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Para deshacerse del cuerpo, los asesinos del productor de cine Claudio Nozzi le ataron sus manos con cadenas, le pusieron seis candados, le colocaron esposas en los pies y dos anclas, una de tres picos a la altura de las muñecas y la de dos picos, en los tobillos. Los homicidas arrojaron el cadáver en el río Paraná y volvieron en un bote semirrígido al yate Trasulag II, que el empresario asesinado compró por US$300.000 dos días antes de que lo mataran. Limpiaron la sangre con una hidrolavadora y luego armaron allí una fiesta con música, alcohol y mujeres.
Nozzi había realizado semejante inversión porque quería impresionar a un grupo de empresarios españoles para que financiaran una película que planeaba producir. Para lograr ese objetivo había viajado a Corrientes junto con un amigo, Hugo Jara, que había tenido medios de comunicación en Paraguay y podía ayudarlo a convencer a los inversionistas. Jara le propuso llevar a un cocinero, Luis Ramírez.
Sin embargo, Nozzi no llegó a la cita de negocios. El 10 de marzo de 2005, el cuerpo del cineasta fue hallado flotando a la altura del kilómetro 1312 del río Paraná, cerca de la ciudad de Itatí, en Corrientes. De nada sirvieron los seis candados y las dos anclas que los asesinos le habían puesto al cuerpo para que se hundiera: los homicidas no sabían que en el lugar donde arrojaron el cadáver había bancos de arena y debido a la pronunciada bajante, la profundidad no superaba el metro y medio.
A pesar de que el rostro y los ojos del productor de cine fueron comidos por los peces, Nozzi fue reconocido por los tatuajes de una tortuga y dos letras del alfabeto chino que tenía en la nuca. Los estudios de ADN terminaron de confirmar la identidad del cuerpo.
Hugo Jara era un nombre falso. Detrás de él se ocultaba Luis Raúl Menocchio, alias Gusano, el asesino de las mil caras. Y el tal Ramírez no era cocinero, sino el guardaespaldas del impostor.
Cuando efectivos de la Policía Federal y de la Prefectura lo detuvieron, Menocchio realizaba piruetas de esquí acuático remolcado por el bote semirrígido del que se había valido para descartar el cuerpo del cineasta. Desde el yate Trasulag II, donde se concretó el homicidio, un grupo de mujeres, entre copas de champagne y música electrónica, festejaban cada salto de Menocchio.
“¿Qué hacés, Raulito? ¿Así que ahora sos Jara?”, le dijo el oficial de la Prefectura Bruno Koplin a Menocchio cuando le mostró el informe del peritaje de las huellas digitales que confirmaba la verdadera identidad del sospechoso del crimen de Nozzi.
Antes de convertirse en asesino, Menocchio era un reconocido playboy de Posadas. Integrante de una tradicional familia de Misiones dedicada a la producción de yerba mate, se movía cómodamente en la alta sociedad. Tan poderoso fue el imperio agrícola e industrial que forjó su padre que construyó una localidad llamada Puerto Menocchio para mandar hacia los centros de consumo la yerba mate producida en sus establecimientos.
Menocchio es uno de los asesinos más sanguinarios de la historia criminal argentina. Actualmente, el Gusano acumula dos condenas a prisión perpetua por el homicidio del productor de cine Nozzi y por los asesinatos del estanciero chaqueño Manuel Roseo y de su cuñada Nélida Bartolomé.
Además, la Justicia paraguaya había ordenado su captura internacional por los homicidios del comerciante formoseño Eduardo Maciel y Graciela Méndez, cuyos cuerpos fueron hallados dentro de dos tambores rellenos con cemento, ladrillos y tres baterías de autos en un monte de Fernando de la Mora, cerca de Asunción.
Antes de ser detenido por el homicidio de Nozzi, el astuto Menocchio se instaló en Paraguay y se convirtió en animador de las fiestas más importantes del jet set de Asunción. Armó una empresa de seguridad y transporte de caudales y abrió una sociedad comercial dedicada a la televisión por cable.
Aunque la Justicia paraguaya sospechaba que todos los emprendimientos de Menocchio crecieron a partir de capitales de origen ilícito, el Gusano tuvo que huir de ese país porque lo acusaban de los homicidios de Maciel y de Méndez, una joven empleada de un local nocturno de Asunción, de 19 años.
El 16 de agosto de 2004, los testigos vieron llegar a Menocchio con un lata llena de un polvo blanco. Mujeres vestidas con lencería erótica le hicieron un pasillo hasta el interior del local. En la barra, Menocchio volcó el contenido de la lata y todos los participantes de la fiesta consumieron la sustancia. Según los testigos, Maciel y Méndez abandonaron la boite en la camioneta Ford Explorer de Menocchio.
La hipótesis de los investigadores paraguayos indicaba que Menocchio habría matado a Maciel por el faltante de una importante cantidad de dinero que le había entregado con el objetivo "lavarlo" en el circuito financiero legal.
