¿Qué pasó con Cecilia Giubileo?: la pista del Falcón gris, una prueba oculta en el expediente durante 36 años
El dato fue aportado por un ambulanciero y un camillero que vieron entrar el vehículo en la Colonia Montes de Oca, la noche que la doctora realizó su última guardia en el neuropsiquiátrico, el 16 de junio de 1985
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La madrugada que la doctora Cecilia Enriqueta Giubileo desapareció ocurrió un episodio anormal en la Colonia Montes de Oca, situada en la localidad de Torres, a diez kilómetros de Luján. Según declararon el chofer de una ambulancia y el camillero, un Ford Falcón gris ingresó en el Hospital Nacional de atención psiquiátrica. Ambos testigos indicaron que el vehículo entró sin que se registrara el ingreso y salió clandestinamente. Ese 16 de junio de 1985 la médica había firmado el libro de entradas del establecimiento a las 21.45, para empezar su guardia de domingo a la noche; hizo sus recorridas, atendió algunos pacientes, rubricó un certificado de defunción y se fue a descansar, entrada la madrugada, a la Casa Médica. A la mañana, había desaparecido; el único vestigio de su presencia en la Colonia era su Renault 6 verde claro, que seguía estacionado donde lo había dejado la noche anterior.
Los testimonios, clave para saber qué ocurrió con la doctora desaparecida hace más de 36 años, estaban ocultos entre las 1400 páginas del sumario N° 67.735 que se instruyó en los tribunales de Mercedes. Uno de los funcionarios que investigó el caso que se convirtió en uno de los misterios más importantes de la historia judicial y policial argentina afirmó a LA NACION que los testigos aportaron datos concluyentes y creíbles.
Según el investigador, las declaraciones de ambos testigos constituyen los elementos más convincentes para fundar la hipótesis más firme, entre decenas de versiones que se tejieron con respecto al destino de la médica, que indica que Giubileo habría sido víctima de un secuestro.
¿El móvil? Un misterio infranqueable: nadie dijo que la tuviese retenida ni pidió un rescate por ella; no tenía relaciones personales suficientemente sospechosas; se dijo que ella había visto lo que no debía; y circulaba el rumor de que el neuropsiquiátrico era poco menos que una casa del horror en la que se experimentaba con pacientes a los que, incluso, les quitaban sus órganos en vida para traficarlos, un negocio fraguado durante los recientes años de plomo anteriores a la desaparición de la doctora Giubileo.
Entrada furtiva, egreso veloz
Ocultas en las fojas del expediente N° 67.735 figuran las declaraciones del camillero y del ambulanciero de una empresa funeraria de Ituzaingó que llegó a la Colonia Montes de Oca para retirar el cuerpo de una mujer fallecida, de apellido Villalba. Giubileo, que había tomado su guardia a las 21.45, firmó el certificado de defunción de esa paciente.
Aquella noche fría y lluviosa de finales de otoño, una empleada del hospital, que depende del Ministerio de Salud de la Nación, debía registrar los ingresos y egresos del predio en el denominado “cuaderno de guardia”, pero debido a las inclemencias del tiempo decidió refugiarse con su hija en la oficina a tomar mate, en lugar de permanecer en su puesto de trabajo.
Por este motivo, quizás, nunca advirtió la llegada furtiva del Ford Falcón gris que irrumpió en el centro asistencial, permaneció muy poco tiempo y salió raudamente. En 1985 no había cámaras de seguridad, ni dispositivos de fotomultas que hubiesen permitido obtener alguna imagen del vehículo. Esa noche, los únicos que estaban despiertos en la Colonia Montes de Oca eran una pequeña parte de los 1200 pacientes a los que la medicación no les había hecho efecto y deambulaban entre los pabellones, como el interno Miguel Cano, la última persona que vio con vida a Giubileo.
“Por la forma en que se movieron los extraños del Falcón gris, no hay que descartar que Giubileo hubiera sido secuestrada por un grupo operativo de alguno de los servicios de inteligencia que todavía seguían activos, a pesar de que el gobierno militar había terminado un año y medio antes con la elección como presidente de Raúl Alfonsín”, explicó un funcionario que investigó el caso y solicitó mantener su nombre en reserva.
Miguel Cano, uno de los 1200 pacientes psiquiátricos alojados en la colonia, fue una las tres personas que se cruzó con la doctora la noche que desapareció. El enfermero Orlando Novello se asomó a la galería del pabellón de Clínicas y la vio caminar en dirección la denominada Casa Médica. “Vengo del pabellón 7, de revisar una urticaria gigante”, le dijo Giubileo. Previamente, la doctora se había cruzado con Nélida Ojuez, una supervisora del turno nocturno, con quien mantuvo un entredicho, precisamente, porque no le había informado que iría a atender a un paciente.
