Quedó cuadripléjico en un robo, pero lucha sin rencor contra los obstáculos
Wolfgang Ribeiro Couto tenía 16 años cuando fue baleado por un delincuente; cinco años después, él sigue en rehabilitación y sueña con terminar la carrera universitaria, mientras que el atacante fue condenado en junio a 18 años de prisión
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El 16 de junio de 2016, inesperadamente, su vida cambió para siempre. Era de día y salía del colegio en Isidro Casanova, caminaba junto a sus amigos cuando un desconocido, armado con un revólver, se les apareció de frente. Pese a entregarle su celular, el ladrón se dio vuelta y le apuntó a una de las chicas del grupo, él se tiró encima para defenderla. Forcejearon y el atacante disparó.
“Me desperté y tenía a mi novia y a mi papá al lado, me había agarrado fiebre por una infección que tenía en los riñones. Estaba hecho un zombie, dormía todo el día. Conozco gente que en una situación similar a la mía se dejó morir, por depresión no la pelearon más. Se enferman, les agarran infecciones y se entregan...”. Wolfgang Ribeiro Couto, Wolfie como lo apodan, quedo cuadripléjico, pero no se rindió. Tiene 21 años y tiene proyectos, como terminar la carrera de Psicología.
Tenía 16 años, jugaba al básquetbol y estudiaba en el secundario cuando fue baleado por el delincuente, que el mes pasado fue condenado a 18 años de prisión. El proyectil ingresó por el cuello y le seccionó la médula, dejándolo al borde de la muerte. Tras permanecer internado en grave estado conectado a un respirador, las secuelas fueron muy graves.
“Ya no guardo rencor hacia nadie y trato de hacer todo con humor, a pesar de lo que pasé”
“Al comienzo no lo entendí bien, me dijeron que la onda expansiva del disparo había inflamado la médula y con tiempo esta se desinflamaría y recuperaría la movilidad. Yo muy inocentemente ya estaba haciendo planes para irme de vacaciones creyendo que en poco tiempo me recuperaría”, contó Ribeiro Couto a LA NACION, en su domicilio ubicado en la localidad de Laferrere.
Su familia lo acompañó desde el primer día. Diego, su padre, es empleado en una empresa, tiene una banda de heavy metal llamada Kyrie Eleison y transfirió a su hijo el amor por la música al bautizarlo Wolfgang, en referencia, claro, a Mozart. “Lo que me gustaría poder volver a hacer es tocar la guitarra, era algo que con lo que había empezado y que me apasionaba bastante; extraño la independencia que tenía. Me gustaría ir en el futuro a recitales de Ozzy Osbourne, Metallica, Megadeth, Yngwie J. Malmsteen, Steve Vai o festivales de música como el Ozzfest”, señaló.
Contra todos los pronósticos
“Antes de lo sucedido, yo tenía planeado al terminar sexto año irme con mis amigos de viaje, estudiar Derecho en la Universidad Nacional de La Matanza, buscar un departamento y mudarme con algún amigo; estaba enfocado en eso. En ese entonces quería ser abogado. Pero en un momento un médico me llegó a decir que no me iban a dar el alta para la internación domiciliaria, que iba a quedar con respirador... todo así de crudo”, recordó el joven, que durante mucho tiempo no pudo hablar como consecuencia de la lesión.
Semanas después del dramático suceso, los pronósticos médicos seguían siendo desalentadores y lapidarios: “El primer diagnóstico era que iba a quedar como un vegetal de por vida con respirador. En el hospital de Agudos Paroissien lo salvaron”, comentó su padre. El joven pasó por la clínica Bazterrica y los sanatorios Güemes y Santa Catalina hasta que la recuperación fue favorable y fue autorizada la internación domiciliaria.
“Con el tiempo no me quedó otra que adaptarme, endurecerme: tuve que hacerlo, sino no hay manera de sobrevivir a esto sin tener una constante autocompasión y lágrimas fáciles. Lo mejor es mentalizarse y tratar de naturalizarlo hasta el punto de poder reírse de la situación en que uno se encuentra, y pensar que si bien es malo, no lo es tanto después de todo”, reflexionó Wolfie.
La vivienda familiar atravesó entonces por un período de modificaciones y refacciones para que el joven pudiera continuar con la rehabilitación. Su cuarto sigue siendo un híbrido entre una habitación normal y la de un hospital, cuenta con un malacate que le permite, con la ayuda de su padre, sentarse y acostarse en la cama ortopédica de una plaza y media.
También usa una bipedestadora, que es una suerte de camilla para ponerse de pie. “Se para una hora por día, estamos viendo si lo podemos parar más tiempo porque le hace bien. Le tengo que adaptar el monitor de la computadora para que la pueda usar parado”, explicó su padre.
El uso de la computadora es importante hoy para Ribeiro Couto, ya que estudia la carrera de Psicología en la Universidad de Morón. “Ahora lo que quiero es formarme, terminar la facultad, aprender inglés. Trato de mantener un equilibrio entre lo que es mi rehabilitación con el estudio”, dijo el joven quien, pese a no contar con la movilidad de sus brazos, maneja ese dispositivo a través de un prototipo especialmente adaptado para él: una vincha que registra el movimiento de su cabeza y cejas para trasladar esa acción a la computadora.
“Al comienzo fue todo muy nuevo, después de año y medio de estar internado me sentía raro al estar en mi propia casa, más aún luego de todas las modificaciones que hubo que hacerle para que yo tenga más comodidades. No tenía los dispositivos de adaptación que tengo ahora para poder manejar tanto la tablet como la PC por mi cuenta, así que pasaba gran parte de mi tiempo viendo películas y series”, relató.
El joven recordó que sintió una gran solidaridad de la gente. Muchas personas se acercaron para colaborar con la costosa rehabilitación. “Cuando se hicieron festivales y muchas movidas para poder recaudar dinero y que pudiéramos hacer las modificaciones en mi casa o para pagar el viaje de rehabilitación a Cuba, las personas lo hicieron sin esperar nada a cambio”, agradeció.
El delincuente, condenado
Mil ochocientos veinticinco días transcurrieron desde el disparo hasta que el Tribunal en lo Criminal N° 2 del Departamento Judicial de La Matanza condenó -el 16 de junio último- a Matías Ezequiel Capeans a la pena de 18 de prisión por balear a Ribeiro Couto.
Pasaron exactamente cinco años desde ese robo que cambió su vida. Con una fortaleza y madurez sorprendentes, Wolfie expresó: “No tengo bronca”. En el juicio, el delincuente se expuso como una víctima e intento igualarse al joven que había sido baleado.
“No mostró arrepentimiento, y dijo que a él le habían arruinado la vida Lo lamento por él, pero nosotros no tenemos nada que ver con eso. Él puede apelar, puede ir a Casación y hay una instancia más en la que puede requerir ir al Corte Suprema para que le bajen la condena”, advirtió el padre de Wolfie. Actualmente, el condenado está alojado en el penal de Sierra Chica.
“Trato de no hacerme mala sangre por las cosas, si algo va pasar...pasa, si se puede evitar... bueno. Y si no, se le busca la solución. Mantener el enojo no sirve de nada, obvio que puedo quejarme en el momento, pero trato que eso no me afecte, ya no guardo rencor hacia nadie y trato de hacer todo con humor, a pesar de lo que pasé”, aseguró el joven que ahora pone toda su energía en la rehabilitación física, mientras sueña con terminar la carrera universitaria y espera sortear, paso a paso, los obstáculos que llegaron cuando el ladrón interceptó al grupo de estudiantes secundarios y disparó a corta distancia.
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