A raíz de ese doble homicidio, Menocchio tuvo que abandonar Paraguay. El juez penal de Asunción Alcides Corbeta emitió el pedido de captura internacional N°1349 contra el empresario, al considerarlo el presunto autor material de los asesinatos.
Pero el Gusano logró escapar. Cruzó la frontera, pasó por Formosa y viajó a Chaco. En Resistencia gastó todo el dinero en efectivo que llevaba para pagarle a un cirujano plástico la operación de cambio de rostro. También adquirió la identidad falsa a nombre de Hugo Jara.
“Se probó en la audiencia el poderío económico de Menocchio. Esto surge de la lectura de los archivos personales de su computadora. Allí figuran las múltiples empresas que tenía. En esos documentos consta que no podía disponer de todo su capital porque estaba prófugo de la Justicia paraguaya. El dinero en efectivo que llevaba encima solo le alcanzó para cambiarse el rostro. Dicha intervención quirúrgica se concretó en la Argentina, pues su novia lo conoció con otra cara. Esa falta de liquidez lo llevó a vivir con Nozzi en un country en Don Torcuato”, expresaron los jueces del Tribunal Oral N°1 de Corrientes al fundamentar la condena a prisión perpetua contra el Gusano por el homicidio del cineasta.
Luego de escuchar a los testigos, los magistrados concluyeron que Menocchio asesinó a Nozzi porque necesitaba dinero para poder viajar a Panamá y a otros paraísos fiscales para rescatar los fondos que tenía inmovilizados por orden de la Justicia paraguaya, que ya lo acusaba de los asesinatos de Maciel y de Méndez.
Según se determinó en la investigación, luego de matar a Nozzi, Menocchio tomaría la identidad del cineasta para vaciar sus cajas de seguridad y las cuentas que tenía en el exterior.
“Considero que Menocchio y Ramírez le tendieron una trampa a Nozzi, lo hicieron consumir cocaína y alcohol, para luego ultimarlo de siete balazos, seis en el pecho y el último, entre sus ojos, desde muy de cerca. Luego llevaron el cuerpo para hacerlo desaparecer a cinco kilómetros aproximadamente de dónde habían anclado el yate. No huyeron inmediatamente porque las sospechas hubieran recaído sobre ellos y porque jamás estuvo en sus cálculos que el cuerpo de Nozzi, podría salir a flote”, expresó uno de los magistrados en los fundamentos de la sentencia dictada en mayo de 2012.
Un camino sin retorno
Una de las claves para que los efectivos de la Policía Federal llegaran a Corrientes tres días después del homicidio estuvo en el miedo del cineasta a que lo secuestraran. Nozzi había dejado indicaciones precisas a su familia para que hicieran la denuncia policial si no tenían noticias suyas cada vez que se iba de viaje.
Entonces, ante la falta de respuestas, la exesposa del cineasta radicó la denuncia ante la Federal. Nozzi era conocido por algunos investigadores de esa fuerza de seguridad porque, en 2003, fue secuestrado por la banda que comandaba Martín “el Oso” Peralta, el mismo grupo delictivo que, un año después, asesinó a Axel Blumberg.
La faena homicida de Menocchio no terminó con el asesinato de Nozzi. Luego de permanecer cuatro años en prisión, el asesino de las mil caras recuperó la libertad gracias a un tecnicismo.
Motivado por su codicia, en 2011, se asoció a Salvador Gómez y Salvador Borda con el objetivo de robarle la identidad al estanciero chaqueño Manuel Roseo y vender sus 250.000 hectáreas del establecimiento La Fidelidad.
Roseo era un productor agropecuario de bajo perfil que vivía en una humilde casona de la localidad de Juan José Castelli. Su campo tenía 150.000 hectáreas en Chaco y 100.000 hectáreas del lado formoseño. Menocchio lo sabía y quería quedarse con semejante fortuna. Fiel a su habilidad para cambiar su rostro, planeaba vender el inmenso establecimiento haciéndose pasar por Roseo y fraguar una multimillonaria compraventa de la inmensa propiedad.
El estanciero fue asesinado el 13 de enero de 2011. Lo torturaron y golpearon hasta matarlo. Para no dejar testigos, los agresores también mataron a Nélida Bartolomé, cuñada de Roseo.
En 2013, Menocchio fue condenado por el doble homicidio y sumó su segunda sentencia a prisión perpetua.
Siete meses después del asesinato de Roseo, el Estado expropió La Fidelidad, enclavada en una zona que contiene el bosque seco subtropical mejor conservado, más grande y con mayor riqueza biológica de América del Sur. Y un año después de la condena del Gusano, se convirtió en Parque Nacional. Allí, en el corazón del Impenetrable, también dejó su marca de muerte el asesino de las mil caras.
(Esta nota se publicó originalmente el 17 de enero de 2020)
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