¿Represalia contra el gobierno? Mataron a un taxista con balas policiales y creen que fue en respuesta a las requisas “a lo Bukele”
Héctor Figueroa, que tenía 43 años y planeaba casarse el viernes, fue acribillado de nueve tiros en el barrio Las Delicias, adonde lo llevó un pasajero que escapó con el sicario; las municiones eran de la Policía de Santa Fe y fueron adquiridas en 2021 en Fabricaciones Militares
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ROSARIO.– En el último mes, tres taxistas fueron asesinados por sicarios en esta ciudad. El último caso ocurrió este martes a la noche, cuando Héctor Raúl Figueroa, que tenía 43 y se iba a casar este viernes, fue ejecutado de nueve disparos en el barrio Las Delicias. Y las municiones que usaron los sicarios eran de la Policía de Santa Fe, un detalle que sorprendió a los investigadores del caso.
Las primeras hipótesis de la pesquisa apuntan a que la víctima era ajena a cualquier negocio criminal y que el crimen pudo haber sido parte del plan de respuestas de los presos de alto perfil que desde el sábado pasado –es decir, horas después de que desde un auto balearon a dos ómnibus del Servicio Penitenciario y casi matan a un guardiacárcel provincial– enfrentan en el penal de Piñero duras requisas, “a lo Bukele”.
Las miradas, por ahora, apuntan a esa unidad carcelaria, donde el gobernador santafesino, Maximiliano Pullaro, enfrenta una pelea dura con los internos más peligrosos, una batalla con alternativas que cambian día a día, en una espiral de final abierto.
El objetivo del asesinato del taxista Figueroa, como tantos otros ataques y amenazas previos, parece haber sido el de provocar conmoción. Y quienes planearon el homicidio lo lograron, porque horas después del crimen los gremios que agrupan a los taxistas dispusieron un paro.
Horacio Yanotti, titular del gremio de Peones de Taxi, relacionó el homicidio con “un mensaje mafioso” en respuesta a las medidas del Ministerio de Seguridad contra los presos. Horas antes del crimen, el ministro de Seguridad, Pablo Cococcioni, publicó en sus redes sociales fotos de reclusos sometidos a una requisa con la estética del proceso llevado a cabo por el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, advirtiendo que los narcodetenidos “la van a pasar cada vez peor”.
Ese día, familiares de detenidos se manifestaron frente a la Gobernación para reclamar por las condiciones de alojamiento de sus allegados. “La comida tiene gusanos”, se quejaron los parientes del presos, a quienes casi no pueden visitar.
Las vainas que se secuestraron tras el asesinato de Figueroa tenían la inscripción PSF, es decir, Policía de Santa Fe. En el Ministerio de Seguridad de la provincia señalaron a LA NACION que el casquillo incautado fue adquirido en un lote en 2021. Ese año, en la policía se denunció el robo de 68 pistolas calibre 9 milímetros. Esas balas fueron compradas a la planta de Fray Luis Beltrán de Fabricaciones Militares, donde en febrero de 2015, según publicó oportunamente este diario, se produjo el robo de 26.000 municiones de ese calibre.
En el gobierno de Santa Fe piensan que la planta de FM, ubicada a 15 kilómetros de Rosario, es una usina de abastecimiento de municiones para el mercado negro que alimenta la violencia en la ciudad.
La hipótesis de que se trató de un crimen para generar conmoción surge de la investigación que se hizo sobre la víctima, que no enfrentaba problemas legales ni acarreaba alguna situación compleja que pudiera explicar su ejecución. El taxista tenía previsto casarse con su pareja mañana, un ingrediente más que recargó la bronca de sus colegas en las calles rosarinas.
El crimen de Figueroa ocurrió cerca de las 22.45 del martes, cuando el taxista se dirigió desde Uriburu y Oroño a Flammarión al 5100, casi en el cruce con Lamadrid, una zona del barrio Las Delicias que se transforma en un verdadero páramo con la caída de la noche.
Ese lugar, según describió el ministro Cococcioni, está ubicado a unas diez cuadras de uno de los “corredores seguros” que se acordó instalar con la Nación como parte del llamado “Plan Bandera”.
Figueroa detuvo el Fiat Cronos en ese lugar, destino final de su pasajero. En ese momento apareció un sicario que se paró del lado del chofer y comenzó a disparar hacia el conductor, que murió en el acto por las heridas que le provocaron los nueve balazos que recibió.
Después, según señalaron fuentes de la Policía de Investigaciones, el sicario y el pasajero huyeron. No se sabe aún si el pasajero era cómplice del asesino. Según publicó el diario La Capital, los vecinos afirmaron que ambos cruzaron las vías, atravesaron hacia el este un pasillo angosto que conduce a la calle Margis y allí desaparecieron. Uno de ellos –quizás quien iba en el taxi– perdió una de sus zapatillas.
Balas con nombre
Las balas que usó el sicario pertenecen a la Policía de Santa Fe, confirmaron a LA NACION fuentes del Ministerio de Seguridad. El dato provocó sorpresa, pues hace poco más de una semana cinco policías fueron detenidos por “plantar” tres pistolas a un narco al que querían perjudicar, ya que esas armas habían sido utilizadas en atentados donde se dejaron amenazas contra el gobernador Pullaro.
Ahora vuelve a aparecer un indicio de que la policía pudo tener alguna relación con este homicidio, que –según el gremio de Peones de Taxis– se orquestó como represalia contra el gobierno provincial por las requisas en la cárcel de Piñero.
No se sabe aún por qué esas municiones terminaron en el arma de un sicario. El temor es que haya sectores de la policía aliados a las bandas que pretenden contragolpear al gobierno, como ocurrió en años anteriores.
La historia reciente de Rosario está plagada de jefes policiales que estaban enrolados en bandas narco, como la de Esteban Alvarado y Los Monos. Uno de esos casos fue el del exjefe de Inteligencia de la Policía de Investigaciones Javier Makhat, que vivía en un departamento de lujo que era de Alvarado y que usó gran parte de la estructura de la fuerza –entre ellas, la de la División Judiciales– para perjudicar a Los Monos en causas de la Justicia provincial. Los Cantero, a su vez, siempre tuvieron efectivos leales, como Juan “Chavo” Maciel o Juan José Raffo.
Los últimos sucesos reavivan la trama de complicidades que alimenta la violencia desde 2013.
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