por tal motivo no tengo ninguna duda de la responsabilidad de Robledo Puch en los hechos que se le adjudicaron. Es imposible que alguien relate con tanta precisión los asesinatos si es que no estuvo ahí”, recordó Moure 50 años después.
Luego de la indagatoria, aquella misma tarde se hizo la reconstrucción de uno de los homicidios. Terminaron a las cinco de la mañana del día siguiente. Consultado sobre si, en su opinión, Robledo Puch nació o se hizo homicida, Moure respondió: “Esa cuestión nunca fue contestada, pero le puedo decir que Robledo Puch tenía una vocación delictiva y homicida”.
En 1980, la Cámara Penal de San Isidro condenó a Robledo Puch a reclusión perpetua, más la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, por 11 asesinatos, 17 robos y dos violaciones. La cláusula de la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado impidió al Ángel de la Muerte recuperar la libertad.
Para que pueda abandonar la cárcel es necesario que primero acceda a la libertad condicional. Y el requisito exigido para obtener ese beneficio es un estudio psicológico favorable. Hasta el momento, todos los informes en ese sentido fueron negativos. Por eso Robledo Puch sigue en prisión después de 50 años.
Seguidilla infernal
Su primera víctima fue José Bianchi, sereno de una casa de repuestos de autos situada en Ricardo Gutiérrez al 1500, Olivos.
El 3 de mayo de 1971 Robledo Puch y Jorge Ibáñez, su cómplice, irrumpieron en el local tras saltar la pared de una estación de servicio vecina. El Ángel de la Muerte le disparó dos balazos al sereno. También baleó a la esposa; creyendo que estaba muerta, la abandonó ensangrentada y huyó con 350.000 pesos y una palanca de cambios para el Fiat 600 que preparaba para correr picadas.
La mujer se arrastró hasta la puerta del local pidió ayuda y logró sobrevivir. Aportó detalles de uno de los atacantes, al que describió como un chico rubio, de ojos celestes.
Dos semanas después, Robledo Puch e Ibáñez irrumpieron en la boite Enamour, situada junto al río, en Olivos. Aprovecharon que Pedro Mastronardi y Manuel Godoy, gerente y encargado del local, dormían, para matarlos y llevarse el dinero de la recaudación.
Entre aquella madrugada y el 5 de agosto de 1971, Robledo Puch e Ibáñez siguieron con los robos y con su raid de sangre y fuego. Asesinaron a Juan Scattone, sereno del supermercado Tanti, de Olivos.
En el siguiente ataque mataron de cinco tiros a Virginia Rodríguez, de 16 años. Antes de asesinarla, la llevaron hasta la ruta Panamericana y la violaron.
Ana María Di Nardo, una aspirante a modelo de 22 años, fue la siguiente. Después de engañarla para que abordara la coupé Dodge GTX que habían comprado, Ibáñez y Robledo Puch tomaron hacia la Panamericana. Como la joven se resistió a que la violaran, Robledo Puch le disparó seis balazos por la espalda y abandonó el cuerpo a diez cuadras de donde 11 días antes había matado a Rodríguez.
Increíblemente, hasta ese momento, la policía bonaerense no había logrado esclarecer los seis asesinatos ni unificar pistas o sospechosos, a pesar de que todos los homicidios ocurrieron en una misma zona, entre la Panamericana y el Río de la Plata, desde General Paz hasta Carupá. Esta falta de acción policial permitió que Robledo Puch siguiera desplegando su furia asesina.
Pero el 5 de agosto de 1971 se produjo un episodio que marcó el principio del fin para el Ángel de la Muerte. Ibáñez, su cómplice y amigo de la infancia en Villa Adelina, perdió la vida cuando chocaron con la coupé Dodge GTX. Sin Ibáñez, a Robledo Puch no le quedó más opción que buscarle reemplazante y confió en otro vecino del barrio, Héctor Somoza, a quien miraba con recelo: creía que robaba para llevarle la contra a la madre y no porque tuviese un “sentimiento criminal”.
Tras una pausa de tres meses, el 15 de noviembre de 1971, Robledo Puch y Somoza entraron a robar en el supermercado Rolón, de Boulogne, y mataron al sereno Delbene. Estaba de turno el juez en lo Penal N°3 de San Isidro, Víctor Sassón, que le dedicó especial energía a la investigación del caso, reflejado en el expediente N°10.530. La sangre fría del asesino, que había matado por no haber encontrado dinero en las cajas de seguridad, había llamado la atención del magistrado.
Para esa época, las presunciones de Robledo Puch sobre el “mal aura” de Somoza se confirmaban: con su nuevo compañero no obtenía el mismo dinero que estaba acostumbrado a conseguir con Ibáñez como cómplice.
El 17 de noviembre robaron en una agencia de autos situada en Avenida del Libertador al 1900 y mataron al sereno Juan Carlos Rosas. La investigación de este homicidio también quedó en manos del juez Sassón. La descripción del asesinato realizada por los policías que iniciaron el sumario N°12.072 alertó al magistrado. Tanto Delbene como Rosas eran serenos; ambos habían sido asesinados mientras dormían.
Una semana después, Robledo Puch y Somoza irrumpieron en otra agencia de autos: Puigmartí, situada en Santa Fe al 1000, Martínez. Luego de matar al sereno Serapio Ferrini huyeron con un millón de pesos ley que había en la caja fuerte. Aunque fue un golpe exitoso por el monto, Somoza nunca lograría ganarse la confianza de Robledo Puch. Su buena suerte le duraría poco más de dos meses.
El 4 de febrero de 1972 fue detenido por otros dos homicidios y nunca más recuperaría la libertad. Solo estuvo tres días fuera de la cárcel, cuando huyó de la Unidad 9 de La Plata y fue recapturado cerca de la confitería Munich, de San Isidro.
Hoy, Robledo Puch está detenido en el pabellón de adultos mayores del penal de Melchor Romero. Es el preso más antiguo del sistema penal argentino.
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