Los propietarios incorporan medidas de seguridad de manera particular y las urbanizaciones suman tecnología para frenar los robos; la violación del perímetro, la clonación de tarjetas de ingreso y la filtración de información de inquilinos cómplices, algunas de las modalidades más frecuentes; testimonios de los que eligieron el verde para ganar tranquilidad y la opinión de expertos
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Vivir en un barrio cerrado o country dejó de ser garantía absoluta de seguridad. Y hay un nuevo hábito que lo grafica al extremo: cada vez más propietarios contratan sistemas de alarmas o de monitoreo en sus casas de manera particular, por fuera del servicio de vigilancia de estas urbanizaciones en la provincia de Buenos Aires.
Según fuentes policiales y judiciales consultadas por LA NACION, hubo 55 robos denunciados en countries o barrios privados en lo que va del año, y se estima un piso de 30% más de casos que no fueron informados. Violación del perímetro, robo o clonación de tarjetas de entrada, filtración de información de inquilinos cómplices y hasta ingresos con personas escondidas en los vehículos son algunas de las modalidades adoptadas. Los vecinos ya comenzaron a tomar cartas en el asunto, con la implementación de medidas adicionales para contar con la seguridad que fueron a buscar cuando decidieron mudarse a un barrio cerrado. Las urbanizaciones, en tanto, suman tecnología o redefinen estrategias.
“El 95% de los robos en los barrios cerrados son por violación del perímetro”, afirma un experto en seguridad privada consultado por LA NACION. Esta modalidad suele derivar en robos al voleo en las propiedades más cercanas al punto de intrusión, a diferencia de los robos estratégicos, que suelen llevarse a cabo con tareas de inteligencia previa, connivencia de alguien “de adentro” y, eventualmente, un “entregador”.
“Generalmente, saben que hay plata. Como saben que el riesgo es grande, no se meten si el botín no es importante”, dice un vecino de un barrio afectado en varias ocasiones. “En 2005 fueron los últimos grandes robos a bancos. La gente, al desconfiar de los bancos, usa la casa de caja fuerte de sus casas. Y los delincuentes lo saben”, acota el experto.
Alberto Gutiérrez, consultor en seguridad privada y socio fundador de la Asociación Argentina de Clubes de Campo, plantea: “El Estado debería hacer todo y no lo hace. El privado no tuvo más opción que autoprotegerse. La gente quería ganar calidad de vida, naturaleza, tranquilidad y seguridad”.
Gutiérrez estuvo a cargo de la seguridad en Highland Park y contribuyó en la elaboración del masterplan de Nordelta. “Al principio, el perímetro estaba delimitado por un cerco típico de campo de alambrado de siete hilos, en el ingreso había una garita, una barrera manual y listo. Era otro mundo”, repasa acerca de lo que hubo en la inauguración de Highland Park, en 1948. Los primeros perímetros de alambrados en altura comenzaron a incorporarse en los años 70. En los 90, cuando las viviendas de los countries empezaron a ser permanentes, muchos alambrados fueron reemplazados por paredones de ladrillo u hormigón, una alternativa menos vulnerable.
“Los fabricantes empezaron a hacer los rombos del alambrado más grandes para abaratar costos y eso no contribuyó”, señala el especialista. En aquella época se incorporaron las empresas de vigilancia privada. Los rondines de personal de seguridad los hacían los vigiladores a pie; luego pasaron a vehículos motorizados.
Con el avance de la tecnología aplicada a la seguridad, con el nuevo siglo llegaron las cámaras de vigilancia de circuito cerrado, las barreras automáticas con tarjetas de entrada y los sistemas computarizados de registro de ingresos y egresos, entre otras novedades. Se sumó altura a los perímetros y se extendieron los cercos electrificados.
La pandemia marcó un fuerte incremento de viviendas permanentes y una ola inesperada que llegó hasta estas urbanizaciones. La rutina cerca del verde y la posibilidad del trabajo remoto irrumpieron como la combinación perfecta. La tranquilidad nunca dejó de ser uno de los mayores atractivos, pese a que nadie parece estar blindado hoy.
En el país hay unas 1200 empresas de vigilancia privada. Todas las medidas de seguridad están amparadas por las normas IRAM 43.000 y 43.001, que dan marco jurídico y legal a las urbanizaciones especiales.
“Nos mudamos para no tener alarma”
Una vecina de un exclusivo country de zona norte, que prefirió mantener su nombre en reserva, detalla las medidas de seguridad que decidió implementar en su vivienda: “Nos mudamos en los 90 pensando que era un placer no tener alarma y que jamás la íbamos a necesitar. Lamentablemente, luego de 30 años no nos quedó opción. Entraron en tres o cuatro casas en un lapso de unos dos meses, la vigilancia no dio explicaciones claras y no encontró a los responsables. Entonces, tuvimos que apelar a esa medida, sumada a instalar cámaras de vigilancia de control remoto. Era cuestión de tiempo, dado el deterioro socioeconómico del país”. Y agrega: “La gente acá paga por un servicio que el Estado no hace bien. Terminamos pagando a la policía con nuestros impuestos, la seguridad del barrio con las expensas y ahora no tuve alternativa que sumar un costo más, la alarma. Es lamentable”.