Sin rastros de un crimen
“No se encontró ninguna prueba que permita abonar la sospecha de que la doctora Giubileo hubiera sido asesinada en la Colonia Montes de Oca. Se revisaron todos los rincones de los pabellones, de los consultorios, dependencias administrativas y alojamientos distribuidos en 253 hectáreas y no se pudo encontrar ningún rastro de la mujer desaparecida. Se agotaron todos los recursos, se buscó en la ciénaga que existe dentro del predio y no hubo señales de Giubileo”, explicó el veterano funcionario que investigó el caso y que solicitó mantener su identidad en reserva.
Marcelo Parrilli, abogado de Pablo Chabrol, exesposo de Giubileo, no coincide con este investigador. “No hay que descartar la posibilidad de que la doctora hubiera sido víctima de un delito en la Colonia Montes de Oca. Aunque se registró todo el predio hubo sectores de la ciénaga que no se pudieron drenar por falta de fondos para costear semejante movimiento de recursos humanos y de máquinas”, expresó el letrado.
Además de que no existían cámaras de seguridad en esa época, ni la policía ni la Justicia contaban con la tecnología para el levantamiento de tejidos para obtener ADN. Por tal motivo, para realizar una reconstrucción de cómo fueron los últimos instantes de la médica desde que llegó al centro de atención psiquiátrica hasta pasada la medianoche, cuando quienes compartían la cotidianidad laboral la vieron con vida por última vez, los investigadores debieron recurrir a testigos que, teniendo en cuenta las características de la escena del crimen, tenían serias dificultades para aportar una versión coherente y rigurosa.
“La desaparición de Giubileo constituyó el episodio más importante ocurrido en un hospital neuropsiquiátrico dominado por irregularidades. No se sabía cuál era la cantidad exacta de pacientes internados. Entre los pacientes figuraban NN, personas sin identificación que estaban alojadas porque supuestamente sufrían patologías psiquiátricas. Muchos de ellos habían sido judicializados y debían tener un curador, pero se desconocía quién era. Existía un descontrol extremo”, manifestó Parrilli.
Los últimos momentos
Giubileo llegó a la Colonia Montes de Oca a las 21.40. Estacionó su Renault 6 y se dirigió a la sala de médicos. A las 21.45 firmó en la planilla de guardia. Durante los 75 minutos siguientes atendió dos pacientes en el pabellón de Clínicas y firmó el certificado de defunción de la interna Villalba. Al revisar el vehículo, los investigadores no encontraron signos de que hubiera sido violentado o señales que abonen la presunción de que hubo una lucha. El panorama se replicó en la inspección de la habitación de la casa Médica, en la que Giubileo habitualmente descansaba.
Beatriz Ehlinger, amiga de Giubileo y empleada de la Colonia Montes de Oca, fue la primera persona en advertir la desaparición de la médica y radicó la denuncia en la comisaría de Luján el 19 de junio. Debido que, por entonces existía un prejuicio marcado en los investigadores policiales que, ante el caso de la desaparición de una mujer mayor de edad, como Giubileo, que tenía 39 años, se consideraba necesario dejar pasar un tiempo antes de mover los engranajes de la maquinaria de la búsqueda ante la posibilidad de que la persona se hubiera ausentado por voluntad propia.
No existían en esa época las figuras penales de violencia de género y femicidio. Las costumbres que dominaban la actuación de la policía durante el gobierno militar seguían vigentes. De hecho, las autoridades de la Colonia, antes que dudar de los motivos de la desaparición de Giubileo, habían iniciado un expediente administrativo por abandono de puesto de trabajo.
“Se perdieron las primeras pruebas que pudieron haberse encontrado si la investigación hubiera comenzado en el momento en que se radicó la denuncia. La búsqueda seria comenzó quince días después de la desaparición”, recordó Parrilli.
La vidente, el tanque de agua, el cadáver
Por las características de la escena del crimen, la noticia sobre la desaparición de la médica tuvo repercusión nacional y ocupó espacios importantes en los noticieros de televisión y en los diarios. Como nadie sabía nada, cualquier hipótesis, incluso las más extravagantes, era investigada.
“Una vidente acercó el dato de que en la Colonia Montes de Oca habían enterrado el cuerpo de una mujer. Los policías vaciaron el enorme tanque de agua del complejo y encontraron un animal muerto”, recordó el investigador judicial. El 1° de noviembre de 1985, la investigación fue sacudida por hallazgo de un cuerpo en las adyacencias del pabellón 8. El cadáver pertenecía a un hombre y estaba dentro de una bolsa de arpillera, en avanzado estado de descomposición, con los tejidos blandos afectados por el paso de los días y las inclemencias del tiempo.
