Narcotráfico: el camino de las mulas entre los pueblos de la Puna
SALTA.- El silencio jamás se interrumpe en los caseríos del final de la quebrada. Yavi es un pueblo jujeño, perdido entre montañas de 3500 metros de altura que tienen sus cimas aplanadas y en la tarde parecen ser el horizonte donde el mundo termina. Se trata de un punto clave para las organizaciones criminales de Bolivia y Perú que envían personas como correos humanos -las llamadas mulas- con cargas de cocaína.
En este pueblo y en otros caseríos cercanos a La Quiaca, de aspecto desolado, se coordinan traslados y también "descansa" la cocaína que las mulas logran pasar, antes de seguir su viaje. Es posible llegar hasta esa zona legal e ilegalmente, en vehículo y a pie, también desde Bolivia: la población es calma y ora religiosamente en una capillita dorada construida en el año 1700.
Los pasadores de droga se mezclan con el puñado de habitantes locales, y también con los visitantes de un precarísimo circuito turístico montado alrededor de unas ruinas originarias prehispánicas. En los alrededores, por el frío, poco crece en abundancia de la tierra. Sucede en realidad que este pueblo llamado Yavi nunca ha sido tranquilo. De hecho todas las noches caen tormentas eléctricas sobre una cadena de cerros que los lugareños llaman "ocho hermanos". Ya en los comienzos de la década de 1810, el ejército español fusiló a decenas de mujeres, ancianos y niños. Y del mismo modo, siempre ha sido un punto geográfico importante para el contrabando.
Muy pocos kilómetros separan a Yavi de La Quiaca, donde funciona un paso internacional que registra cada año según información oficial -entre ingresos y egresos del país- al menos 3,8 millones de traspasos de frontera legales. A este puesto, que actualmente tiene retenes del Ejército boliviano y de la Gendarmería Nacional, arriban las mulas que intentan evitar los pasos clandestinos. Se trata de personas arriesgadas al control porque no pueden transitar sendas ilegales donde otros delincuentes les robarán la droga; mulas que vienen desde Perú y Bolivia, con cargas de cocaína de entre uno a veinte kilos: en valijas, dentro del estómago Incluso se halló aquí cocaína adherida con cinta de embalaje al cuerpo de un bebé.
Tal como informó LA NACION en febrero pasado, una mujer llamada L.M.B.A, de 42 años, que pasaba mercadería de un lado a otro de la frontera, con un vehículo, fue capturada por la Policía Federal (PFA) luego de una investigación: trasladaba junto a su cómplice 27 kilos de cocaína, valuados en $30.000.000. Esta semana recibió una pena de cinco años de prisión.
Su caso no es el único. Un informe del Ministerio Público Fiscal (MPF) confirmó que la justicia federal en la provincia de Jujuy dictó en siete días una serie de seis condenas por tráfico de drogas contra mulas que fueron detenidas recientemente al ingresar cocaína a la Argentina.
Para en nuestro país -a través del paso legal o de una senda secundaria- las mulas antes deben recorrer un largo camino por tierra que muchas veces termina en las cárceles federales. El fiscal federal que dirigió la investigación de estos seis expedientes de condena reciente, Federico Zurueta, describió la situación de la frontera del norte de Jujuy: "Hay lugares donde conviven distintas modalidades criminales; personas detenidas con cinco kilos adosados a la cintura y también camiones con cargamentos grandes, especiales".
Respecto de las redes que están detrás de los casos de condena reciente, el fiscal Federico Zurueta explicó: "Son grupos silenciosos, sí, porque de hecho no es fácil llegar a los altos mandos. Y son claramente peligrosos. Aunque en ocasiones las investigaciones permiten adelantarse a un cargamento y poner controles específicos".
Agregó información sobre qué sucede con la droga cuando traspasa la frontera: "Del lado argentino, las estructuras realmente importantes manejan mucha cantidad de droga. Tienen poder económico que también es peligroso para la actividad delictiva".
Zurueta dirige un grupo de trabajo dependiente del Ministerio Público Fiscal que por su ubicación geográfica y su competencia federal actúa usualmente con casos judiciales transnacionales; en esta zona los caminos ilegales que llegan hasta las provincias argentinas tienen sus extremos en Bolivia, Chile, Perú.
Droga de máxima pureza
También según la información oficial de la Unidad Fiscal Jujuy acerca de los seis condenados recientemente por transportar droga a través de la frontera, se registraron los casos de un acusado llamado F.D.O.C capturado en un taxi con un bolso que contenía tres kilos de cocaína, cuya pureza oscilaba entre el 84,76% y el 88,45%. En otros dos hechos diferentes, S.T.V y R.K.A.M cayeron con un kilo de cocaína en el estómago.
Decenas de mulas llegan con cargas al noroeste porque, a su vez, desde esta región salen envíos hacia el resto del país, o Europa. En febrero pasado, tras una investigación de la Unidad de Delitos Complejos y Procedimientos Judiciales de la Gendarmería fue interceptado un paquete de 11 kilos de cocaína y el Tribunal Oral Federal N° 1 de Salta condenó a penas de entre 4 y 10 años a miembros de un grupo narco que enviaba droga a Córdoba, Río Negro y Mendoza.
Al igual que en La Quiaca, el narcotráfico en los pasos fronterizos que unen Bolivia con las yungas altas de Salvador Mazza y Aguas Blancas -donde termina la Puna- son puntos fundamentales para los envíos de cocaína a través de mulas. Fuentes de la Gendarmería Nacional confirmaron que los controles en la zona se mantienen reforzados y las patrullas de tropas especializadas en monte recorren los límites internacionales, mientras se desarrolla también el operativo de protección sanitaria ante el coronavirus.
En la Gendarmería detallaron que se suspendieron las licencias del personal desplegado en los alrededores de las fronteras de Salta, y que las tropas se encuentran preparadas por poder asistir a la población en las problemáticas surgidas por el Covid-19. "El trabajo se ha triplicado", indicó un jefe zonal.
Pocos días atrás, en medio del aislamiento obligatorio y con un despliegue importante en las rutas de Salvador Mazza, dos criminales ingresaron en la Argentina toda velocidad con una motocicleta por un paso clandestino y fueron perseguidos por la Gendarmería Nacional. Uno de los sospechosos cayó por una maniobra del conductor y fue atrapado con una pistola 9 mm.
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