Redes narco 2.0 y desestimación del peligro y el poder real del narcomenudeo
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San Martín, Tres de Febrero, José C. Paz. Distritos que están en el corredor de la zona noroeste del conurbano en el que decenas de consumidores de cocaína comenzaron a caer muertos, súbitamente infartados, por el consumo de dosis de una droga adulterada, quizás por imprudencia o negligencia de quienes la cortan y la estiran para mejorar su rendimiento económico, quizás con un inédito ánimo criminal, con la intención de borrar del territorio y del mercado a un competidor, con el efecto de una bomba atómica de incalculables consecuencias y de un daño a la salud pública irreversible.
Esos tres partidos son parte de los diez distritos con mayor movilidad narcomenudista, según explica a LA NACION Laura Etcharren, socióloga. investigadora, consultora y asesora en temas de narcotráfico y narcomenudeo.
Autora del libro Esperando Las Maras, estado embrionario en Argentina, realiza desde hace tiempo trabajos de campo sobre la problemática y advierte que el Estado, en todos sus niveles (nacional, provincial y municipal) ha desestimado sistemáticamente el peligro y el poder real de las bandas dedicadas al narcomenudeo. “Hay un proceso de consolidación muy grande del narcomenudeo en la provincia de Buenos Aires, en especial en el enclave conurbano. Y hay una desestimación de la lucha contra el narcomenudeo de parte del Estado, que cree que es un negocio menor. Pero que no maneje grandes cantidades de drogas no significa que el poder y la violencia de este negocio sea menor. No es compatible una cosa por la otra. El tráfico de drogas y el narcomenudeo son complementarios, no son opuestos”, precisó Etcharren.
Advierte que “en el último año, en la región central del país [Gran Buenos Aires, Rosario, Entre Ríos, Córdoba, las villas 31 y 1-11-14, en CABA] se concentró el 65% de la violencia por narcomenudeo”, y que al tener enclaves (lugares donde el negocio ilegal funciona con una dinámica aceitada y en el que los vacíos que deja el Estado permiten un proceso de tráfico, distribución y comercialización que no sufre sobresaltos) y policías con corrupción estructural, “el negocio se facilita y se ve el derramamiento de sangre”.
Etcharren explica que en los últimos cinco años hubo una reconfiguración del narcotráfico a nivel regional, que se evidencia en la Argentina en los últimos tres años. Hay fusión entre grupos locales e internacionales. No hay bandas organizadas con un líder específico. Las bandas se bifurcan en redes. Dos o tres personas comparten la información, no hay centralidad. Eso hace que sea más complicado desarticular las operaciones. Y al haber más redes, hay mayor disputa territorial. Hay nuevos mercados.
Lo que más se secuestra es marihuana (de calidad baja). Llega cocaína de Bolivia y de Perú, aunque también la hay colombiana, la de mayor calidad, y también la más cara, que ingresa por el NOA y baja desde el norte por la ruta 38 y la ruta 40, incluso con triangulaciones hacia Chile, de donde provendrían drogas sintéticas, estimó la consultora.
Los nombres de los clanes que controlan el negocio empiezan a hacerse conocidos, aunque eso no impide que sigan con sus operaciones, muchas veces a cargo de hijos o sobrinos de los anteriores capos. “Son las llamadas Redes 2.0 en el mundo del narcotráfico. Son las nuevas generaciones, los hijos de la droga. El fenómeno se dio en Colombia y en México, y ahora está llegando acá. Ya se ve en Rosario. Sus métodos son mucho más violentos y se jactan de la impunidad con la que cuentan y se vanaglorian, con derroches y excesos, de las fortunas que ganan con la venta del veneno”, afirmó.
Según Etcharren, los narcos rebajan la droga con distintas sustancias para hacerla “rendir” más. Se busca que tenga menor costo y sea más adictiva, con lo que la compra por parte de los consumidores se vuelve compulsiva. El estiramiento es natural. Cuánto se estirará, dependerá de a qué sectores de consumidores vayan dirigidas las dosis. La cocaína colombiana -que también llega al país- es muy cara y no se rebaja.
La especialista sostiene que el negocio narco prolifera gracias a la impericia estatal en la prevención y el control. “La lucha federal debe ser proactiva. El deber del Estado es capacitar a las fuerzas federales para profundizar la investigación criminal. La Dirección Nacional de Inteligencia Criminal debe ser activa y anticiparse al delito para evitar que lo que no está instalado se instale y que lo está en etapa embrionaria no se consolide. Debe enfocarse en investigar las organizaciones narco y el crimen organizado y el delito económico vinculado. Nadie controla las rutas por las que entra la droga. ¿A esta altura piensan que los narcomenudistas son perejiles? No entendieron nada de lo que pasa en los barrios. El gran fracaso en la Argentina son las políticas reactivas. El Estado va siempre por detrás. No hay buena calidad de investigación criminal y no hay inteligencia criminal aplicada a la prevención”, concluyó Etcharren.
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