San Miguel del Monte: "Hay alumnos llorando en las aulas", la tristeza en la escuela de las víctimas
SAN MIGUEL DEL MONTE.– "¡Entendeme, mamá!", dijo Esteban. Y su familia notó que ese tono de voz duro contrastaba con la suavidad que caracteriza al adolescente de 17 años. "No quiso ir a la escuela y se encerró a jugar videojuegos y a escuchar música", explicó a LA NACION la madre del joven, una vecina que participa de forma activa en la misma comunidad educativa que integraban las víctimas de la persecución fatal. "Mi hijo está procesando -a su manera- todo lo que pasó; él sabía que en el colegio iban a estar todos muy tristes", asegura.
En los alrededores de la escuela Crucero General Belgrano, donde concurrían los tres adolescentes muertos tras la persecución policial en San Miguel del Monte, impera la tristeza. Las miradas esquivas y la rabia confirman que esta "ciudad con alma de pueblo" asiste a su peor tragedia reciente
"Hay alumnos llorando en las aulas. Todos los chicos están muy asustados, y nosotros estamos trabajando para contenerlos", dijeron a LA NACION desde la institución, adonde llegaron hoy inspectores estatales para coordinar estrategias que permitan mitigar el impacto de la tragedia en el ánimo de los jóvenes.
Durante una recorrida por la zona, los vecinos confirmaron un punto común, generalizado: aquí habitan jóvenes y adolescentes que disfrutan de la calma de los campos bonaerenses y ocupan para su esparcimiento los espacios públicos de San Miguel del Monte; jóvenes sanos, que reciben cada vez con mayor intensidad inquietudes y tendencias sociales y de consumo desde la ciudad de Buenos Aires y amplificadas por las redes sociales. Pistas de skate, rap, mates junto a la laguna, interminables partidos de fútbol. "Nuestros chicos salen a pasear y a mirar el cielo", explica una madre.
Pero frente a ellos, según describieron los vecinos, estos jóvenes encuentran una policía poco instruida e integrada mayoritariamente por agentes que fueron desplazados en sus puestos de origen y confinados como castigo en esta humilde y tranquila localidad.
En la esquina de la escuela, la madre de Esteban -que prefiere no revelar su nombre- contó a LA NACION cómo agentes de la bonaerense ingresaron dos años atrás a su domicilio, con escopetas cargadas con cartuchos de plomo, persiguiendo a uno de sus hijos que huyó por el temor que todos los adolescentes sienten frente a las requisas en este sitio.
"Lo que le pasó a los chicos que murieron en la persecución podría haberle pasado a mis hijos", dijo la madre del joven.
Junto a ella, una segunda mujer llamada Ana María dice que una semana atrás su hijo de 23 años fue hostigado, humillado y requisado cuando caminaba con su novia luego de comprar un perfume con los pocos pesos que cobra por trabajar todo el día en una construcción. "Fue tal el miedo que los policías le infundieron a mi hijo, que ya no quiere salir a la calle. Respecto de las víctimas de la persecución, no hay palabras para describir lo que pasó. Es algo horrible que nunca vivimos".
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