Por las restricciones de la cuarentena los asaltantes atacan en sus propios barrios
Con la pandemia se rompió una antigua norma no escrita que regía entre los delincuentes: en el barrio en el que se vive no se roba. Las primeras semanas de la cuarentena por el coronavirus los hechos de violencia, en general, y los delitos contra las personas y la propiedad, en particular, se redujeron como consecuencia de la menor circulación de personas y del temor inicial al contagio, según interpretaron policías y fiscales del área metropolitana. Pero con la extensión y la flexibilización "de facto", aumentó la circulación y también la actividad criminal. Solo que con una particularidad: en la gran mayoría de los casos víctimas y victimarios vivían en los mismos barrios: eran, prácticamente, vecinos.
En las últimas tres semanas se produjeron al menos 42 homicidios en Buenos Aires. El hecho más reciente se produjo en los primeros minutos de ayer en González Catán, partido de La Matanza, donde un joven de 18 años fue asesinado de un balazo en el pecho por familiares de un chico de 15 con el que había tenido un altercado previo; los homicidas se internaron en una villa cercana y aún no fueron detenidos.
Pero quizás el hecho más emblemático de este cambio de paradigma delictivo en el conurbano fue el homicidio de Débora Ríos, empleada de una estación de servicio YPF, de 36 años, asesinada por dos malvivientes que viven en el mismo barrio en el que ella residía con su hijo, en Cuartel V, Moreno.
Otro ejemplo es el de Juan Andrés Pérez Thomsen, primo de Máximo Thomsen, uno de los ocho detenidos por el homicidio de Fernando Báez Sosa, ocurrido en Villa Gesell el 18 de enero pasado. Pérez Thomsen fue acusado por un cartero de haberlo apuñalado por la espalda. La víctima lo identificó porque lo conocía del barrio Siderca, de Campana.
Según calificadas fuentes policiales consultadas por LA NACION, la modificación en la forma de robar de los asaltantes estaría relacionada con los controles aplicados para evitar la circulación de personas a raíz de la pandemia del Covid–19.
"Ante la posibilidad de ser detenidos en un control por no contar con el permiso de circulación, quedó acotada la zona en la que concretan sus robos y los ladrones atacan en el lugar que tienen más a mano, o sea, en sus barrios. Antes no lo hacían para evitar ser reconocidos. Además, el asaltante va adonde hay gente y, en la actualidad, la gente circula en sus barrios. Al no estar abiertos los shoppings ni los negocios de las calles comerciales, la gente se queda cerca de sus casas, y los asaltantes, también", expresó un jefe policial, que solicitó mantener su nombre en reserva.
Causa y efecto
Aunque no se difundieron aún estadísticas oficiales, se estima que la cifra de delitos de los primeros 30 días de aislamiento más estricto aumentó en forma proporcional a la mayor circulación de personas y vehículos en la vía pública.
Se estima que la cantidad delitos ocurridos en junio habría crecido más de 50% con respecto a abril. Solo en un fin de semana se registraron cinco asesinatos en el Gran Buenos Aires; en todos esos episodios de violencia, los sospechosos vivían en el mismo barrio que las víctimas. Entre ellas, Débora Ríos. Fue asesinada hace exactamente dos semanas. El 8 de este mes, a las 4 de la mañana, salió hacia la esquina de San Fernando y Malabia, en Cuartel V; iba a tomar el colectivo a General Pacheco, Tigre, donde trabajaba, en una estación de servicio de YPF. Pero en la parada al menos tres asaltantes la rodearon; ella clamó que no le hicieran nada, que tenía un hijo, y se habría resistido con un aerosol de gas pimienta. Le asestaron 26 puntazos hasta matarla. Una vecina vio todo; le resultó familiar la voz de uno de los agresores y la relacionó con un ladrón que vive en la misma cuadra.
La autopsia determinó que todas las heridas punzocortantes le habían sido asestadas cuando estaba viva y que una patada en la cabeza que le pegaron cuando estaba en el piso fue la causa de la muerte.
A partir de los relatos de los testigos, los policías lograron establecer que Débora había sido atacada por tres sospechosos que viven en el mismo barrio. Los vecinos señalaron a tres imputados, a los que identificaron por sus alias, Nelson, Iván y "Caja"; agregaron que también eran responsables de la mayoría de los robos ocurridos en la zona.
