Rompían las piernas de mujeres para cobrar seguros
"Bueno, aguantá que ahí va", le dijo el hombre de piel mate, pelo corto y con tatuajes en los brazos a Samanta, mientras sostenía su pierna apoyada sobre una plancha de hierro, entre dos tacos de madera. Como ella, ante cada aviso se levantaba, el hombre le advirtió: "No te voy a decir nada más. Así, te quedás quieta". Después vino el golpe con una maza de cinco kilos que le produjo la fractura de tibia y peroné y le causó un dolor que aún hoy persiste.
En 2009, los hombres que le rompieron la pierna le prometieron pagarle a Samanta $3000 para participar en una maniobra en la que una banda de abogados simulaba accidentes de tránsito para cobrar indemnizaciones de las compañías de seguros. Nunca le pagaron.
Hugo César Schiber, un abogado que tenía su estudio jurídico en Sucre al 200, frente a los tribunales de Morón, fue condenado, en diciembre pasado. La Justicia lo consideró el presunto jefe de la banda de rompehuesos que habría estafado en más de $12.000.000 a diversas aseguradoras con accidentes que nunca ocurrieron.
En las últimas horas, el Tribunal Oral Nº 7, de San Isidro, rechazó el pedido de excarcelación presentado por los defensores de Schiber y el abogado seguirá preso.
Según fuentes judiciales, los jueces del mencionado tribunal fundaron su decisión en el poderío económico del imputado, que le permitiría escapar, en una serie de maniobras realizadas durante el proceso que, por ejemplo, ayudaron a la fuga de uno de los integrantes de la banda: Federico Schiber, hijo del condenado. La resolución de los jueces del Tribunal Oral Nº 7 fue confirmada por la Cámara de Apelaciones y Garantías de San Isidro.
Al revisar el expediente que instruyó la fiscal María Virginia Toso se consignó otro elemento que avalaría la decisión de los magistrados sobre el posible entorpecimiento de la investigación por parte de Schiber.
Cuando los policías y funcionarios judiciales allanaron la casa del acusado, uno de ellos recordó que se secuestró una agenda personal con tapas negras. En esa libreta había anotaciones en las que se hacía referencia a Olga, una de las mujeres a la que les rompieron los huesos. Entonces, el abogado les pidió a los uniformados que le entregaran la agenda porque allí había anotaciones imprescindibles para su trabajo y necesitaba copiarlas. "Al facilitarle la agenda, Schiber comenzó a tachar con birome todo aquello que podía perjudicar su situación", expresó uno de los funcionarios que participó en el allanamiento.
Durante la última jornada del juicio oral, la fiscal Toso pidió que Schiber sea condenado a 20 años de cárcel, solicitó al tribunal un anticipo de veredicto y que, en caso de declararlo culpable, se proceda a su inmediata detención.
Samanta, Olga, María Noelía, Lorena, Patricia y Claudia no recibieron el dinero que les prometieron. Actualmente, sufren inconvenientes para caminar por las fracturas que les provocaron al menos tres integrantes de la banda y temen represalias por haber declarado.
Los integrantes del Tribunal Oral Nº 7 de San Isidro consideraron a Schiber presunto jefe de una asociación ilícita que cometió lesiones graves contra las mujeres a las que les rompían los huesos de las piernas para simular accidentes de tránsito y estafas reiteradas contra compañías de seguros.
Desde mediados de diciembre, Schiber pasa sus días preso en un pabellón de la cárcel de Olmos. Lejos de la vida de lujos, asados y rodeado de mujeres llamativas que llevaba hasta que lo condenaron. En la cárcel no trabaja ni estudia. Su única actividad se reduce a colaborar en la limpieza del pabellón.
Los testimonios de las seis mujeres que declararon durante la investigación encarada por la fiscal Toso superan la crudeza de cualquiera de las escenas de la película Carancho, de Pablo Trapero.
La historia real revuelve el estómago. Cada una de las declaraciones de esas mujeres transmite dolor. La crueldad trasciende el papel. Todas las víctimas contaron cómo los acusados se aprovechaban de ellas, que tenían necesidades extremas. Una de las víctimas dijo que necesitaba el dinero porque tenía un hijo con discapacidad y no le alcanzaba la plata para los remedios.
Todas describieron el traslado a un galpón, donde les inyectaban un poderoso anestésico (xilocaína), les ponían un pañuelo en la boca y una frazada o una campera sobre la cara para ahogar los gritos y, luego, dos patovicas les pegaban con una maza o una llave francesa grande hasta provocarles una fractura expuesta de tibia y peroné.
Lorena y Noelía son primas, aceptaron el ofrecimiento que les hizo un vecino para que les rompan las piernas porque no tenían para comer.
"Me llevaron a un galpón en Moreno. Parecía una carpintería. Entonces, los tres hombres prendieron las máquinas para que el ruido tapara nuestros gritos. En ese momento advertí que no soportaría el dolor y les dije que no lo quería hacer. Ellos me amenazaron con que matarían a mi familia. Me pusieron un trapo en la boca. Para evitar que me levante uno de ellos se sentó encima de mí. Otro se acercó con una barra de hierro de un metro y me rompió la pierna. Como la fractura no quedó expuesta dijeron: 'Así no sirve. Hay que pegarle otra vez'. No aguantaba más el dolor y me negué. Entonces, me pasaron una lija por la cara y los brazos", relató una de las primas durante la etapa de instrucción.
Olga, otra de las víctimas, expresó que cuando estaba internada y con la pierna colgada se presentó el abogado Schiber, le entregó su tarjeta y le hizo firmar un poder para comenzar el reclamo contra la compañía de seguros del automóvil que la había atropellado en un accidente de tránsito que nunca había existido.
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