Marina es vecina de un barrio en Pilar, al que llegó hace nueve años desde San Pablo junto a su esposo y sus tres hijos. “Mi marido va y viene de Brasil por trabajo y le daba tranquilidad que nos quedáramos en un lugar seguro. Al principio vi que era muy tranquilo acá y dejaba las puertas sin llave, pero a partir de robos recientes estoy muy preocupada. El nivel de inseguridad me está haciendo acordar a San Pablo y a la ciudad de México, donde viví y sufrí robos violentos”, señala.
A raíz de los últimos episodios, ya no deja a sus hijos solos, cierra las puertas con llave y puso más iluminación en el perímetro de su vivienda. “Instalaron cámaras de vigilancia en las calles internas del barrio y se pasó de tarjetas de ingreso a sistema biométrico de reconocimiento facial, que es práctico y seguro. Todas estas medidas ayudan. Por ahora no voy a poner cámaras ni alarmas en mi casa, pero tengo amigas del barrio que ya lo hicieron, ni lo dudaron”, comenta.
En los alrededores de estas urbanizaciones, los hechos delictivos también preocupan. Propietarios consultados por LA NACION admiten que prefieren evitar el uso de autos de alta gama y procuran no volver tarde. “En los tres kilómetros que tengo desde la Panamericana hasta mi casa no bajo la ventanilla y de noche intento no detenerme en los semáforos en rojo. Falta presencia policial e iluminación LED”, afirma un vecino de un barrio privado de Tigre.
Las modalidades de robo más frecuentes
“Estoy desde 1990. Me habían robado alguna bicicleta, pero esta vez fue grave. Vivo pegada al perímetro y una tarde de un viernes abrieron el alambrado, entraron a casa y manotearon una mochila con una notebook. Al día siguiente volvieron a entrar y directamente dieron vuelta la casa, se llevaron todo, incluso ropa. Me vi obligada a poner un muro. No es lo que quería, pero el contexto me llevó a tomar esa medida”, relata una vecina de un barrio semiabierto de Villa de Mayo, en el partido de Malvinas Argentinas.
La misma modalidad utilizaron los ladrones, meses atrás, en Tortugas y en Highland Park, y más recientemente, en agosto, en el barrio Santa Bárbara, de Tigre, cuando un hombre cortó el cerco y entró a dos casas. En Martindale, de Pilar, y en Abril, de Berazategui, vulneraron el perímetro y escaparon en camionetas con las que pasaron por encima del alambrado para darse a la fuga.
En marzo pasado, en Santa María de Tigre, los ladrones treparon el paredón y robaron en dos casas en distintos días, llevándose unos 7000 dólares y relojes. A un kilómetro y medio de allí, en el barrio privado Hacoaj, los delincuentes cavaron un pozo para pasar por debajo del perímetro.
Las tarjetas de ingreso clonadas o robadas también representan un peligro. En junio pasado, delincuentes ingresaron en Santa Bárbara con una tarjeta magnética que le habían sustraído a una vecina de su auto mediante la utilización de inhibidores de alarma que impiden el cierre correcto del vehículo cuando el conductor acciona el mando a distancia. La misma banda, que integraba un barrabrava de Platense, había robado en mayo en cuatro casas de Laguna del Sol, también en Tigre. Bajo una modalidad similar, entraron en abril pasado al country Grand Bell, de La Plata: los ladrones llegaron en un auto al acceso principal; simulando ser propietarios, apoyaron una tarjeta falsa y, como no les abría, convencieron al personal de la guardia de que había un problema con la barrera. Los vigiladores confiaron y los dejaron pasar.
Según los especialistas y los vecinos consultados por LA NACION, algunos de los momentos de mayor riesgo se producen cuando hay eventos deportivos o grandes fiestas privadas dentro de un barrio. “Aprovechan cuando los controles en los accesos tienen la presión de muchos autos para ingresar, generalmente con muchos pasajeros, situación que abruma a los vigiladores, que no dan abasto”, afirma un propietario.
Los alquileres son otro problema. Los nuevos huéspedes pueden filtrar información y ejecutar los robos o colaborar para que otro los concrete. Algo así sucedió hace un año en el Golf Club Argentino, cuando un grupo de delincuentes alquiló una casa para hacer inteligencia en el propio terreno y, luego, secuestraron a un empresario colombiano por el cual exigieron un rescate millonario.
José Silveyra, licenciado en Seguridad con amplia trayectoria, advierte: “Estamos viendo la vulneración en los accesos principales, y los alquileres son peligrosos. Además, el propietario que le da la tarjeta al amigo o a la empleada atenta contra la seguridad del resto. Vos buscás tranquilidad, pero no sabés qué hace el de enfrente, quizás mete a un amigo o pariente, o un socio, y lo deja trabajar todo el día haciendo inteligencia para delinquir”.
