"No guardo rencor, pero la Justicia tiene que reconocer sus errores"
Cristina Liliana Vázquez pasó 11 años en prisión, hasta que la Corte Suprema determinó su inocencia y la liberó
POSADAS.- Cristina Liliana Vázquez era una chica de 19 años que vivía como cualquier otra adolescente de su edad cuando la Justicia cayó sobre ella y la acusó del homicidio de Ersélide Dávalos de Insaurralde, una jubilada de 79 años muerta a martillazos en su casa de esta ciudad, un ominoso crimen que encendió la conmoción social y, por eso, demandaba de forma urgente un culpable en julio de 2001. En 2008, tras varios años de entrar y salir de la cárcel, combinando acusaciones con sobreseimientos por falta de mérito, finalmente Vázquez fue condenada a cadena perpetua y encarcelada por un crimen que, hoy se sabe, no había cometido. A eso se llegó sin que el Tribunal de Primera Instancia ni el Superior Tribunal de Justicia de Misiones hubieran encontrado pruebas fehacientes de la culpabilidad de la chica, e incluso desoyendo a testigos que afirmaron haberla visto en otra localidad la noche que ocurrió el crimen.
"No guardo rencor, pero la Justicia tiene que reconocer sus errores", comentó Vázquez a LA NACION a pocos días de quedar en libertad por decisión de la Corte Suprema de Justicia.
En 2003, luego de tres ingresos a la cárcel y de posteriores liberaciones, Vázquez se había mudado a la ciudad de Buenos Aires y trabajaba en un restaurante de la Recoleta, en los alrededores del cementerio. Un lunes entré a trabajar en el turno noche; como estaba vacío aproveché para cenar antes de arrancar y dos hombres de civil se acercaron, me mostraron un papel y me esposaron. No volví a disfrutar de la libertad hasta el jueves de la semana pasada", señaló en una entrevista con LA NACION.
En ese momento, mientras Gabriela y Magda -compañeras de trabajo de Vázquez- increpaban a los agentes de civil, un enorme despliegue policial se armaba en torno al restaurante. "Había efectivos de la SIDE (agencia hoy conocida como AFI), de la Policía Federal, de Interpol y de la policía de Misiones; cortaron la calle y cuando me llevaron presa un policía me dijo: 'Vos no tenés cara de haber hecho nada malo'", recordó.
Tras pasar 11 años recluida en el penal de Villa Lanús, un barrio periférico de Posadas, Cristina salió libre el jueves pasado tras un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el que desestimó todas las actuaciones judiciales anteriores y las absolvió a ella y a Cecilia Rojas, una amiga que también había sido condenada a perpetua por el mismo delito y que llevaba 14 años tras las rejas. En ese proceso tuvieron mucho que ver Magda y Gabriela, que además de increpar a los oficiales aquella noche de la ruidosa detención, nunca dejaron de pelear por su inocencia y llegaron a filmar un documental titulado Fragmentos de una amiga desconocida.
La ONG Innocence Project -impulsada en la Argentina por el cineasta y expiloto Enrique Piñeyro-también le dio un fuerte acompañamiento. Piñeyro armó la filial argentina de esa ONG para revisar e intentar revertir muchos casos de personas presuntamente mal acusadas. Otra figura de peso para hacer escuchar su voz fue, sin dudas, Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo. "Norita me dijo que me iba a ayudar y cumplió", dice Cristina, mientras se toca una cadenita con una medallita con el emblemático pañuelo, que le regaló la cofundadora de Madres. En la etapa de litigio tuvo participación central el Observatorio de la Asociación Pensamiento Penal (APP), cuyas presentaciones fueron acompañadas por el CELS, Innocence Project Argentina, la Asociación Mujeres Penalistas Argentina y el Instituto Nacional de la Mujer.
Para Cristina, a los 19 años comenzó una pesadilla que la atrapó casi la mitad de su vida. Ahora, con 37 años (cumplirá 38 el 29 de junio) Cristina solo quiere dejar atrás ese mal trago y no parece sentir rencor hacia los fiscales, jueces, defensores oficiales y policías que, por acción u omisión, contribuyeron para que la condenaran y -literalmente- le quitaran buena parte de su juventud.
