Pallets, camionetas y armas: los comerciantes de José C. Paz se atrincheraron para defender sus locales
Muchos pasaron la noche en sus comercios ante el riesgo de que se repitan episodios como los de ayer, con el saqueo a un supermercado Día como hecho saliente; coinciden con que los vándalos son menores y que los movilizan desde otras zonas
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Ven vehículos desconocidos, rostros desafiantes de personas que no son del barrio; escuchan órdenes, amenazas, y deducen que las acciones de los vándalos están incentivadas por turbios intereses políticos. Pero ellos solo quieren defender su derecho a trabajar y a conservar sus fuentes de ingreso. Tras la tarde de furia de ayer, en la que una turba de casi un centenar de personas irrumpió en el supermercado Día de la avenida Croacia 1196, comerciantes históricos de José C. Paz se plantaron para proteger sus negocios. Tapiaron los accesos con pallets, con bolsas de arena, hasta con camionetas; incluso montaron guardia en balcones, enarbolando escopetas, pistolas o revólveres, y hasta llegaron a disparar para alejar a los que amenazaban con irrumpir por asalto. Así pasaron buena parte de la noche y así amanecieron, según pudo advertir LA NACION en una recorrida.
“No es por hambre, esto es una movida política. Si fuera por hambre hubiesen agarrado comida, no alcohol. Había gente que no era de acá. Había una camioneta azul que está en todos los saqueos, reclamos por planes y esas cosas. Son movimientos piqueteros”, dijo Emmanuel Villalba, de 34 años, encargado general de un comercio de alimentos. La referencia a los movimientos sociales era, directamente, a lo que admitió anoche Raúl Castells, el líder del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD): que incitó a la gente a llevarse lo que pudiera de los supermercados para “cambiarlo por comida” y que si el Gobierno reponía la provisión de alimentos a comedores a los que asisten millones de personas “en 24 horas se termina todo”.
“Ya reventaron el Día; hubo gente aglomerada queriendo entrar a otro comercio y un vecino los sacó a los tiros. Hay gente en los balcones, ‘enfierrados’, y yo protegí mi comercio con pallets y bolsas de arena. Escuchamos rumores, vimos videos que circulan en las redes sociales y nos atrincheramos. Desde enfrente, porque habíamos puesto lo pallets de madera para tapiar la entrada, nos gritaban ‘los vamos a prender fuego’, explicó.
Villalba sostuvo a LA NACION que los saqueadores no son de la zona –”hace mucho que vivo acá, conozco el conurbano”, afirmó– y aseguró: “Un tipo de un Peugeot gris los incitó a avanzar sobre el supermercado Día. Estaba todo armado, les daban órdenes. Eran 30 personas. Fueron tres horas de terror; arrancaron a las 16.30 y a las 20.30 se fueron para otro lado”.
Sergio, de 38 años, dueño de una tienda de venta de calzados, dijo: “José C. Paz es la cuna de los saqueos. Esto no es por hambre, es descontento e histeria. Gente marginada de la sociedad. Muchos se mandaban, se enteraban a través de redes sociales y aparecían con mochilas vacías, con bolsitas. Ahora reprimieron [se refería a los disparos de balas de goma que usó ayer la policía para desalentar a los vándalos] y en 2001 no, esa es la diferencia. Ayer había chicos de 15 años tirando piedras a los patrulleros. Otros, armados con palos. Si te entran al local te arruinan. Son dos días perdidos de trabajo, hoy, si bien estamos abiertos, la gente no sale por miedo. Nosotros vivimos de esto”.
El temor se palpaba en cada comercio. Muchas persianas estaban bajas. “Escuché rumores y ayer directamente dejé la persiana baja. Hoy abrimos, porque si no no comemos”, dijo Roberto Mansilla, de 45 años.
Héctor Rubén Silva, de 63 años, sostuvo: “Tengo experiencia en saqueos. Viví los de 1989 y los de 2001. No se puede estar así. Retrocedimos 20 años. Hay gente que cobra planes y no quieren agarrar la pala. Esto no fue por hambre; ponían a los chicos adelante. Al del supermercado le quisieron hacer abrir la caja de dinero. Como no tenía la llave, al hombre lo golpearon. Las góndolas de los fideos estaban intactas, solo se llevaron alcohol”.
