Ruego de madre. Pide que el policía que confundió a su hijo con un ladrón y lo mató vaya preso, ya que un juez lo dejó libre
La víctima, Juan Encina, había llevado a su pareja a la estación de trenes de Burzaco y volvía a su casa en moto cuando se topó con el suboficial Ernesto Montero, que le disparó al creer que era uno de los motochorros que acababan de intentar robarle
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En una casa de Burzaco, en la zona sur del conurbano bonaerense, hay un festejo triste. Nora Barrera, la anfitriona, recibe y deja hacer a los amigos de Juan Ignacio Encina, su único hijo: encienden el fuego de la parrilla y llenan vasos con cerveza y Fernet. Ese día, Juan hubiese cumplido 31 años si el teniente primero de la Policía de la Provincia de Buenos Aires Ernesto Jorge Gerardo Montero, su vecino, no le hubiera disparado al pecho al confundirlo con un ladrón.
“¿Cómo puede ser que haya matado a una persona inocente que solo pasó por el lugar y el momento equivocados? A mi hijo lo tengo que ir a ver al cementerio, mientras él está en libertad, ni siquiera una pulsera le pusieron, está como si nada en la calle. Lo único que pido es que se pudra en la cárcel”, se lamenta Nora.
El sábado 5 de agosto, alrededor de las 7.30, Juan volvió en moto a su casa en la calle Estrecho de Beagle, casi esquina España, de Burzaco. Hacía diez minutos que había salido para llevar a su novia hasta la estación de trenes, desde donde ella iría a su trabajo en el Club Alemán, cerca del Parque Industrial.
Juan, que no se demoró porque lo esperaba su hija de seis años, nunca se enteró de que unos segundos antes dos delincuentes a bordo de una moto habían intentado asaltar al policía Montero, conocido en el barrio por el apodo “Corcho”, que vive enfrente de su casa.
De acuerdo a las imágenes capturadas por las cámaras de seguridad municipales, una chica se bajó de la moto y Montero, vestido de civil, sacó su arma reglamentaria y disparó contra el piso, provocando la huida de la pareja asaltante. La fatalidad hizo que justo en ese momento Juan se cruzara con Montero. La bala que perforó el pecho del joven fue solo decisión del policía. Juan Encina nunca supo lo que pasó ni quién le disparó.
“Yo estaba en el baño –recuerda la madre– cuando escuché el disparo y, acto seguido, los gritos de Juan pidiendo que le abriera la puerta. Le pregunté qué le había pasado, se levantó el buzo y me dijo ‘me dispararon, ma’. Detrás de él entró el policía con los cascos de mi hijo y de la novia y me dijo ‘Nora, te entro la moto porque quedó en la calle’. Otro vecino que llegó con su auto le dijo a Juan que se subiera para llevarlo al hospital. El policía agarró su mochila y también se subió al auto, pero en ningún momento dijo que él había sido el que disparó. Yo me quedé cuidando a mi nieta hasta que llegó mi sobrino. Nadie sabía lo que había pasado, imaginate que los que me llevaron al hospital después fueron los padres del policía. Todos pensábamos que a Juan le habían querido robar la moto”.
El hijo de Nora ingresó al hospital Oñativia, de Rafael Calzada, con una hemorragia interna que obligó a una cirugía de urgencia. La intervención duró cuatro horas. El daño que había sufrido en el riñón era tan grande que las chances de sobrevivir, según el pronóstico de los médicos, eran del diez por ciento. Juan soportó diálisis, el retiro de un litro de líquido de los pulmones y un infarto durante una nueva operación que le dejó el corazón de una persona de 80 años.
El jueves 10 de agosto, cinco días después de recibir el disparo de su vecino, murió como consecuencia de un paro cardíaco.
“Un claro caso de gatillo fácil”
Alguien del otro lado de la línea del celular le dijo a Nora quién había matado a su hijo. Mientras estaba en el hospital, un policía de la comisaría 2ª de Burzaco la llamó para preguntarle por la evolución de Juan. También le informó que por el hecho ya tenían un detenido y que era su vecino de toda la vida.
“Montero salió del hospital y se entregó. Yo estaba sentada con los padres de él cuando me llamaron. Les conté, se levantaron y se fueron enseguida”, contó Nora.
