¿Qué es el síndrome de Estocolmo?
Las características de un trastorno que suele afectar a víctimas que fueron privadas de su libertad; los casos más resonantes
En las últimas horas empezó a trascender que Sonia Molina, la víctima de los abusos por los que están acusados la periodista Estefanía Heit y su marido, Jesús Olivera, podría padecer el llamado "síndrome de Estocolmo".
¿De qué se trata este trastorno? ¿Quiénes son los más proclives a sufrirlo? ¿Cuáles son sus principales características?
Se trata de una conducta de involucramiento afectivo de la víctima con el victimario. Fue un psiquiatra, que intervino en la investigación del asalto a un banco en 1973 quien lo definió así y desde entonces su nombre se extendió por el resto del mundo.
En ese entonces, un grupo de delincuentes robó una sucursal del Kreditbank, tomó rehenes y los mantuvo cautivos durante seis días en la bóveda del banco. Al concluir el asalto, los cautivos adoptaron una postura de franca simpatía por sus captores, pagaron su defensa y solicitaron al primer ministro Olof Palme clemencia para ellos.
Al intentar explicar los motivos y las reacciones de los rehenes, los psicólogos dijeron: la víctima "se identifica inconscientemente con su agresor, ya sea asumiendo la responsabilidad de la agresión de que es objeto, ya sea imitando física o moralmente la persona del agresor, o adoptando ciertos símbolos de poder que lo caracterizan".
Más tarde, esas mismas apreciaciones sentarían la base para explicar otros casos similares, al menos, en algunos aspectos.
Este síndrome suele ser común en personas que fueron víctimas de abusos, como rehenes, miembros de sectas, víctimas de incesto o prisioneros de guerra o campos de concentración.
Según coinciden varios expertos, la ayuda entre la víctima y el autor responde en gran parte a un objetivo compartido: resultar ilesos del incidente generado. "El nulo control sobre la situación por parte del secuestrado le lleva, al parecer, a intentar cumplir los deseos de sus captores que, por otro lado, se presentan como los únicos que pueden evitar una trágica escalada de los hechos. De esta manera, se produce una identificación de la víctima con las motivaciones del autor del delito y un agradecimiento al captor que, en ocasiones, lleva situaciones extremas", señala un artículo publicado en Muy Interesante.
Un caso de libro, que suele citarse como ejemplo, es el de Patricia Campbell Hearst, nieta del magnate periodístico estadounidense William Randolph Hearst, quien, después de haber sido retenida por una secta político-militar (el Ejército Simbionés de Liberación) terminó vinculada a esa organización varios meses después de haber sido liberada.
Otro hecho más reciente, que conmocionó al mundo, fue el de la austríaca Natascha Kampusch, quien el 23 de agosto de 2006 fue liberada tras permanecer secuestrada durante más de ocho años en un pequeño sótano. Atrás dejó el encierro, la soledad y los abusos de un captor que pretendió "construirla a su antojo" y que luego volcó en un libro. Allí narró cómo vivió esa pesadilla de 3096 días.
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