“Cecilia fue secuestrada. Fue sacada por la fuerza del instituto. Si en 38 días de rastrillajes la policía no encontró nada en el instituto, es difícil que mi hija estuviera ahí dentro. Por este motivo creo que la sacaron por la fuerza”, expresó, por entonces, María Lonzetti de Giubileo, su madre.
Aunque al principio de la investigación el expediente fue calificado como “averiguación de paradero”, un mes después, el juez Carlos Gallaso modificó la carátula como “Giubileo, Cecilia Enriqueta, sobre presunta privación ilegítima de la libertad”. Con esa calificación se archivó el expediente en febrero de 1988. No obstante, fuentes judiciales indicaron que el magistrado siempre tuvo el sumario a mano ante la posibilidad de la aparición de nuevas pistas o de algún arrepentido.
Los temores de la víctima
Luego de escuchar a testigos que conocieron a Giubileo, una perito concluyó en un informe incluido en la causa que “Cecilia comentó en varias oportunidades que tenía miedo que le hicieran algo, que la secuestraran”. Dicha afirmación coincidió con la declaración de la madre de la médica, que indicó que su hija mencionó ese temor durante la breve charla telefónica que mantuvieron la noche anterior a su desaparición.
Giubileo nació en Lincoln en 1945. Estudió medicina en Córdoba. Allí conoció al músico Pablo Chabrol, con quien se casó en 1972. Durante el gobierno militar la familia política de Giubileo fue perseguida y una patota secuestró a su suegro; dos hermanos de Pablo habían militado en el ERP y figuraban como desaparecidos Por tal motivo, la pareja decidió exiliarse en Europa. Pasaron primero por Grecia y después se instalaron en Gijón, España. Al poco tiempo, Cecilia y Pablo se separaron. Entonces, Giubileo regresó a la Argentina para cursar las dos materias que le faltaban para terminar su carrera de Medicina.
Cuando obtuvo su título y la especialización en cirugía, comenzó a trabajar en el sanatorio de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), en Campana. Poco tiempo después obtuvo el nombramiento en la Colonia Montes de Oca. Beatriz Ehlinger, Mabel Tenca, Griselda Sánchez, Irma Campana y el enfermero Novello describieron a Cecilia como una persona sociable, pero reservada en cuanto a su vida personal. Con respecto a su vida sentimental coincidieron en que se relacionó con hombres, que tuvo parejas, pero no se mostraba con ellos.
Al revisar el departamento que alquilaba en Humberto Primo al 1300, también conocida como “la calle de las palmeras”, en Luján, los investigadores no encontraron ningún elemento relevante que permitiera determinar si alguien la amenazaba o la acosaba.
Los responsables de la pesquisa, fundaron la hipótesis de la presunta responsabilidad de una patota de los servicios de inteligencia en el secuestro de Giubileo a partir de los vínculos con la familia de su exesposo y los motivos que la obligaron a abandonar el país durante la primera etapa del gobierno militar.
Durante la investigación, abundaron las versiones sobre la posibilidad de que Giubileo habría intentado denunciar un supuesto tráfico de órganos extraídos de algunos pacientes de la Colonia Montes de Oca que estaban alojados como NN. Esta versión quedó desvirtuada. También se descartaron los dichos de Guillermo Patricio Kelly, quien declaró como testigo.
Si bien las autoridades de la Colonia Montes de Oca negaron hasta el hartazgo la posibilidad de que existiera una organización criminal dedicada al tráfico de órganos, se inició un sumario interno que constituyó una investigación paralela a la que se realizaba en el juzgado de Mercedes. Los testimonios incorporados en ese expediente nunca fueron aportados a la causa penal.
Debido a que la desaparición de Giubileo ocurrió en una dependencia del Ministerio de Salud de la Nación, es jurisdicción de la Justicia federal. Sin embargo, ningún magistrado del fuero federal decidió hacerse cargo de la investigación del caso Giubileo ni de las otras versiones sobre el supuesto tráfico de órganos. Incluso la BBC realizó un amplio documental sobre la problemática a nivel mundial, en el que las sospechas sobre lo que ocurría en la Colonia Montes de Oca ocuparon un importante espacio. La repercusión de ese programa puso el foco sobre el director del establecimiento, el doctor Florencio Sánchez, que fue destituido.
La Justicia federal tampoco investigó si eran ciertos o falsos los rumores sobre una supuesta defraudación con la compra de medicamentos para pacientes psiquiátricos, una actividad criminal que se desarrollaba en el centro asistencial y de la que sobre la existían sospechas fundadas. A 36 años de su desaparición, el caso esta archivado y nadie la busca.
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