Montero, que pasó 30 de sus 50 años vistiendo uniforme, declaró que Juan se le “apareció de golpe”, que pensó que era uno de los motochorros y que no lo reconoció hasta que se sacó el casco.
“Escucho que dicen, ‘dame el celular y las cosas’, y es ahí cuando yo veo que la femenina que iba atrás hace el gesto de sacar el arma de fuego; al mismo tiempo yo reacciono y saco mi arma reglamentaria y doy la voz de ‘alto policía’. Al no tener cubierta física, hago un disparo al piso para tratar de que desistan de la actitud y a fin de no herir a persona alguna, y es ahí cuando se dan a la fuga”, explicó.
Pero Montero agregó que cruzó la calle “viendo para el lado que se van ellos, y es en ese segundo donde pasa la otra moto y es cuando efectúo un disparo”.
“Por la experiencia que tengo de policía –se justificó– es que siempre andan de a dos motos robando”.
El fiscal Jorge Grieco lo imputó por “homicidio agravado por resultar miembro de una fuerza de seguridad”, que prevé la pena de prisión perpetua, Sin embargo, el juez Juan José Ruiz, del Tribunal de Garantías N°5 de Lomas de Zamora, lo dejó en libertad al considerar su caso como un “error de prohibición que afecta la culpabilidad”.
Juan Encina trabajaba de lunes a viernes con un martillero público haciendo remates y ocupándose de las entregas. Con mucho esfuerzo había logrado comprarse la moto en marzo pasado y tenía proyectos de viajar a España junto a su hija y su novia.
En su tiempo libre le gustaba jugar al fútbol, tanto que hasta armó un equipo para jugar campeonatos en la zona sur: el año pasado salieron campeones. Durante 2023 no había podido jugar por una lesión en la rodilla. Montero lo conocía desde que tenía dos años.
“Un policía que es jefe de calle con 30 años de servicio, ¿no está preparado para una situación como la que vivió? Dijo que tuvo miedo y disparó, pero nos arruinó la vida. Él ahora puede estar con sus hijos, su mujer y sus padres, mientras nosotros, los pobres, pagamos el precio de no tener justicia. Esto es un claro caso de gatillo fácil. Yo antes miraba por televisión a esas madres pidiendo que los asesinos vayan a la cárcel. Ahora me toca a mí”, concluyó Nora.
Para el juez, el policía cometió un “error invencible” y lo dejó en libertad
Luego de dispararle a su vecino Juan Encina y de acompañarlo al hospital sin decir nada de lo que había pasado, el policía bonaerense Jorge Montero se presentó en la comisaría 2ª de Burzaco y confesó el hecho. Allí permaneció detenido unos veinte días hasta su traslado a una alcaldía del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB).
Durante ese tiempo, el fiscal Jorge Grieco pidió la prisión preventiva alegando lo acostumbrado en casos donde está involucrado algún miembro de una fuerza de seguridad: peligro de fuga y entorpecimiento de la investigación.
El 7 de septiembre pasado, sin embargo, el juez Juan José Ruiz, a cargo del Juzgado de Garantías Nº5 del Departamento Judicial Lomas de Zamora, lo dejó en libertad al entender que había existido un “error de prohibición”; esto se interpreta de la siguiente manera: que, al momento de realizar la acción, Montero pensaba, de forma equivocada, que su actuación era lícita.
“El juez dice que fue un acto de legítima defensa porque antes hubo un ataque previo de parte de la pareja que iba en la moto. El policía creyó que estaba disparando contra los ladrones y eso afecta la culpabilidad porque no actuó con conocimiento de matar a mi hijo. Según el juez cometió un error invencible y por eso no se le puede achacar el delito. Lo que no dice el juez es que, en este caso, la única víctima es mi hijo”, se queja Nora Barrera.
Montero, en tanto, se instaló en Rafael Calzada para no volver a su casa ubicada a pocos metros del vecino que conocía desde hacía casi treinta años y al que mató de un disparo a quemarropa.
La familia y amigos de Juan ya adelantaron que se movilizaran hasta los tribunales de Lomas de Zamora para repudiar la libertad del asesino.
“Este juez se vendió, porque si yo mato a alguien para defenderme enseguida me funden en la cárcel. Este tipo mató a una persona inocente y está libre. Es una total impunidad. Los policías siempre están protegidos por los jueces y para las víctimas solo queda una justicia lamentable”, concluye Nora.
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