“Por favor, cuidá a tu abuela”, la clave en un testamento que reveló un amor secreto
El beneficiario de los bienes que dejó en herencia un médico fue juzgado por el delito de estafa procesal por el uso de un documento privado falso, pero fue absuelto
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J.K. fue un reconocido médico que llegó a ser jefe del área clínica de un hospital público. La mayor parte de su vida vivió con su madre y una tía. No se casó. No tuvo hijos. Falleció a los 78 años de un paro cardiorespiratorio no traumático. Pero antes de morir dejó un testamento de apenas cinco líneas donde heredaba todos sus bienes a un joven. B.K., el heredero, resultó ser el nieto del amor de su vida, E.B., una mujer casada con la que vivió una romance ocultó durante décadas.
“La historia particular, una historia de amor”, como la definió una testigo, sobrina de E.B., fue ventilada en un juicio oral y público donde B. K. fue juzgado por el delito de presunta estafa procesal por el uso de un documento privado falso, en este caso, el testamento que fue cuestionado por dos primos del médico J. K.
Pero B.K. fue absuelto por la jueza María Gabriela López Iñiguez, integrante del Tribunal Oral Federal (TOF) N° 8, en un juicio unipersonal que se hizo a través de la plataforma Zoom.
Una de las claves para absolver al acusado que tuvo en cuenta la magistrada fue la última de las apenas cinco líneas del testamento cuestionado por los denunciantes. “Por favor, cuidá a tu abuela”, le pidió J.K. en el documento donde lo designaba heredero de todos sus bienes, una casa en Almagro y otra en Parque Chas.
“La totalidad del plexo probatorio examinado me conduce a sostener que existe un cuadro indiciario serio, concordante y objetivo que indica que resulta probable o verosímil que J.K. abrigara en favor de B.K. voluntad de retribución por los cuidados, el afecto y las atenciones brindadas. Este contexto permite, incluso, dar un sentido a la mención expresada en el documento ‘Por favor, cuida a tu abuela’, pues bajo la hipótesis de que el testamento no sería más que una falsa maquinación para apoderarse de bienes ajenos de modo indebido, no tendría mayor lógica que B. K. insertara una frase por la cual se exhortase a sí mismo a cuidar a su propia abuela”, sostuvo la jueza en la sentencia absolutoria.
La causa penal contra B. K. comenzó cuando los primos del médico fallecido se presentaron en el juicio sucesorio y advirtieron que ya había un expediente abierto donde se había presentado el testamento con la firma de J.K.
Para la parte acusatoria, según el expediente, la presunta estafa procesal con el supuesto falso testamento “se habría cometido con la finalidad de inducir a error o de engañar al juez civil Juan Carlos Benincasa” que había intervenido en la sucesión abierta tras el fallecimiento.
Testigos y pruebas claves
En el juicio llevado adelante por la jueza López Iñiguez no solo declararon los primos que denunciaron al beneficiario del testamento. También lo hicieron B.K., peritos caligráficos y una sobrina de E. B., que fue la que dio a conocer la historia de amor oculta entre el médico y la abuela del acusado.
“Dentro la familia hay una historia particular, hay una historia de amor. Toda la vida mi tía y su marido vivieron separados, pero dentro de la misma casa. A la vez, J.K. y E.B. eran amantes, y lo fueron hasta que ambos murieron. J.K. formó parte de mi familia, festejábamos juntos las Navidades, los Años Nuevos y los cumpleaños. Por eso no me llamó la atención que tuviera vocación de dejarle sus bienes a quien consideraba un nieto”, reveló la testigo en una de las audiencias, según la sentencia a la que tuvo acceso LA NACION.
El caso, dado a conocer por el sitio de noticias www.justiciadeprimera.com, llegó a su fin a mediados del mes pasado, con el fallo de la jueza López Iñiguez.
La magistrada dio por probado que el acusado cuidó de J. K. en los momentos en que la salud del médico se deterioró.
La jueza resaltó el testimonio de la sobrina de E.B., que afirmó que el acusado “se ocupó de la salud de J.K., le preparaba la comida, le hacía las compras, le cambiaba los pañales, le cambiaba las sábanas si las había ensuciado y, fundamentalmente, se ocupaba de mantener en contacto al médico y a su abuela, ya que su padre se oponía férreamente a la relación”.
En cuanto al testamento cuestionado por los denunciantes, que sostenían que la grafía no correspondía a la de su primo, la jueza explicó que “los peritos calígrafos fueron contestes en señalar que no solo el transcurso del tiempo puede afectar la escritura de una persona, sino también el padecimiento de enfermedades, los apoyos y la postura en que se produce un texto”.
Y como prueba de que la letra del testamento era la de J.K., la jueza tuvo en cuenta un texto a mano que el médico escribió sobre un recetario.
“En consecuencia, y sabiendo que J.K. estaba postrado en sus últimos tiempos, con una salud en declive que determinó su internación en una residencia geriátrica, donde falleció, aquellas conclusiones periciales que han establecido que su rúbrica evidenciaba diferencias con las indubitadas no pueden ser desencuadradas de todo este contexto. Por estas razones, las solitarias conclusiones periciales que han sostenido que la grafía inserta en el testamento no se correspondería con otras anteriores e indubitadas, que fueron estampadas por J.K. cuando aún no estaba físicamente deteriorado, no pueden recortarse de la totalidad del contexto en que se desarrolló el vínculo entre todos los actores de esta causa, y en especial entre el médico y E.B., la abuela de B.K. Este contexto permite sostener que existen indicios concordantes y serios de que J.K. pudo razonablemente haber tenido voluntad de testar en favor del imputado. El vínculo que los unía, por lo demás, también ha quedado probado. Por lo tanto, la endeble prueba de cargo presentada no me permite arribar a la conclusión, bajo las reglas de la sana crítica racional, que pretenden las acusaciones tanto pública como privada, con el grado de certeza que exige una sentencia de condena”, afirmó la jueza en el fallo absolutorio.
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