Otra testigo "acosada" complicó a Mangeri
La mujer manifestó que el portero le ofreció $ 100 para llevarla al sótano
Ni Jorge Mangeri ni su esposa, Diana Saettone, quisieron pasar por el escarnio que representaba tener que escuchar a la empleada de una inmobiliaria de Palermo afirmar ante los integrantes del Tribunal Oral Criminal N° 9 que el portero del edificio de Ravignani 2360 le ofreció 100 pesos para ir al sótano. Mangeri prefirió quedarse en el penal de Ezeiza y, aclaró a través de abogado, sólo asistirá a las audiencias cuando tenga que hacer alguna declaración. Tampoco concurrieron ni su esposa ni los familiares de Saettone que lo habían apoyado de manera incondicional.
Con el testimonio de la ejecutiva de ventas de la inmobiliaria, sumaron cinco los casos en los que quedó al descubierto el perfil de supuesto acosador de Mangeri. Si bien estos hechos no lo vinculan directamente con el homicidio de Ángeles Rawson, ocurrido el 10 de junio de 2013, servirían para derrumbar la imagen de portero servicial y leal que el encargado había gestado entre los vecinos del edificio.
María Esther Hernández, de 52 años, fue la primer testigo en declarar. Recordó que se dedica a buscar lotes y propiedades para la inmobiliaria y que el día del incidente estaba recorriendo la calle Ravignani, entre Paraguay y Santa Fe.
"Había dos lotes que podían ser de interés: una casa tomada y, enfrente, un supermercado chino que estaba vacío", relató la mujer ante los jueces Ana Dieta Herrero, Fernando Ramírez y Jorge Gettas.
"Había un encargado que estaba barriendo la vereda. Como siempre hay alguien que aporta datos, me acerqué. Luego de escucharlo, le entregué una tarjeta", expresó la mujer, ante una pregunta del fiscal Fernando Fiszer.
Luego, la empleada de la inmobiliaria recordó la reacción de Mangeri después que le entregó la tarjeta.
"Me llamó por mi nombre. Mi tarjeta está membretada. El encargado me llamó y me dijo: «Esther». Cuando regresé, Mangeri me dijo que tenía cien pesos y me preguntó si quería ir al sótano. Le dije algunas malas palabras y me fui", recordó la mujer.
Cuando el abogado Pablo Lanusse, quien representa a la familia de la adolescente asesinada, le preguntó qué reacción tuvo Mangeri ante sus insultos, la testigo respondió: "Ninguna. Levantó los ojos y siguió barriendo".
Otro testigo, el administrador del edificio de Ravignani 2337, en el que Mangeri también se desempeñaba como encargado, afirmó que el 13 de junio, el día en que el acusado denunció los apremios por parte de un grupo de policías, fue a la oficina situada en Amenábar al 1900 a cobrar el sueldo.
La importancia de este testimonio radicó en que serviría para demostrar que los apremios que denunció en su indagatoria nunca habrían existido.
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