"La Justicia tiene que aprender a escuchar. A mí me condenaron por no tener recursos para pagarle a un abogado que me defendiera. Dijeron que mi vida era promiscua simplemente porque me gustaba salir a bailar o fumar, como cualquier chica de mi edad", explicó, con un hablar sereno, de pocas palabras. Durante su encuentro con LA NACION Cristina sonreirá varias veces. Dijo que en la cárcel la trataron bien. Aprendió costura, trabajó en la cocina y también leyó algunos libros, como El conde de Montecristo. En el clásico de Alejandro Dumas, Edmond Dantès pasa 7 años preso en el lúgubre Castillo de If, acusado de un crimen que no cometió; logra escaparse y dedica su vida a vengarse de los que lo arrojaron en esa fortificación frente a la costa francesa. "Yo no tengo en mente la venganza, porque no es bueno ser así y una termina resentida; pero me parece que la Justicia tiene que evitar que se produzcan otros casos similares al mío, tiene que escuchar y respetar la presunción de inocencia garantizada por la Constitución", indicó Vázquez.
-Afirmó haber sido juzgada por su forma de vida, ¿qué significa eso?
-Que es una manera de tirar para otro lado lo que se debería juzgar, que en este caso es el crimen. Además, mi vida era la de alguien normal de 19 años: me iba al boliche, por ahí tomaba con amigos el fin de semana. Iba al Nacional Martin de Moussy, como alumna era regular. Quizás salía casi todos los días y me juzgaron por eso. Pero nada que no haga hoy una chica de mi edad.
-¿Qué piensa de lo que pasó? ¿Tiene enojos contra alguien?
-No tengo rencor o bronca, miro para atrás ahora y prefiero mirar lo positivo de todo esto, que es haber salido libre. Si me pongo a tener bronca, voy a quedar resentida toda la vida.
-¿Quiénes fueron los culpables de que pasase tanto tiempo en la cárcel?
-Creo que todo el Poder Judicial. Desde el comienzo estuvo todo mal el proceso, desde el primer día. A mí me detuvieron por primera vez en 2001. Esta causa ya lleva 18 años. Me tuvieron un mes presa y me soltaron por falta de mérito. Después me detuvieron 7 meses y otra vez salí por falta de mérito en 2002. En 2003 me volvieron a detener por dos meses y nuevamente me dieron el sobreseimiento.
-¿Pensó en ese momento que todo había pasado?
-Sí, pero en 2008 me detuvieron por cuarta vez. Y ahí ya no salí más. Hasta ese momento nunca había pensado que me iban a condenar, porque no tenían pruebas y yo sabía que era inocente y estaba bastante tranquila.
-¿Como repercutió la condena en su familia?
-Con mi mamá, mi papá y mi hermana siempre fuimos una familia de clase media baja. Mi padre era empleado estatal de la provincia. Esto los afectó muchísimo, terminaron envejeciendo, muy cansados. Llegó un momento en que no quisieron venir a visitarme más.
-¿Cómo fue su vida en la cárcel?
-Me llevaron a la Unidad Penal 5 de Villa Lanús. Es un correccional de mujeres, como un internado. Dormía en una cama cucheta, había unas siete chicas en la habitación. Pude terminar la secundaria y también hice un taller de costura. Estaba estudiando para secretaria administrativa ahora. Yo entré a ese lugar y no salí nunca más en 11 años. Recién el jueves pasado pude volver a estar libre, encontré la ciudad cambiada y la sociedad, también.
-¿De qué manera?
-De Posadas me sorprendieron los balnearios y la costanera, que cambió mucho. La sociedad está un poco más consciente ahora de lo que puede llegar a hacer. Hay muchos movimientos sociales, cada uno tiene su bandera política. No sé si es bueno o malo, pero cada uno puede identificarse con algo.
-¿Qué diría a los jueces que la condenaron?
-Espero que en un momento de su vida reconozcan ante sí mismos y ante otros que todos cometemos errores. Porque ellos nunca pudieron aceptar que cometieron un error.
-¿Considera que los jueces cometieron un error en el origen de la causa y que siguieron tapando ese equivocación?
-Sí, exactamente eso. Se defendieron tapando ese error.
-¿Qué planes tiene ahora que finalmente quedó libre?
-Todavía no tuve tiempo de pensar. Buscaré trabajar y también me gustaría ser madre. Es una necesidad que empecé a sentir hace un par de años. Todavía tengo tiempo.