El femicidio de Araceli Fulles: “No voy a parar hasta que condenen a los asesinos de mi hija”
Ese fue el clamor de Mónica Ferreyra, durante el acto para recordar a la joven, que fue asfixiada en abril de 2017, en San Martín, y que este fin de semana en que hubiese cumplido 27 años; tiene su mirada puesta en el juicio, que comenzará el próximo 13 de septiembre, con ocho imputados que llegan en libertad y un acusado que murió en la cárcel
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“Araceli, hoy el cielo está de fiesta. Donde estés, feliz 27”, reza el cartel en el cruce de 25 de Mayo y Victoria Pueyrredón, en Villa Ballester. Eran las cuatro y media de la tarde del sábado y Mónica Ferreyra iba y venía, ultimando detalles del homenaje a su hija, Araceli Fulles, que fue asesinada la madrugada del domingo 2 de abril de 2017, en San Martín, y que este fin de semana hubiese cumplido 27 años.
Sus vecinos y amigos más queridos están allí para recordarla, al igual que sus hermanos, que no paran de abrazarse y llorar, y de Ricardo, su padre, que pasó un largo rato con la mirada perdida en uno de los tantos retratos de su amada hija que formaban el collage del cartel.
Mónica eligió conmemorar la fecha en las calles para agradecer a la gente de su barrio y también para volver a alzar la voz exigiendo justicia. Está en la recta final de su espera, ya que a partir del lunes 13 de setiembre y hasta el 8 de octubre próximo se desarrollará el juicio oral por el femicidio de Araceli en los Tribunales de San Martín.
Los ocho imputados llegan en libertad: Hernán Badaracco, Marcelo Escobedo, los hermanos Jonathan y Emanuel Ávalos (familiares de uno de los policías que formó parte de la investigación y luego fue apartado), Hugo Cabañas, Daniel Alanis, Marcos Ibarra y Carlos Cassalz. La causa está caratulada como “homicidio doblemente agravado por haber sido cometido por una o más personas y femicidio”.
El único que alguna vez estuvo preso por este caso fue Darío Badaracco, hermano de Hernán. Estaba alojado en el penal de Sierra Chica, pero el 8 de abril de 2019 fue quemado con agua hirviendo por otros dos internos y murió seis días después en el hospital de Olavarría.
Historia del horror
El sábado 1º de abril de 2017 Araceli fue invitada a un cumpleaños por Darío Badaracco, al que conocía de su barrio y con el que mantenía una relación. Varios asistentes a la fiesta aseguraron que se retiró alrededor de las dos de la mañana del domingo. Sin embargo, su madre cuenta a LA NACION que a las seis de ese día recibió en su teléfono un mensaje que decía: “Vieja, prepará unos mates que voy para casa”. Se suponía que quien lo escribió fue Araceli. Pero ella nunca regresó.
Esa misma mañana, Mónica comenzó una búsqueda desesperada. La pesquisa de inmediato apuntó a la persona que la había convocado a la fiesta y a la que se lo vinculaba sentimentalmente: Darío Badaracco.
Los operativos se reiteraban, sin éxito, hasta que la investigación produjo resultados el 28 de abril a través del olfato de Halcón, uno de los perros que participaron del rastrillaje.
Mónica recuerda hoy a LA NACION que en ese momento uno de sus hijos acompañaba a los policías y se dio cuenta de que el ovejero se había parado en un sitio determinado. Allí acaban de terminar una losa y el cemento estaba fresco: “Te lo cuento y me estremezco. El cuerpito de mi negra estaba enterrado ahí. Se dieron cuenta porque hizo un movimiento post mortem y asomaba un dedo de un pie. Te aclaro que mi pibe tuvo que insistir para que hicieran algo, porque se querían ir. Para mí sabían que ahí algo iban a encontrar. Por eso quiero que vayan todos presos por femicidio, es lo menos que se merecen”.
Araceli “estaba en posición decúbito dorsal [boca arriba], con las extremidades inferiores flexionadas hacia atrás, no pudiendo advertirse a simple vista la causa del fallecimiento”, determinaron los peritos encargados de la necropsia.
La autopsia reveló que la muerte se produjo como consecuencia de una “sofocación por lazo”. Las marcas que había en el cuello de Araceli fueron determinantes para demostrar que la habían asfixiado con un precinto plástico.
Ese mismo 28 de abril, Darío Badaracco, que había declarado como testigo en tres oportunidades y luego se profugó, fue detenido en las inmediaciones de la villa 1-11-14, en el Bajo Flores, gracias a una vecina del lugar, que lo identificó.
