Rosario: la terrible historia narco detrás del triple crimen de una pareja y su beba
ROSARIO.– Después de la lluvia y el viento intenso de la tarde, a las 20.40 la ráfaga de ametralladora resonó en Empalme Graneros y en la calle quedaron desparramados los cuerpos de una pareja con su beba de 18 meses. Los tres fallecieron en este nuevo ataque con sicarios a la familia Albornoz, que es una de las pioneras en esta ciudad en la instalación de las primeras cocinas de cocaína hace 20 años.
Las víctimasChristopher Albornoz y Florencia Corvalan, ambos de 21 años, y su hija de un año y medio Chelsi Albornoz, fueron derivadas a los hospitales de la zona norte y de Emergencias pero fallecieron como consecuencia de este ataque que se inscribe en el recrudecimiento de esta guerra narco por territorio que provocó 38 homicidios en lo que va del año. Fueron atacados desde un auto en pleno Empalme Graneros, una zona que habían abandonado los Albornoz y ahora retornaron.
A pesar de que se coordinan operativos entre las fuerzas provinciales y federales, como se dispuso a mediados de enero pasado, la violencia derivada de la pelea entre bandas dedicadas al narcomenudeo sigue derramando sangre, en una espiral que suma capítulos nuevos, tras el ataque al Centro de Justicia Penal y al casino de Rosario.
Christopher Albornoz, quien conducía la moto donde encontró la muerte con su pareja y su hija, es de una familia que tiene tres generaciones en la geografía narco de Rosario, cuando a fines de los 90 Miguel Ángel Albornoz, alias Caracú, su abuelo de 72 años, decidió comprar pasta base en Bolivia para convertirla en cocaína en Rosario, y así acortar costos y sumar dividendos a ese negocio que expandieron en la zona oeste, sin tocar territorio de la banda de Los Monos.
Caracú dejó en manos de sus hijos el manejo del negocio de la droga. Miguel Ángel y Gustavo pasaron desde hace una década a regentear los búnkeres donde los crímenes se repitieron a lo largo de los años. La base de este clan fue históricamente Empalme Graneros, un barrio históricamente pobre, atravesado por las falencias urbanas y las carencias sociales, donde convivían a balazos con otro jugador de peso en ese periodo de prehistoria del narcotráfico en Rosario, Roberto del Valle Padilla Echagüe, conocido como Tuerto Boli, que fue asesinado el 4 de diciembre de 2012.
A pesar de estar hace tiempo en los radares de la policía y la justicia, recién en abril pasado enfrentaron 17 allanamientos en propiedades de Rosario y Granadero Baigorria.
Los allanamientos fracasaron en cuanto a secuestro de estupefacientes, aunque se incautaron teléfonos celulares, dinero y vehículos. Están en libertad aunque la causa que investiga la fiscal Adriana Saccone continúa.
Los Albornoz habían estado complicados en mayo de 2013, pero también fueron liberados por falta de mérito, aunque el capo de la banda, Leonardo Popea, fue condenado cuatro años después a ocho años de prisión en un juicio abreviado.
Luego, en 2017 Gustavo Albornoz fue detenido en un allanamiento en su casa en Ecuador 200 bis, pero solo se encontró un arma, y casi nada de droga. Su hermano Miguel Ángel tuvo una histórica relación de afinidad con la barra de Rosario Central.
Este clan manejaba un búnker en Magallanes al 300 bis, donde en junio de 2015 ocurrió un hecho trágico, que provocó conmoción. Fue asesinado Rolando Mansilla, un chico de 12 años que custodiaba el búnker de Albornoz arriba del techo. El pibe tenía un brasero para calentarse del frío. Le dispararon desde una moto y lo mataron de un tiro que le entró en el ojo. Dos disparos impactaron en sus piernas. Su hermano de 10 años era quien entregada las dosis a los compradores de cocaína que llegaban al barrio. El niño estaba encerrado en el búnker con un perro Rottweiler, donde no podía salir y debía hacer sus necesidades en botellas de plástico.
En otro búnker de la banda habían asesinado tres años antes a Javier Alegre, de 25 años, que custodiaba el punto de venta de Felipe Moré y Humberto Primo. El 9 de febrero de 2017 otro menor fue víctima de estas batallas demenciales por territorio, cuando asesinaron a Kevin Aguirre, un chico de 16 años. Los familiares incendiaron el búnker como respuesta y con impotencia. Pero esa postal ya había girado en el barrio desde hacía tiempo, porque el búnker de Magallanes al 300 bis fue derrumbado varias veces, una de ellas, con la puesta en escena del propio ex secretario de Seguridad Sergio Berni en 2014, luego de que ese punto de ventas fuera allanado por la Prefectura. Pero las muertes y los búnkeres siguieron funcionando y provocando dolor en ese barrio atravesado por las carencias.
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