“Hay organizaciones dedicadas a revisar en profundidad quiénes son los inquilinos y su perfil. Esto ayudaría a prevenir el hospedaje de delincuentes; también, revisar los alquileres de corto plazo”, apunta Gutiérrez. El experto agrega que el comprador “en comisión” también supone un riesgo: “Es una figura jurídica legal, pero hay un tercero involucrado del que poco se sabe”.
Las estrategias de los barrios cerrados
Una de las medidas que están tomando los barrios es el cambio a sistemas biométricos de reconocimiento facial para el ingreso y egreso, en reemplazo de las tarjetas magnéticas, que pueden ser robadas o clonadas. Otra estrategia extendida es el reempadronamiento de propietarios, socios y familiares.
La tecnología, sin dudas, es una aliada. Existen aplicaciones que contienen el perfil del dueño de casa, vinculado al sistema biométrico de ingreso, que le permiten al vecino desde preacreditar invitados hasta dar una alerta de emergencia desde su celular.
Silveyra aconseja no escatimar en personal de vigilancia, particularmente en los accesos a los barrios: “Están la teoría y la práctica, lo ideal y lo posible. Muchas veces las empresas de vigilancia, por achicar gastos, reducen el personal, y eso genera vulnerabilidad, porque los custodios que quedan son pocos y están sobrepasados. El vigilador debe estar bien descansado para estar alerta y rendir bien”.
El encargado de comunicaciones de la Asociación Vecinal Nordelta, Marcelo Cantón, detalla algunas de las incorporaciones: “Contamos con tecnología de última generación, como iluminación LED, cámaras de videovigilancia, analíticas, que detectan movimientos, térmicas, otras de registro de vehículos y conductores y domos de vigilancia. También, lectores de patentes, detectores de velocidad, radares náuticos para espejos de agua y alambrados inteligentes”.
Todos esos datos se procesan en un centro de monitoreo; algunos barrios lo llaman búnker. “Allí se consolida la información generada por la estructura de tecnología y el personal de vigilancia. Hay profesionales en seguridad y trabajamos con consultoras y expertos que asesoran”, afirma.
Según Cantón, en los últimos dos años hubo menos de 10 casos de vulneraciones en las 1500 hectáreas que componen Nordelta, no hubo heridos y los autores fueron detenidos. “Por cada caso hay decenas de intentos que son frustrados porque se detectaron a tiempo. Los intentos de invasiones son permanentes y la modalidad de robo más común es el escruche [robo en ausencia de moradores]. Contamos con mucha tecnología de visualización, identificación y seguimiento. Lo máximo que se tardó en detener a un delincuente fueron tres o cuatro días”, amplía.
Gutiérrez explica que la Asociación Argentina de Clubes de Campo representa una red en la que se comparte información y se evalúan mejoras en materia de seguridad de manera permanente. “Intercambiamos ideas, estadísticas y aprendemos constantemente. Los robos enseñan mucho sobre técnicas de prevención y contribuyen al desarrollo de tecnología”, plantea.
Otras medidas implementadas por los barrios fueron el cambio de alambrados por muros, el raleo de vegetación para impedir eventuales escondites de los delincuentes, el cierre definitivo de accesos alternativos con poco uso y la entrada de servicios restringida o prohibida después del atardecer. En algunos casos, se dispuso, a partir de la noche, la obligatoriedad del paso de los propietarios por la cabina central de vigilancia para controlar el auto y el baúl con el objetivo de prevenir hechos de coacción o toma de rehenes.
Costos asociados
La implementación de nueva tecnología o la incorporación de más personal de seguridad es motivo de debate en algunos barrios, ya que las mejoras repercuten en el valor de las expensas. La seguridad privada tiene un costo por propietario que depende de muchas variables, como el tamaño del predio, la cantidad de socios o propietarios, si las instalaciones poseen canchas de polo, golf o equitación y la tecnología involucrada. Generalmente, entre un 30% y un 80% de los gastos de expensas están destinados a seguridad.
“Está el pozo de dinero que invierten los socios y lo que puede hacer cada uno por su cuenta, hay una parte que está en sus manos”, dice Gutiérrez. “El cuarto y último anillo de seguridad son las casas. En cualquier lado. Es tu casa, sos vos. Es importante mantener cerradas las puertas de la casa y de los autos. Se llegó al punto en que el vecino se pone alarma y cámaras. La seguridad la hace el vecino también, debe colaborar”, añade.
Coincide Silveyra: “Hay que tener cámaras y alarmas, para mí es imprescindible para tener un mayor control. Yo uso todas las barreras posibles para la prevención”.
En cuanto a la alternativa de monitoreo remoto, hay marcas de cámaras que son relativamente accesibles y fáciles de instalar en el interior o a la intemperie, que funcionan con pilas y cuentan con conexión a wifi, y notifican al celular del usuario cualquier movimiento y sonido en un espacio.
“Estamos tomando precauciones similares a las de 2001″, describe Gutiérrez. Y cierra: “A pesar de los robos, los barrios cerrados siguen siendo los lugares más seguros para vivir, no tengo dudas”.
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