Claudia, por entonces su mujer, aceptó ante la Justicia haber mentido en su declaración para beneficiarlo con una coartada. Y afirmó que en la madrugada en la que se habría cometido el homicidio no estuvo con él. Además, dijo que 24 horas antes de que apareciera el cuerpo Darío le había solicitado que buscara a alguien para hacer una losa, lo que resultó determinante para afianzar las pruebas en contra de Badaracco.
¿Será justicia?
“No voy a aceptar que la Justicia mire para el costado, ni yo ni toda la gente amiga que me va a acompañar a la puerta de los Tribunales desde que comience hasta que termine el juicio”, expresa Mónica Ferreyra, mientras besa los múltiples retratos adheridos a las paredes de la cuadra y posa frente al mural que pintó allí el artista Rodolfo López, que firma como Rody su obra, impactante por la realidad que transmite. Luego acaricia el rostro sobre el muro y rompe en llanto.
Su abogado, Diego Szpiegel, es optimista de cara al debate oral que se avecina: “Llegamos con ocho imputados porque sus defensas cuestionaron la cadena de custodia y preservación de la prueba de ADN de Araceli, obtenida por los peritos. De esa manera se hizo lugar a la apelación de las prisiones preventivas. La labor de la fiscalía falló, por eso están en libertad. El juicio va a permitir presentar pruebas y confío en revertir el tema de nulidad surgida en la instrucción de la causa para, de esa manera, alcanzar una sentencia condenatoria. Para nosotros, Carlos Cassalz sería el autor material e ideológico” del femicidio.
Una de las pruebas principales que menciona el abogado querellante es el cabello de Araceli que se encontró en el camión que usaba Darío Badaracco para los repartos del corralón perteneciente a Carlos Cassalz, donde trabajaba. “No me caben dudas de que a Darío lo mandaron a matar en la cárcel porque estaba a punto de quebrarse y culpar al resto. Varios de los imputados tienen antecedentes. Cassalz ya estuvo preso por varios delitos. Te digo más, una vecina se encontró a dos de ellos en un supermercado chino y les prohibió a las hijas que fueran. Así vivimos, entre asesinos”, describe Mónica, indignada entre sollozos.
Mientras sus hijos, con inocultable tristeza, distribuyen para la ocasión remeras de color violeta que dicen “Justicia por Araceli Fulles” con el rostro sonriente de la joven, se acerca a Mónica Roberto García Moritán, esposo de la conductora Carolina “Pampita” Ardohain y candidato a primer legislador en la ciudad de Buenos Aires por Republicanos Unidos frente a las PASO en la lista de Ricardo López Murphy. La abraza fuerte y permanece a su lado durante toda la conmemoración. “Él me viene acompañando desde el principio de mi pedido de justicia. No solo eso, también me ayuda con donaciones para la gente del barrio. El otro día me trajo 500 kilos de frutas y verduras, armamos una mesa acá en la plaza y ayudamos a los vecinos. Es sencillo, buena gente, y te juro que no sabía que vos ibas a estar acá cubriendo el cumpleaños”, explica Ferreyra.
Moritán dice al respecto: “Tenemos que acompañar a Mónica y a su familia más que nunca ahora que comienza el juicio oral. ¿Sabés por qué? Porque así quizás podamos impedir que nos maten a nuestras hijas. Veo en Araceli la misma mirada de mi hija”, reflexiona conmovido.
-¿La mirada de Ana, la recién nacida?, consulta Mónica.
-Me refería a Delfina, que tiene 15 años. Pero ahora que me lo comentás, Mónica, te digo que Ana también tiene esa mirada.
Mónica también lo abraza, toma el micrófono, agradece a la gente que la acompaña por la presencia y dice a LA NACION: “Cuando fui a ver el cuerpo me advirtieron que no iba a encontrar la carita de mi hija como antes. Fue tremendo para mí. Como le tiraron cal encima solo distinguí sus dientes y sus ojos. En sus bracitos vi los tatuajes de nosotros, sus papás. Debajo de una chapa aparecieron sus rulitos impregnados de cemento. Por eso reclamo justicia. No pienso perdonarlos y no voy a parar hasta que les den perpetua por femicidio, los quiero en la cárcel, no matando más mujeres. Hija, te prometo que mucha gente me va a acompañar a la puerta de los Tribunales los días del juicio y nos vamos a hacer escuchar si no hay una condena justa. Feliz cumple, estés donde estés”.
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