La peligrosa misión de describir con las letras de rap una realidad atravesada por la mafia narco
Oscar Bravo escribió la canción Rosario Sangra después de la ola de crímenes; su compañero en el grupo, Ariel Ávila fue asesinado hace una década porque sus letras “molestaban”
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El estribillo resonaba sin pausa y frenético: “El barrio está peligroso”, como si fuera una profecía maldita hace una década en Empalme Graneros, una zona del oeste de Rosario, repleta de cicatrices que dejan la violencia y las disputas entre bandas ligadas al narcomenudeo.
Ariel Alejandro Ávila y Oscar Bravo contaban a través de sus canciones de hip hop retazos de las historias ásperas que devoran la ciudad. Ariel, que tenía 21 años, fue asesinado de siete disparos en febrero de 2014, frente a un búnker de drogas, que estaba a unos 30 metros de su casa. La crudeza de sus canciones lo terminó por devorar.
La muerte de Ariel terminó con el barrio encendido de bronca y rabia. Los vecinos y sus amigos persiguieron por la zona a los supuestos asesinos y prendieron fuego tres casas, donde vivían los vendedores de droga. Lo único que quedó en pie, por miedo y cierto respeto, fue un mural de San La Muerte. Junto a la calavera negra que empuña una guadaña, donde quedaron anotaciones que aún persisten a manera de tributo por el crimen de Ariel. Oscar Bravo, el líder de ese grupo, atravesado por esa tragedia, siguió con su carrera, y hoy canta cosas tan ásperas como las de antes.
“Escribo lo que veo, lo que me pasa en carne propia”, apunta. Su última creación es Rosario Sangra, una serie de frases cantadas que fueron escritas en caliente, frente a una ciudad que estuvo varios días paralizada por la acción de las bandas criminales, que fue catalogad por el gobierno como “terrorismo urbano”.
“Cuántas madres se abrigan de noche con el recuerdo de un hijo muerto”, frasea Bravo. El rap y el trap se convirtieron en la melodía que exalta al narco y esa vida envuelta en una violencia cruda, y también la denuncia y la cuestiona.
El rapero Zaramay grabó en 2021 un video en la barbería de Lucho Cantero, el hijo de Claudio, conocido como Pájaro, líder de Los Monos que fue asesinado en 2013, con una escenografía particular un arsenal de armas de última generación que el joven narco, ahora preso en el penal de Ezeiza, quería exhibir.
“En el barrio, en la jungla del bien del mal, donde ganás las cosas honradamente y también a lo fácil. Donde el de arriba te pone a gambetear la vida para ver si sos bicho y ágil. Ahí comenzó todo, en uno de los barrios más bajos de Rosario, donde gané el respeto a mi modo. Si me preguntás a mí cómo me autodefino: soy un poco loco, pero cuerdo. Pobre, pero de pensar rico, pero sobre todo seré negro pero bien fino”. Con ese recitado empieza el disco “Negro Fino”, que Oscar Bravo preparó durante la pandemia, con plata que gana –según remarca- en la construcción.
Oscar empezó a cantar en 2008, cuando en un taller de música de la escuela técnica Nº 660 Laureana Ferrari de Olazábal el profesor Lisandro Rodríguez Rossi descubrió que en los recreos los chicos se batían a duelo con palabras. Esas eran sus únicas armas. Hacían batallas de freestyle, como después se popularizó y hoy es algo que ocurre en muchas escuelas secundarias.
“Él nos veía que en los recreos hacíamos batallas de palabras. Y nos llamó para escribir canciones”, recuerda Bravo en diálogo con LA NACION en la terraza de una casa de barrio Ludueña.
Un año después, el grupo que lideraba Oscar y Ariel se presentaron al concurso Cero Veinticinco, que organizó el Ministerio de Cultura de Santa Fe. Ganaron con el tema “El barrio está peligroso”, que lograron grabar con La Técnica del Hip Hop. El grupo se disolvió tras el crimen de Ariel, en febrero de 2014. Oscar editó después otros tres discos, uno “en honor” -así se llama- a su amigo asesinado.
La muerte de Ariel, conocido como Chuky, fue como tantas otras que se repiten en los barrios más pobres. Ese día de febrero de 2015 el chico se puso a discutir con otros dos pibes en la calle, en Génova y Campbell. Allí funcionaba un búnker de drogas, que era manejado por integrantes de la barra brava de Rosario Central. La discusión terminó mal. Uno de los jóvenes sacó un arma y comenzó a disparar. Ariel Ávila cayó herido de siete balazos. Tras enterarse del fallecimiento de Ávila los vecinos del lugar decidieron vengarse e incendiaron tres viviendas y persiguieron por el barrio a los supuestos asesinos.
