Quiso usar de “mula” a su hija de ocho años para ingresar cocaína y psicofármacos a una cárcel de Córdoba
La mujer de 25 años, que fue detenida, intentó introducir adosadas al cuerpo de la pequeña 365 dosis de cocaína y 67 comprimidos de pastillas
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Las estrategias para intentar ingresar drogas a los penales en el país no tienen límites y, en las últimas horas, se conoció un caso que generó indignación luego de que se detectara que una joven de 25 años le “pegara” drogas y psicofármacos en el cuerpo a su hija de 8 años para ingresarlas en una cárcel de Córdoba. La mujer, que fue detenida, intentó introducir 365 dosis de cocaína y 67 comprimidos usando a su hija como “mula”.
El frustrado intento de ingresar el material prohibido sucedió en las últimas horas y fue detectado por la brigada de la Fuerza Policial Antinarcotráfico que detuvo a una joven por adherir al cuerpo de la menor drogas y psicofármacos para hacerlas entrar al Complejo Carcelario N° 2, Andrés Abregú.
De acuerdo a lo informado por el Ministerio Público Fiscal de Córdoba, la joven quería ingresar la cocaína y los comprimidos para que los recibiera su pareja, quien se encuentra preso en dicha cárcel. Para llevar a cabo esta maniobra, la mujer utilizó a su hija de “mula” y le pegó en distintas partes del cuerpo la droga, pero antes de que llegue a destino, los agentes la descubrieron.
Tras la pesquisa, se procedió a su detención, de la joven madre que quedó imputada por el delito de “entrega de estupefacientes a título oneroso doblemente agravado en grado de tentativa”.
El caso de la paloma santafesina
En julio pasado se conoció otro caso. Esta vez, era una paloma la que no podía volar. Tenía atada en sus patas un celular, pero ninguno de los vecinos de Coronda, localidad donde se encuentra la segunda cárcel más grande de Santa Fe, podía ver qué era lo que impedía al ave remontar vuelo. La paloma se caía cada vez que movía sus alas, y quedó atrapada en un techo. La razón era que el mensaje que debía llevar al penal era pesado: un teléfono. En la policía sospechan que un preso contrató a un colombófilo para que con palomas mensajeras ingrese cosas prohibidas a la Unidad Penitenciaria N°1, como drogas y teléfonos móviles.
Estas nuevas estrategias de los presos de usar métodos antiguos, como palomas mensajeras, para ingresar teléfonos o estupefacientes en la cárcel es producto de los mayores controles que se establecieron en las penitenciarías santafesinas, donde los reclusos de alto perfil no pueden recibir alimentos de las visitas, algo que se conoce en la jerga carcelaria como “bagayos”. Según fuentes del Servicio Penitenciario de Santa Fe, los celulares y la droga se ingresaba en la mayoría de los casos bajo esta metodología.
El uso de palomas mensajeras fue advertido por las autoridades del Ministerio de Seguridad de Santa Fe, cuando arrancaron la gestión en diciembre pasado. Según informaron fuentes de esa cartera a LA NACION, llamó la atención la enorme comunidad de este tipo de aves que hay en la cárcel de Coronda. “Hay criaderos de palomas mensajeras dentro del penal y es muy difícil combatirlas. Hace poco más de un mes se hizo una requisa específica para detectar palomas mensajeras. Se secuestraron centenares de palomas que fueron liberadas a varios kilómetros de la cárcel para evitar que vuelvan”, afirmaron del Ministerio de Seguridad.
“Lo que ocurrió el lunes es muy común. Las palomas a las que les ponen mucho peso muchas veces no pueden volar y son advertidas por los guardias o los vecinos de la cárcel. Pero hay decenas que todos los días vuelan con celulares y droga a la cárcel. Esas palomas fueron criadas dentro de la penitenciaría”, agregaron.
Ante las complicaciones para entrar celulares y sustancias prohibidas, los presos empezaron a usar métodos alternativos, entre ellos, las palomas mensajeras, aunque parezca increíble. Eso es lo que se detectó el lunes pasado en la localidad de Coronda, cuando un grupo de vecinos divisó que una paloma tenía dificultades para levantar vuelo, porque tenía algo amarrado a sus patas.
Alrededor de las 17 horas, los vecinos llamaron al 911 y llegaron patrullas del Comando Radioeléctrico y de la policía Motorizada, a quienes los explicaron lo que sucedía en un techo, con la paloma. Los agentes subieron y se encontraron con el animal cansado y temeroso. No podía volar porque en sus patas tenía atado con cinta un teléfono móvil.
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