Rosario sangrienta: quién era Carlos Argüelles, el mecánico arrepentido que sabía que iban a matarlo
Después de decidir convertirse en “imputado colaborador” y declarar en contra de su exjefe, un poderoso narco, el mecánico se negó a ingresar al programa oficial de testigos protegidos, lo que lo hubiese obligado a cambiar de ciudad; había aceptado tener custodia en su casa, pero no en el taller donde, finalmente, lo ejecutaron de tres tiros
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A pesar de que lo buscaban para matarlo desde que declaró contra su exjefe narco, el mecánico Carlos Argüelles se negaba a ingresar en el Programa Nacional de Protección de Testigos, lo que lo obligaría a irse de Rosario. Solo accedió, según confiaron fuentes del Ministerio de Seguridad de Santa Fe, a tener custodia policial en su casa, pero no en su taller, donde, finalmente, tres sicarios lo ejecutaron este lunes.
El testimonio de Argüelles iba a ser clave en el juicio contra el líder narco Esteban Lindor Alvarado. En su rol de “imputado colaborador”, la figura que en Santa Fe se asigna al “arrepentido”, este mecánico de 46 años conocía desde adentro la historia criminal de su exjefe, que le delegaba los trabajos para adulterar autos de alta gama que después vendían en la zona norte de Buenos Aires.
En el Ministerio de Seguridad de Santa Fe sospechan que Argüelles no quería irse de Rosario ni tener custodia en su taller porque seguía dedicándose a tareas oscuras. A la vez, sabía que iban a matarlo. Eso les decía a los funcionarios judiciales cada vez que iba al Centro de Justicia Penal. “Me van a ejecutar”, admitió en innumerables ocasiones. Sin embargo, según explicaron fuentes del caso a LA NACION, no podía manejarse con la custodia, a la que abandonaba o de la que decía escapar.
Fuentes del Ministerio Público de la Acusación (MPA) señalaron que desde que declaró contra Alvarado, Argüelles tuvo custodia de la Gendarmería, de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) y luego de la policía de Santa Fe. No quiso entrar en el Programa Nacional de Protección a Testigos e Imputados, que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Según fuentes del Ministerio de Seguridad federal, desde el 3 de octubre del 2020, por orden del MPA provincial, las tareas de protección fueron reasignadas a la Unidad Especial de Protección de Testigos, Víctimas Vulnerables y Querellantes de Santa Fe.
En la cartera de Seguridad de Santa Fe señalaron que tampoco se quiso plegar al programa provincial, y que solo accedió a una custodia en su residencia. “Era un hombre muy complicado, que tenía la certeza de que lo iban a matar, pero a su vez no quería que lo protegieran”, apuntaron fuentes de la investigación. “Hay que entender que Argüelles era imputado colaborador, es decir, había pertenecido a una organización criminal. No era un testigo cualquiera que decide declarar en un juicio”, afirmaron fuentes judiciales.
El crimen
La principal hipótesis es que el crimen del mecánico está vinculado a Alvarado, quien actualmente está detenido en el penal de Ezeiza y este año afrontará dos juicios, uno por homicidio y asociación ilícita y lavado de dinero en el fuero provincial y otro por narcotráfico en el federal.
Minutos después de que se concretara este crimen, la policía detuvo a cuatro personas que se movían en un VW Fox, el modelo del auto que se usó en el ataque. Dentro del auto secuestraron una bomba molotov. Se sospecha que la iban a usar para quemar el vehículo.
Argüelles ya había sido blanco de un ataque el 28 de enero pasado, cuando fue emboscado mientras transitaba con su camioneta Ford EcoSport, junto a su familia. Lo interceptaron un auto gris y una moto desde donde le dispararon varias veces. Pero las balas no lo alcanzaron. Un taxista realizó las tareas de inteligencia y dos jóvenes trataron de ejecutarlo, pero fallaron. Habían recibido órdenes desde la cárcel de Piñero, de parte de Alejandro Núñez, alias Chucky Monedita.
El mecánico fue imputado en 2016 por los fiscales de la Agencia de Criminalidad Organizada Matías Edery y Luis Schiappa Pietra como uno de los testaferros del narco Esteban Alvarado. Luego, accedió a una morigeración de la pena al declarar en contra de su jefe, como imputado colaborador, una figura similar a la del arrepentido.
Como reveló LA NACION en junio pasado, desde el penal de Piñero Chucky Monedita ordenó atacar al mecánico, que antiguamente refaccionaba y adulteraba autos del clan Alvarado. Desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero, este recluso tramó el crimen que debía concretarse antes de que Argüelles declarara en la causa contra uno de los principales narcos de Rosario.
Matar a Argüelles no parecía una tarea sencilla, porque debido a su condición de testigo protegido contaba en ese momento con una custodia policial. Según la investigación que realizaron los fiscales Pablo Socca y Valeria Haurigot, el encargado de planear el crimen de Argüelles era Jonatan Ribles, que contaba con la “ayuda” del taxista Jorge Ojeda para realizar las tareas de inteligencia. El joven usaba ropa de la Empresa Provincial de Energía y de Aguas Provinciales para evitar ser descubierto cuando hacía los seguimientos a las víctimas, según describieron los fiscales en la audiencia.
Ribles y Ojeda siguieron los pasos del “blanco” durante varios días. A través de WhatsApp, el taxista detallaba los movimientos del mecánico al que debían matar. “Dos veces tocó bocina. Le abrieron al toque [el portón] al viejo. Se ve que manda un mensaje antes”, describió Ojeda a Ribles en un mensaje que le envió a su celular.
Desde la cárcel, Chucky Monedita debía apurar al sicario para que actuara. Lo presionaba para que llevara adelante el atentado, pero Ribles no encontraba el momento apropiado para matarlo. Una complicación era la custodia policial.
Cansado de las ideas y vueltas, desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero, el jefe de la banda le ordenó a Ribles: “Andá a ver al tachero y seguilo. Andá y ponelo de cheto. No le podés errar”. El 28 de octubre a las 14.29, Ribles admitió que volvió perder a la víctima. A Argüelles no lo mataron solo porque fallaron.
En enero pasado, cinco días antes de declarar, el mecánico fue blanco de una emboscada cuando se trasladaba con su familia en una Ford EcoSport. Le dispararon desde una moto y una camioneta Peugeot Partner, pero salió ileso.
“Es la tercera vez que me amenazan o bien me entero de que van a matarme. Cuando tomé la decisión de declarar, en el futuro juicio a Alvarado, sabía a lo que me arriesgaba; pero creo que es un acto justo declarar y que Dios me protege”, admitió el mecánico, según publicó el diario La Capital. Este lunes fue blanco de un nuevo ataque y murió de tres disparos.
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