Silva es uno de los que tenía decidido actuar para defender lo suyo. “Me pidieron pan a las 5.25 de la mañana. Está llegando un camión con harina y no sé si la voy a poder bajar, y la necesito. Me pasé gran parte de la noche en el balcón, haciendo vigilia”, explica. No lo hace muy evidente, pero en el bolsillo tiene un arma, y parece muy dispuesto a usarla.
Martín Heraldo Pineda, de 43, tiene una carnicería. “Lo de ayer fue armado. No hay hambre. Fueron pibes, muchos de 16 a 20 años. Era como una guerra, ayer. Mi hijo estaba expuesto. Me revolearon un ladrillo. Un comerciante de la esquina tiró dos tiros al piso para asustar a los saqueadores. Yo no quiero matar a nadie, soy un tipo de laburo. Pero los saqueadores llegaron armados, con palos, piedras. Una camioneta blanca trajo gente. Los laburantes queremos que se haga justicia. Que se corte la vagancia, que los metan en cana. Soy responsable inscripto, tengo una familia que mantener, hoy tengo que dejar la persiana cerrada, quién me da la plata que pierdo del día. Quiero justicia. Estos hijos de mil puta vienen mandados, desafiaban a la policía; ‘¡pegame un tiro, dale!’, les gritaban. Nadie nos protege, estamos a la deriva los laburantes. Nadie nos da bola. Nos gusta trabajar, somos gente de bien.
Pineda, Silva, Villalba coinciden: los saqueadores llegaron desde otra parte. El carnicero lo explica así: “Anteayer me enteré por un audio. No me lo creí. Empezó en la estación de José C. Paz el quilombo. Gente con bolsitas y bolsos, venían preparados. Uno tiró tiros. No sabemos de dónde vienen, tenían unas caripelas bárbaras... conocemos a la gente y estos eran de otro lado. Creo que una sola persona era de acá. Había algunos que gritaban, querían quilombo. Esto fue armado. La gente no está cagada hambre. Llegan mal, pero llegan. El laburante honesto se queja, pero te compra. Se laburan todo. Los de ayer eran vagos. Los clientes mismos les gritaban ‘¡chorros, laburen!’ Hay trabajo, la cosa no está para que pase lo que pasa. Esto fue todo armado. Se tiene que acabar la joda”.
Y amplió: “Son jóvenes fáciles de reclutar, que no van a la escuela. ¿Dónde están los padres? Tres generaciones arruinadas. ¿Eso no es un problema? No sabemos quiénes los mandan. No sabemos quién dice la verdad. Dicen que es político, esto. Yo no me podía levantar de la cama hoy, de la tensión que sentía. Mi mujer me tomó la presión, tomé un ibuprofeno y me levanté. Yo solo quiero trabajar. Nos tenemos que unir a con los vecinos, hay que pagar los impuestos. Yo no quiero tener que enfrentarme, pero si me tengo que defender, lo voy a hacer”.
Las historias de estos comerciantes de José C. Paz, angustiados, con la guardia alta, con miedo, se repiten. Gustavo Valente, de 43 años, dijo a LA NACION: “Anoche no volví a casa anoche. Me quedé apostado acá. Puse la camioneta tapando la entrada de mi perfumería. A mis empleados los mandé a su casa. Ellos tienen que laburar. No puedo cerrar. La noche fue tranquila. La policía nos decía que soldemos todo y que cerremos, porque la noche se venía pesada”.
Jorge Aníbal Flores, rotisero de 58 años, está con su yerno, Alejandro, que le hizo de escudero en la vigilia. “Estuvimos toda la noche. No sabemos de dónde eran los que venían, pero eran pibitos, menores. Esto es político. No hay hambre. Ni el Presidente da explicaciones. Puede ser que estemos mal, pero esta no es la forma. Siempre salimos perjudicados los que trabajamos. Toda la vida laburé para mi familia. De nuestra rotisería dependen diez familias. Hay que mantener la casa, el negocio, y así se hace muy difícil. No se puede laburar con miedo. Tenemos todo apagado. Y ahora miranos, estamos en guardia, armados. Estamos asustados”.
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