Narcos: la puerta giratoria se cerró en la cara de una vendedora de drogas, que recibió una condena ejemplar por burlarse tres veces
La mujer conocida en el mundo del hampa como La Peque cumplirá una pena mayor a la decidida para el poderoso clan Loza
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La mujer conocida como La Peque estaba hace tiempo bajo la mira judicial. Fue detenida por el comercio de drogas, pero logró el monitoreo de una tobillera electrónica en el arresto domiciliario. La Justicia le impuso la medida de no poder salir de su casa. Y cumplió esa orden. Claro que nadie controló que ocurría en esa vivienda donde estaba confinada La Peque. Ahí tenía montado un quiosco de venta de marihuana y cocaína. No le hizo falta salir de su casa para mantenerse en el negocio ilegal que había generado el proceso anterior. Allí encontró la Policía de la Ciudad a La Peque, con el sistema de control adherido en uno de sus tobillos, cuando fue allanado en agosto del año pasado el lugar señalado como búnker de drogas en la villa Zavaleta. Nueve meses después la historia se repitió. De nuevo La Peque estaba con arresto domiciliario y otra vez había convertido su supuesto hogar en un búnker de drogas. Ya era demasiado.
Esa mujer de 38 años perdió el beneficio judicial. Y la paciencia de los tribunales, según informaron fuentes porteñas. De ejemplo claro de la llamada puerta giratoria pasó a convertirse en un caso testigo de dureza en una condena: recibió una pena unificada de 11 años de prisión.
Se trata de una pena por demás fuerte en un expediente de narcomenudeo. Un dato marcará la contundencia del fallo aplicado a La Peque, el alias usado en el submundo del crimen por la ahora condenada: la sentencia más alta en el juicio al clan Loza fue de 10 años de prisión. Lo que no es poco. Tampoco mucho.
Esa sentencia la recibió en diciembre pasado Erwin Raúl Loza, uno de los jefes de la organización transnacional de narcotráfico y el protocartel local de drogas que movió toneladas de cocaína por nuestro país. “La actuación de esta asociación criminal tuvo impacto también en otros países como España, Italia, Irlanda, Inglaterra, Bolivia, Colombia y Perú”, definió la fiscalía al pedir las penas del clan Loza. La pena de La Peque fue mayor, aunque en los allanamientos realizados por la Policía de la Ciudad en la casa ubicada en la manzana 19 de la villa Zavaleta se encontraron un ladrillo de marihuana con un peso algo mayor a un kilo, 224 gramos de cocaína separados en 497 envoltorios, y otros 183 gramos de marihuana dispuestos para la venta minorista en 132 dosis. Bastante lejos del volumen de cocaína que reportó al clan Loza una ganancia estimada por los investigadores en US$ 15.000.000.
Claro que hay una diferencia entre esos clanes fantasmas que usan técnicas de Houdini para enmascarar sus cargamentos de drogas y los vendedores minoristas: la violencia mayor siempre está cerca de los puestos de venta directa de drogas. Rosario es un ejemplo de esa situación. También lo es la villa Zavaleta. Los investigadores comentaron que habían llegado hasta la manzana 19 de ese asentamiento, ubicado en Barracas, por repetidas denuncias de vecinos. Vivían allí aterrados por las amenazas de los vendedores minoristas.
El lugar donde la mujer manejaba un kiosco -galletitas, fideos, aceite estaban en oferta junto con cocaína y marihuana- se conocía como El Pasillo de la Muerte. La propia mención del lugar hace referencia a la violencia exhibida por el grupo que, como otros, copa una zona en un asentamiento y aterroriza a los vecinos.
Al igual que en otros casos de narcomenudeo, la banda de La Peque almacenaba droga suficiente solo para la venta de un par de días y separaba las dosis en varios lugares con la intención de generar caratulas judiciales de tenencia simple de drogas -cantidad no considerada para consumo personal-, calificación que tiene una menor expectativa de pena que el comercio o almacenamiento para la venta. Está vez, la trampa legal falló. Por los antecedentes, la mujer fue condenada a 11 años de prisión en un fallo emitido por el Juzgado en lo Penal, Contravencional y de Faltas 14, a cargo de Gonzalo Viña.
“Once años es una condena ejemplar de la Justicia de la Ciudad, producto de una investigación sumamente profesional de la Policía de la Ciudad, que logró poner de manifiesto que el narcomenudeo también es un delito complejo, y no porque su venta sea menor, es menos relevante en términos de la construcción del poder criminal”, explicó el ministro de Justicia y Seguridad de la Ciudad, Marcelo D’Alessandro.
Y agregó: “El plan integral que llevamos adelante en la Ciudad no sólo apunta a secuestrar droga, se enfoca en desarmar todo un entramado donde narcomenudistas, como la mencionada, alteraban la dinámica natural del barrio con proyección de ascenso en la cadena del narcocrimen”.
Los procedimientos que derivaron en la captura de esa narco en la villa Zavaleta habían sido realizados por las Divisiones Operaciones Norte y Sur, correspondientes al Departamento de Narcocriminalidad de la Policía de la Ciudad, luego de llevar adelante la investigación ordenada por la Unidad Fiscal Especializada en la Investigación de Delitos Vinculados con Estupefacientes (UFEIDE), a cargo de Cecilia Amil Martín.
La vivienda utilizada por la vendedora de drogas fue clausurada por las autoridades porteñas.
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