Según fuentes policiales, luego de averiguaciones y más testimonios fueron detenidos por el crimen Alexis Iván Matcovich, de 20 años, y Enzo Leonel Aylán, de 24. El primero fue apresado en Montes de Oca y Ángel Gallardo; el otro, en su casa, situada en San Fernando y Montes de Oca, a metros nada más de donde ocurrió el crimen. En su muro de Facebook, Aylán adelantó, en un posteo, que iba a salir a robar porque, por la cuarentena, ya no tenía dinero.
El fin de semana pasado fueron asesinados el remisero Carlos Pereyra, de 56 años; Mauro Osvaldo Pérez, de 41, y Leonardo Damián Barrios, de 27. Los sangrientos episodios ocurrieron en Morón, José León Suárez –San Martín– y en Ingeniero Allan, Florencio Varela. En los últimos casos, los asesinatos fueron concretados por vecinos de las víctimas. Con respecto al hecho ocurrido en el cruce de Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou, en José León Suárez, los vecinos identificaron al asesino de Pérez e intentaron incendiarle la casa, pero fueron contenidos por un grupo de policías.
Más crímenes
Tres días antes, el comandante principal Marco Antonio Castillo, de 46 años, jefe del Escuadrón Zárate-Brazo Largo de la Gendarmería, fue asesinado por tres delincuentes que intentaron robarle la bicicleta. El presunto autor material de los disparos tiene 16 años, vive a pocas cuadras del lugar del crimen y había sido liberado por un juez del fuero de Responsabilidad Penal Juvenil a pesar de que, en febrero pasado, había baleado a una mujer para robarle la mochila.
Los homicidios cometidos por vecinos de las víctimas siguieron durante los últimos días. En el barrio La Blanquita, de Merlo, un grupo de delincuentes asesinó al chofer de la línea 312 Federico Rivero, de 40 años, delante de su esposa y frente a un negocio situado en Sucre entre Esquiú y Finocchietto.
La esposa de la víctima relató a la policía que al salir del comercio vio a dos personas junto a la ventanilla del lado del conductor de la camioneta en la que estaban y creyó que estaban saludando a su esposo. Pero escuchó el grito de "a vos qué te voy a dar", el estruendo de un disparo y el alarido de dolor de su marido.
Rivero quedó con medio cuerpo colgando del vehículo porque los delincuentes "lo querían sacar a toda costa y llevarse la camioneta".
Ella tomó las llaves del vehículo y los asaltantes escaparon a pie con los celulares de la pareja y dinero que Rivero llevaba en su riñonera.
El viernes, la policía apresó a dos sospechosos del asesinato: Sergio Ariel Armoa y Jonathan Acosta, que al ser apresado dijo que tenía síntomas compatibles con el Covid–19; el primer testeo dio negativo; hoy le harán un segundo hisopado para confirmar si, efectivamente, no está contagiado de coronavirus. Sigue aislado bajo el protocolo de rigor y con custodia policial en el Hospital Eva Perón, de Merlo.
Armoa cumplió una condena de nueve años y medio de prisión por "robos calificados", mientras que Acosta registra antecedentes por "robo calificado en poblado y en banda" y "tenencia ilegal de arma de fuego de uso civil". Ambos imputados viven a diez cuadras del lugar donde mataron al chofer.
En las últimas horas una turba se congregó frente a una casa situada en Marcos Sastre al 1300, del barrio Libertad, de Merlo, y al grito de "asesinos" y "chorros" intentaron linchar a un joven de 20 años, hermano de la concubina de Acosta. Arrojaron palos y piedras, irrumpieron en la humilde casilla, prendieron fuego y arrojaron al sospechoso a las llamas. El cuñado del presunto asesino del remisero está internado, con severas quemaduras en las vías respiratorias, intubado y con pronóstico reservado.
Otro caso de homicidio cometido por ladrones que viven en el mismo barrio que la víctima ocurrió el último jueves, en Ondarribia al 400, en la localidad de Villa Centenario, partido de Lomas de Zamora. Allí, tres asaltantes mataron a César González, de 50, para robarle su auto, un Citroën Xsara Picasso, en la puerta de su casa.
El profesor de inglés fue asesinado de un disparo en la cabeza por tres delincuentes que habían llegado al lugar en otro Citroën, un C3. Luego de matar al docente, los agresores huyeron en el vehículo de la víctima y en el otro rodado. Debido a que el auto utilizado para cometer el robo fue abandonado a pocas cuadras de la escena del crimen, los investigadores policiales y judiciales abonaron la sospecha de que los atacantes vivirían en el barrio.
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