“Fue un descontrol, porque la gente lo quería a Ariel. Nosotros solo cantábamos lo que veíamos en el barrio. Y eso no gustó a algunos”, afirma Mister, como lo conocen a Oscar en el ambiente del rap y el trap.
Una hora antes de que Ariel Ávila falleciera ingresaron al mismo hospital otros dos muchachos con heridas de bala: un chico de 14 años de nombre Nicolás y Diego, de 18. Oscar, que encabeza THH Clika, tiene 30 años, trabaja en la construcción. Tiene dos hijos y ahora vive con su madre tras separarse de su pareja. Él no le canta al narco, sino que lo denuncia. “Yo canto en contra el tranza y la yuta. Son los dos problemas que tenemos en los barrios”, afirma.
Reconoce que hay una moda, una estética en el universo de la música trap para asimilarse a la cultura narco. En Real Nigga, un tema que editó en 2019 con un video, habla de los pibes que “baten crema”. “Son los que le dan llama, es decir, los que cocinan la merca”, explica y aclara: “Yo lo pongo en evidencia, lo denuncio tanto al tranza como al policía corrupto”.
Oscar habla de que su música es genuina, de la villa, del barrio. “Nosotros fuimos precursores, lo que pasa que como somos de la villa, somos negros, nadie nos tomó en cuenta. Lo que cantan ahora todos los traperos nosotros lo cantábamos hace tiempo, desde 2008, cuando éramos pibes, pero nadie nos veía”, reflexiona.
“Yo solo hago música. El rap no está del lado del bien ni del mal. Podemos contar todo. Es decir, contar la realidad que vivimos, que es dura, áspera. Hoy en día parece normal la cantidad de muertos que hay. Hay gente que sale a trabajar como yo y no sabe si va a volver. Es imposible seguir viviendo así”, apunta.
La lectura que hace Oscar del tema de la violencia no es lineal a todos los traperos. Algunos cantan sobre pistoleros, se muestran con armas y drogas, pero no como metáforas. En febrero de 2021, después de un tiroteo infernal en la zona sur de Rosario, la policía detuvo a siete jóvenes, entre ellos, a Franco Fernández, un joven de 22 años conocido como “FF” en el mundo del trap.
En junio de 2020 fue asesinado Diego Mujica, otro cantante de trap. El ataque ocurrió en Cerrito al 2800, del barrio Parque. El chico se encontraba sentado adentro de su auto, un Volkswagen Gol Country color bordó. Estaba estacionado cuando otro vehículo con dos ocupantes se aproximó y se le puso a la par. Le dispararon y lo mataron.
“Mujikha” -como era conocido- tenía 24 años y era conocido en Youtube y en las redes sociales por sus videos de trap que reflejaban ese entorno cargado de desenfreno, armas y drogas. “Atrevido”, uno de sus temas más famosos que fue subido a la red de videos en diciembre pasado y actualmente tiene más de 127.000 visualizaciones, muestra ese costado cultural ligado a lo delictivo.
“Hemos investigado en algunos barrios de Rosario, donde se da una situación de desamparo social, simbólica, tutelar y cultural que la aparición del narco se transforma en un espejo en el que se reflejan profundos deseos. Se refleja en una vida rumbosa, con acceso al dinero, a coches y mujeres atractivas que cala en los deseos de los pibes”, reflexionó el psicólogo Horacio Tabares, director de Vínculo, autor del libro “Drogas. Debate sobre políticas públicas”.
Tabares cree que el narco ganó la batalla primero en los barrios en el plano social y económico, y ahora lo está haciendo en la profundidad de lo cultural. “Los chicos se nutren de historias que configuran una trama cultural que determina su comportamiento en el que no hay límites difusos entre lo legal e ilegal”, apunta Tabares, que agrega que “la cultura narco tiene como principal aliada una cultura consumista y efímera”. En octubre de 2019, en un ataque con un grupo comando fue acribillado en una mansión en el barrio de La Florida en Rosario, Emanuel Sandoval, un joven que admitió en la justicia ser el que atentó contra el entonces gobernador Antonio Bonfatti en 2013, quien había incursionado en el mismo rubro artístico que Mujikha, tras crear el sello y la productora Emgroup. Ema repetía en sus perfiles de redes sociales que ahora se dedicaba a la producción musical en los géneros trap y reggaetón.
“Nunca pensé que lo que nosotros relatamos iba a molestar tanto”. No tengo miedo porque soy un artista. El rap cuenta cosas sin pelos en la lengua”, advierte Oscar que mientras mira caer el sol que se esconde en ese barrio, “lleno de atrevidos, según define, delinea su sueño: “Que mi música se escuche en todos lados. No para hacerme famoso, sino para que penetre nuestro mensaje en la gente que es honrada y quiere salir adelante haciendo las cosas bien. En Rosario hay muchos héroes que laburan y pelean día a día por ser mejores sin derramar sangre en las calles”.
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