"Quiero recordarlo en paz, sin rencor", dice la madre de Blas Correas, el chico asesinado por policías en Córdoba
CÓRDOBA. El dolor la traspasa, la arrasa. No puede ser de otra manera, pero, no obstante, está entera y en paz. "Quiero creer que hay más policías buenos que malos; más avergonzados por esto, por quedar 'pegados' sin tener nada que ver". Eso piensa hoy Soledad Laciar, la madre de Valentín Blas Correas, el chico de 17 años asesinado por dos policías que dispararon contra el auto en el que iba con unos amigos. Hay cuatro agentes imputados y tres detenidos, dos por homicidio calificado agravado por el uso de arma de fuego, por la muerte de Correas, y por homicidio calificado en grado de tentativa, por disparar a matar a todos los jóvenes que iban en el auto, y una por encubrimiento agravado.
Esta tarde, a las 18, en el centro de Córdoba habrá una marcha por Blas, para pedir justicia y para que no haya más hechos como este. La convocó Juan, su hermano, de 19 años. "Queremos recordarlo como quien era, un chico tranquilo. La marcha es desde la paz y el dolor, no desde el odio y la venganza", dijo, en un video que se viralizó.
La madre de ambos y de Milagros, de siete meses, admitió a LA NACION que estaba en desacuerdo con la movilización, por temor a que se desvirtuara: "Pero no pude doblegar a Juan, que la hace desde su total amor por el hermano. Me daba un poco de temor, pero no porque vaya a haber infiltrados o algo así, sino porque seguramente hay muchos Blas, de los que casi no se sabe nada, y no queremos que vaya nadie que esté atrapado por el odio vaya, el mensaje es de amor, de justicia".
"La Sole", como le dicen sus amigos y familiares, está entera, a pesar del dolor. Dice que en muchos momentos se va a llorar a algún lugar donde no la vean sus otros hijos. "No sé de dónde me sale esta suerte de entereza. Estoy abatida, soy puro dolor, estoy como anestesiada, pero me quedo con la esencia de Blas, con lo bueno. Estoy medio muerta, pero en agradecimiento a mi marido y a mis hijos, debo seguir".
Blas –la mayoría usa su segundo nombre en vez de Valentín– era nieto de una gloria del club Belgrano en los años '70: Miguel "Pato" Laciar, el papá de Soledad. Ella recuerda que lo llevaba a la cancha desde que nació. "Pero recién le gustó el fútbol a los 7. Me costó que le gustara…", piensa y sonríe. La camiseta de Belgrano es la que se llevó el joven. A su despedida fueron sus compañeros del sexto año del Colegio San José.
Así se presentaron: "Somos la promoción que por un virus no tuvo festejo, pero que tampoco lo va a tener porque estamos de luto, estamos tristes, enojados, indignados; hoy como curso nos tocó recibir la peor noticia, nos quedaban muchas cosas para vivir juntos y no hay palabras para describir esta injusticia que nos toca vivir tan de cerca".
Encuentro
El asesinato del joven motivó el relevamiento del director general de Seguridad de la ciudad de Córdoba y su reemplazo por la comisaria mayor Liliana Rita Zárate Belletti. Ayer, la funcionaria fue a la casa de los Correas. "Me pasó que le creí. Creí lo que me dijo, su angustia, sus intenciones de que esto no quede acá. Le creí que ella me creía –cuenta Laciar a LA NACION–. Ojalá en un tiempo no tenga decir que me mintió. Me aseguró que iba a dejar su 'pellejo' para 'intentar cambiar', pero reconoció que 'los cambios son muy difíciles'".
Zárate Belletti fue a ver el dormitorio de Blas, donde su placard está ploteado con fotos de su familia, de sus amigos, y donde están sus ropas, sus juegos, su PlayStation. "Eso era Blas, se lo queríamos mostrar", señala Soledad.
A la jefa de la Policía de la ciudad, le subrayó: "No me sirve de nada que haya policías presos, no quiero verles la cara. No me sirve de nada si mañana hay otro Blas con otro nombre y otra 'Sole' llorando por los rincones. A mi hijo ya no me lo devuelve nadie. No tiene que pasar más".
Laciar trabaja en la Tesorería de un banco, en contacto permanente con la policía. El dolor y la rabia no le nublan la razón, y enfatiza: "No puedo meter a todos en la misma bolsa; ellos eran compinches de mis hijos cuando me iban a buscar. No puedo mentir, hay buenos y malos, como en todos lados".
En la charla reconoce que –pese a todos los consejos en contra– lee los comentarios en las redes, los que se preguntan por qué los chicos "escaparon" de la policía o dónde estaban los padres de esos jóvenes. "Tenemos que preguntarnos por qué si ellos habían tenido un altercado con una moto no se pararon a pedir ayuda a la policía, por qué siguieron. Algo está mal en el sistema para que no confiemos en quienes nos tienen que cuidar", reflexiona.
Correas y cuatro amigos habían comido una pizza en un bar y, cuando regresaban en un Fiat Argo una moto se les acercó. Temieron que fuera un intento de robo y aceleraron, y no frenaron en un control policial. Allí estaban los agentes que les dispararon. Pararon en una clínica, donde le negaron el ingreso a Blas para atenderlo, mientras agonizaba, y pocas cuadras más adelante los frenó la policía. Allí murió el adolescente.
"Mi hijo murió a las 0.30. No lo digo yo, sino la autopsia. Él no estaba haciendo nada que no debiera; había ido a un bar, porque eso está autorizado; tomó gaseosa, como se ve en la última foto que se hicieron. ¿Por qué tanta maldad de algunos al juzgar libremente?, se pregunta la madre, y subraya que toda esta situación la lleva a pensar que "muchas veces tenés que tragarte las palabras", los juicios apresurados y equivocados.
"Me ha pasado a mí de leer que mataron a un pibe, que llevaba un arma o drogas. Y resulta que podrían haber hecho lo mismo con Blas y no les salió, podrían haber dicho que tenía el arma o la droga. Toda la movida de los medios no permitió que les salga bien este encubrimiento", enfatizó. Y agregó: "Puedo entender que un policía dispare, que se equivoque, pero no que tengan un arma guardada para plantar y cambiar las cosas. ¿Y después nos cuestionamos por qué unos pibes no paran en un control?".
Repasa algunas charlas con Blas, su enojo porque la retaba por no levantar a su hermana bebé cuando lloraba y, a la vez, su orgullo porque "era así con ella". Afirma: "Se me llenaba el corazón, aunque lo retaba por cómo me lo decía". Insiste en que su hijo Juan entiende su dolor, pero la más chiquita no. "Son unos soles, mi marido está al pie del cañón. Habíamos formado una nueva familia, un proyecto de todos, y ahora uno no está".
Tiene una convicción, la de no querer transformarse en una "mamá miedosa, que no deja respirar". Le ofrecieron custodia. "¿De qué me hablan? Quiero una vida lo más normal posible con mi familia, quiero recordar a Blas en paz. Vivimos sus pocos años con amor y alegría, compartimos mucho. Deberían haber sido más años, debería haber vivido más, pero me quedo con todo lo bueno. Sin odio, sin rencor".
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