Opinión. No son niños sin oportunidades, sino jóvenes en conflicto con la ley
Cada vez más jóvenes y cada vez más violentos. Para ellos, su vida nada vale y la del otro menos aún. Carecen de empatía, porque su ley es la del gueto narcotizado. Nuevamente ante un caso especificó se derramarán litros de tinta, caracteres por doquier, en un debate que se olvidará cuando pasen algunos días. Siempre ocurre eso. Y queda de lado el debate real sobre el régimen penal juvenil, la edad de imputabilidad, la generación de necesarias políticas activas de prevención dirigidas a jóvenes que viven al límite diariamente, adolescentes que cada día a más corta edad se inician en la adultez.
El espacio público ya no le pertenece a nadie más que a aquellos que a través del principio de territorialidad lo toman. Ya no hay horarios ni días en los que se pueda transitar sin moverse como una potencial víctima. La calle les pertenece a otros.
Nadie se anima a decirlo, pero es así. La pandemia no hace más que visibilizar lo que antes de un modo u otro se podía disfrazar, ocultar.
El Estado se replegó hace muchos años. Cedió terreno hasta que desapareció no solo en los lugares donde el delito es autoridad desde hace tiempo, sino en pleno centro porteño, junto al propio Obelisco.
Hay que hacerse cargo de una vez y para siempre de que las calles no pueden seguir sitiadas. El Estado debe recuperar su rol de garante del orden, la libertad y la paz social .
Esto incluye la creación de un régimen penal juvenil, con imputabilidad a partir de los 14 años.
También es tiempo, en paralelo, de tratar la legalización del cannabis, como sucede en gran parte del mundo, empezando por Uruguay. Hay que asumir que las guerras se perdieron hace tiempo y solo podremos empezar a construir calles seguras con nuevos paradigmas.
Y en ese aspecto habrá que consignar que los delincuentes son cada vez más jóvenes, comprenden lo que hacen y salen jugados a las calles.
Si no actuamos con determinación la Argentina será, salvando las distancias temporales, una imitación de la novela La virgen de los sicarios, que puso palabras a lo sucedido en la etapa más violenta de Medellín.
Aquí no se discute este tema. El progresismo por prejuicios y el centro, por culpa. Solo podremos solucionar este problema si dejamos de lado el pensamiento del pasado. No son niños sin oportunidades, sino jóvenes en conflicto con la ley penal que eligieron el camino del delito.
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