Por culpa de la inseguridad, a los 17 años, es el jefe de la familia
Matías, hijo de Leonardo Massa, quedó al frente del supermercado tras el doble crimen
CAÑUELAS.- El hombre estaba parado a un costado del supermercado Doña Rosa, bajo el sol pálido y apenas tibio de la mañana de invierno. Permanecía en silencio , con las manos en los bolsillos y la mirada errática. Adentro, Matías, su nieto, atendía la caja. "Otra no nos queda: tenemos que seguir trabajando; hace seis meses que abrimos", dice Matías. La voz del muchacho es débil y se mezcla con el zumbido de los motores de las heladeras. "Ahí está mi abuelo, pero prefiero que no le preguntes nada", pide y dirige la mirada hacia el hombre que está en la vereda.
Hace una semana, los dos hijos de ese hombre, Leonardo y Marcelo Massa, que tenían 38 y 39 años, fueron asesinados a tiros en el supermercado. La policía detuvo a dos sospechosos : Fernando Marconi y Daniel Chavero. Se sospecha que el primero condujo la moto y el segundo habría sido el que disparó. Marconi había salido de prisión, luego de cumplir una condena por asaltar y herir a Marcelo de tres tiros. "Lo de mi tío fue el mismo día de Cromagnon, el 30 de diciembre de 2004", recuerda Matías, que no consigue entender la trágica historia familiar.
Matías, de 17 años, es el mayor de los tres hijos varones de Leonardo; los otros tienen 12 años y 14 meses. Marcelo también tuvo tres hijos: un varón, de 15, y dos mujeres, de 14 y cuatro años. "Mi papá se ocupaba del súper y mi tío de la verdulería, pero nos ayudamos entre todos. Mi tío venía siempre y mi viejo iba para allá", dice el muchacho.
Hay carteles que piden "Justicia por Leo y Marcelo" en casi todos los negocios, además de un grafiti en el frente de la Municipalidad. Es que el doble crimen conmovió a los habitantes de esta ciudad, que anoche volvieron a concentrarse en la plaza principal para exigir seguridad y justicia. El lunes, cuando tomaron la sede comunal, muchos pedían a los gritos la renuncia de la intendenta, Marisa Fassi, que no quiso recibir a LA NACION. Tampoco quisieron hablar las autoridades de la comisaría.
Después de la pueblada, el gobernador Daniel Scioli ordenó saturar Cañuelas de policías. La orden se cumplió: en cada cuadra céntrica hay por lo menos dos policías; todos muy jóvenes. Dice Matías: "Tendrían que haber tenido la precaución de mandarlos antes. Ahora ya está. Además, van a estar un par de días y después se van a ir...".
En efecto, pronto se irán. Así lo reconoce uno de los uniformados: "Hacemos operativos de saturación. Hoy estamos acá, mañana en otro lado. Acá no pasa nada. No hacemos mucha falta, la verdad. Pero si nos dicen que vengamos... Hay que cuidar el trabajo. Además, mejor estar acá, que en Lomas de Zamora. Es más tranquilo".
Tristeza colectiva
Nelly, de 48 años, es una de las vecinas que estuvo en la concentración del lunes. "Tengo una nena de 12 años que está muy triste. Esta es una comunidad muy unida. A cualquier lado donde vayas se habla de esto. Nos duele mucho a todos."
Rubén Darío Raggi, de 64 años, detiene su bicicleta frente a la Municipalidad y dice: "Desde chicos, estos pibes hacían el reparto de verduras, así que imaginate, los conocían todos. Eran gente muy querida. Es muy triste lo que pasó".
-¿Recuerda un caso similar?
-A mi sobrina la mataron de un tiro en la frente. Tenía 15 años. Pero fue hace mucho, en el 93 o 94, a las siete de la mañana. Mi hermano estaba sacando el auto y su esposa había ido a la panadería a comprar facturas. Desde ese día, mi cuñada no vive, respira. Siempre caen los buenos, como estos dos pibes. Y hay cada vago que ni se resfría...
Los vecinos perciben que en los últimos meses aumentó la inseguridad. Javier, encargado del pub Old West, cuenta: "El viernes pasado, a una compañera mía le robaron en la casa, a las 9 de la mañana. Acá, a cinco cuadras, y nadie vio nada. Hace poco también secuestraron a una piba y la dejaron en la autopista".
Pamela, empleada de una agencia de loterías, dice desde el otro lado de un mostrador enrejado que este mes contó, por lo menos, seis robos en casas. "Lo que pasa es que la ciudad está creciendo. Viene gente de otra parte a buscar tranquilidad, pero ese crecimiento también trae inseguridad", afirma.
Emiliano, que atiende un quiosco frente a la plaza principal, sostiene que no son vecinos de Cañuelas los que provocan la inseguridad. "Han traído gente que no es de acá. Veo muchas caras que no me gustan".
Néstor Maroten, que tiene una carnicería frente al supermercado de los Massa, no opina lo mismo que Emiliano. De hecho, cuenta, él vio crecer a uno de los acusados, Marconi. "Yo nací detrás de la estación. De ahí también es el pibe, así que lo conozco bien. Siempre se dedicó a los robos. No sé. Si tenía un problema con Marcelo, lo hubiera agarrado cuando salía de la verdulería, a la noche. Era más fácil", opina.
"Este es mi último año del secundario. Pensaba ir a La Plata a estudiar administración de empresas... ahora no sé. Betty, la mujer de mi tío, se va a hacer cargo del otro negocio y yo estaré acá... no sé nada... tengo que ir al mercado, hacer las cosas del negocio...", cuenta Matías.
"QUE SE PUEDRAN EN LA CÁRCEL"
Beatriz Rincón y Fernanda Inacio, las mujeres de Marcelo y de Leonardo Massa, respectivamente, sostuvieron: "Queremos que estos tipos [por los asesinos] se pudran en la cárcel. No pueden volver a salir. Hoy por hoy tenemos que seguir con el negocio". Las mujeres, en una entrevista con el diario Perfil publicada ayer, afirmaron: "Hoy pedimos justicia y que no salgan más. No sirve tenerlos presos un tiempo y después dejarlos libres por buena conducta. Si la Justicia no sabe qué hacer con ellos, no los tiene que dejar salir".
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