Rosario, bajo el terror: las calles de la ciudad quedaron vacías y la gente solo se anima a protestar con cacerolazos
Solo un centenar de personas se congregó en el acto convocado ayer a la tarde en el Monumento a la Bandera; paran colectivos, taxis y no hay clases ni estaciones de servicio abiertas
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ROSARIO.– La principal ciudad de Santa Fe, una de las tres máximas urbes del país, quedó paralizada por el miedo. Ni siquiera el reclamo y la protesta lograron romper el terror que implantó la última semana el crimen organizado, que logró arrinconar al gobierno provincial con una violencia desenfrenada, con cuatro crímenes de personas “inocentes” y ataques a una comisaría y una cárcel. Incluso en el contexto en el que los representantes del Estado les advirtieron a las mafias que no cederían ante los actos intimidatorios, los grupos narcos se unieron para sembrar amenazas y cumplirlas, como ocurrió con el asesinato del empleado de una estación de servicio Puma en el oeste de la ciudad, a solo siete cuadras de donde, el jueves pasado, balearon en la cabeza a un chofer de la línea K de trolebuses municipales.
En agosto de 2016, unas 60.000 personas ganaron las calles para reclamar justicia y seguridad. Ayer, solo un puñado de familiares de víctimas de la inseguridad se reunieron en el Monumento a la Bandera bajo la misma consigna. Unas cien personas que quedaron solas frente al pánico en el que quedó envuelta la ciudad.
La naturalización de una violencia que puede transformar a cualquiera en víctima y el miedo a ser blanco del terror convirtieron esa protesta en algo testimonial. Por las redes sociales comenzó a circular durante la tarde la convocatoria a un cacerolazo y a un apagón, también bajo el lema “Rosario sangra”.
El ruido fue mayor que la convocatoria presencial en el Monumento a la Bandera. Batir la cacerola desde un balcón o desde una ventana es más seguro que ir a una marcha en la que nadie tiene certeza de qué le podría pasar. Eso es el terror.
Cacerolazo en Rosario por la narcocriminalidad. pic.twitter.com/HzMgAgTOpE
— Alejandro Bongiovanni (@alejobongio) March 11, 2024
Nunca se vivió en Rosario una situación similar, a pesar de que los rosarinos están curtidos frente a un problema endémico que lleva más de una década. Este fin de semana la ciudad pareció apagarse por ese miedo que no es fantasmagórico, sino real. El miércoles y el jueves hubo paro de taxis, tras los crímenes de los choferes Héctor Raúl Figueroa, de 43 años, y Diego Alejando Celentano, de 33, a quienes los sicarios de las mafias que arrasan la ciudad acribillaron con una misma pistola que disparó balas que eran propiedad de la Policía de Santa Fe.
El jueves comenzó una huelga del transporte público, que seguirá –al menos– hasta hoy, en respuesta al ataque al chofer de la línea K Marcos Daloia, de 39 años, baleado en pleno servicio la tarde del jueves, ante decenas de pasajeros. Daloia falleció ayer en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (HECA).
El sábado a la medianoche fue asesinado Bruno Bussanich, de 25 años, empleado de una estación de servicio Puma de la zona oeste, situada a siete cuadras de donde balearon a Daloia.
Tras este nuevo crimen, la cámara del sector y el sindicato dispusieron el cierre de las expendedoras de combustible a las 14. Durante la mañana hubo extensas colas de autos en las estaciones de servicio; buscaban cargar combustible antes de que cerraran. Ayer mismo, los taxistas resolvieron parar entre las 22 y las 6, ante el clima de incertidumbre que reina en la ciudad, donde nadie está seguro en ninguna parte.
Los recolectores de residuos analizaban también si salir o no, luego de que ese rubro apareciera en una de las amenazas que se expusieron el sábado, en la que profería: “Vamos a seguir matando inocentes”.
El gremio Amsafé, que nuclea a trabajadores de la educación, también para y hoy no habrá clases.
Con balas y sangre, los grupos narco, hoy en alianza contra el gobierno, lograron detener el ritmo de una ciudad, una situación inédita en la Argentina. Lo consiguieron con su régimen de terror.
Pocos se animan a salir a la calle y quien lo hace tiene miedo, pues los últimos hechos demuestran que cualquiera puede ser el próximo. Es una cuestión de azar, como sucedió con el chofer de la línea K y el playero. Esto revela que no es solo matar, y que a los grupos criminales les sirve sembrar el mensaje que provocó esta parálisis y conmoción. Por eso el gobierno encuadrará estas acciones como ataques terroristas.
La parálisis en la que entró Rosario el fin de semana también fue alimentada por el pánico que se sembró desde las redes sociales. Una de las fake news que caló más hondo fue que se había decretado un toque de queda. Como el mensaje de WhatsApp parecía convincente, por la situación que se vive, muchos prefirieron quedarse en sus casas y no arriesgarse. Era falso. Pero hay miedo.
El gobierno espera que el clima cambie a partir de hoy, cuando comience a llegar el nuevo contingente de agentes federales, en un número que nunca se informa. Se constituirá el comité de crisis, encabezado por Patricia Bullrich y Maximiliano Pullaro, y se prevé hacer una demostración de fuerza ante el avance inédito del crimen organizado. Es una incógnita cómo reaccionará la población. Sí seguirá este estado de paralización.
El terror caló tan hondo que el padre Ignacio Peries, que congrega a multitudes, anunció que, por la inseguridad, el Vía Crucis del Viernes Santo se hará de manera virtual y televisada. En la misa del domingo el sacerdote explicó que si bien Pullaro y el intendente Pablo Javkin lo apoyaban, había decidido evitar un masivo acto religioso en las calles.
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