Narcolavado: el caso del traficante peruano que vivía en una mansión de Caballito y pretendía ser visto como un empresario
Solía presentarse con credenciales de "ingeniero en fluidos" de una universidad de Lima. A toda costa quería ser visto como un empresario. Puertas adentro de su hogar, un palacete en la señorial avenida Pedro Goyena, en Caballito, la intención era que sus hijos lo vieran salir a trabajar. Y, durante mucho tiempo, Carlos Sein Atachahua Espinoza, nacido en Perú hace 51 años, lo logró. Aunque, en realidad, era un poderoso narcotraficante que había invertido millones de dólares del negocio del tráfico internacional de cocaína en la Argentina.
En las últimas horas, el juez en lo penal económico Pablo Yadarola procesó con prisión preventiva a Atachahua Espinoza, por el delito de lavado de activos y fijó un embargo millonario de $ 10.000.000.000.
En la causa también fue investigado el contador y cerebro financiero detrás de las grandes bandas narco que operaban en la Argentina, Diego Xavier Guastini, asesinado por sicarios el 28 de octubre del año pasado.
Además de Atachahua Espinoza, fueron procesados su hija Naddya Lebira Atachahua del Águila, Miguel Ángel García Ramos y Carla Correa Castañeda. Si se suman los embargos sobre los bienes de los imputados la cifra es récord para un expediente narco: $30.200.000.000.
Además, Yadarola ordenó la captura internacional de Maribel del Águila Fonseca, la esposa de Atachahua Espinoza, que viajó a Perú en medio de la pandemia en un vuelo de repatriados.
"A Atachahua Espinoza le ingresaba dinero por dos lados: lo que se traía de Europa, que eran euros. Esos euros los cambiaba en el mercado local por dólares. A su vez, él recaudaba dólares con sus negocios que tenía con la venta de droga en la Argentina, teniendo una caja importante mensual. Lo que él pretendía era tener un paraguas blanco, lícito, comercial, que sus hijos vieran que él iba a trabajar, que su mujer iba a trabajar. Él se cuidaba mucho, él vino acá a lavarse la cara, él cuidaba mucho las formas sociales: andaba con sus credenciales de ingeniero en fluidos, de alguna universidad de Lima, pero él a toda costa quería llegar a ser un empresario", sostuvo Guastini cuando declaró como arrepentido ante Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), conducida por el fiscal federal Diego Iglesias.
La investigación que puso bajo la lupa al clan de Atachahua Espinoza comenzó hace dos años y medio. La pesquisa estuvo a cargo de la Procunar y el fiscal federal de Morón Santiago Marquevich. También participaron Unidad de Información Financiera (UIF), la Dirección de Planificación y Control Judicial de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) y la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac). Y tuvo un rol importante la Gendarmería Nacional.
En un primer momento la causa estuvo radicada en los tribunales federales de Morón, en el juzgado de Néstor Barral, pero cuando el magistrado se declaró incompetente el expediente pasó al fuero penal económico, con la intervención del Yadarola y la fiscal María Gabriela Ruiz Morales.
Según el expediente judicial, al que tuvo acceso LA NACION, parte del dinero que obtenía con el contrabando de cocaína, Atachahua Espinoza lo invirtió en el rubro de las playas de estacionamiento.
"En el año 2005, Atachahua Espinoza comenzó a hacer planes para traer a toda su familia al país y radicarse en Argentina, buscando encarar algún tipo de negocio lícito que le permitiera a él acá estar tranquilo y tener un trabajo, ya que estaba todo el tiempo viajando entre Perú, la Argentina y Bolivia. Por tales motivos, pensó en el negocio de los parkings o playas de estacionamiento, es decir, que él consideraba que era un negocio de fácil control, que resguardaba la inversión inmobiliaria. Es así que, se inclinó por la zona de Caballito", sostuvo el imputado colaborador.
La primera inversión fue un garaje en Rosario al 200, por el que se pagó U$S 2.000.000 en efectivo. Tiempo después, el sindicado líder del clan hizo otra operación por la que abonó U$S 5.000.000. Se trataba de una playa de estacionamiento en Rosario al 700,
"Las operaciones eran para blanquear dinero. La estrategia que Atachahua Espinoza era la de hacer un desembarco encubierto, detrás de sociedades. La idea era, con el transcurso del tiempo, llegar a ser un empresario y ser una persona 'blanca'. De hecho, por un muy pequeño lapso los garajes los administraba Guastini, pero después fue incorporando a su mujer y puso una administradora porque quería que todo quede en el ámbito de su familia. La parte contable era la correcta, es decir, no es que se 'negreaba' nada, ya que de los dólares o de los euros que se traía de Europa, más los dólares que él generaba acá, tenía un excedente enorme y él no estaba interesado, no quería hacerse visible y tener un gran conglomerado de empresas y estar expuesto. El mayor porcentaje se lo llevaba para Perú", dijo el imputado colaborador, por momento hablando en tercera persona. El testimonio fue filmado y puesto a resguardo.
Según registros oficiales, en diez años, Atachahua Espinoza tuvo 175 registros migratorios. Los viajes más frecuentes eran a Perú y a Canadá, país donde, según fuentes judiciales, estudiaban sus hijos.
"En las épocas de las compras de las propiedades de Atachahua Espinoza los movimientos de dinero rondaban los cinco y seis millones de euros cada noventa 90 días. Él tenía un socio, era su tío, una persona mayor al cual él lo nombraba como el abuelito. Atachahua, al ser una persona muy cerrada, siempre se manejó con una conducta de células, donde cada uno era una partecita [sic] de la operatoria de él y entre ellos no se conocían con el resto de la gente", explicó Guastini.
Según el imputado colaborador, los logos de la "mercadería" que comercializaba el líder de la banda llevaban "un sol peruano", otras veces con unas "pirámides".
"Era muy de la tradición Inca y apegado a sus orígenes indígenas o que tengan que ver con la zona de Perú. Al principio Atachahua Espinoza se dedicó a vender en el mercado local pero como empezaron a dar problemas de violencia entre las villas y se complicó la situación, fue que en el año 2003 se focalizó únicamente en el mercado externo", afirmó Guastini.
En la ampliación de su declaración indagatoria, Atachahua Espinoza presentó un escrito donde sostuvo que "jamás formó parte de alguna asociación criminal". Dijo que se radicó en la Argentina en 2005 y que se dedicó a la compra y venta de dólares, los conocidos "arbolitos"
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