Muerte en Villa Gesell: cómo se vive el asesinato de Fernando Báez Sosa en el club de los rugbiers
ZARATE.- A dos días del brutal asesinato de Fernando Báez Sosa, muerto a golpes a la salida de un boliche en el balneario de Villa Gesell, el tema sigue acaparando las conversaciones de los vecinos de Zárate. Es que los 11 jóvenes involucrados son oriundos de esta ciudad y la mayoría de ellos jugaban al rugby en el Club Náutico Arsenal Zárate. Una institución con más de medio siglo de historia, inscripta en la Unión Argentina de Rugby (UAR).
Tras un comunicado en solidaridad con la víctima, las autoridades señalaron que "por el momento no habrá más declaraciones", pero autorizaron a LA NACION a dar una recorrida exclusiva por el predio, aunque sin la posibilidad de tomar fotografías. En esa visita, los pocos empleados y socios que se animaron a prestar testimonio repudiaron lo ocurrido e insistieron en desvincular a la institución y a la práctica del rugby del crimen de Villa Gesell.
"Este es un club familiar, con un ambiente familiar", explica alguien que trabaja hace muchos años en el lugar. "El deporte no te lleva a eso; es la educación y cómo se inculcaron los valores en la casa. A nivel profesional es muy estricta la cuestión del respeto y de la disciplina. Acá todo lo que se logró en rugby, como conseguir la indumentaria y el material para entrenar, se logró a pulmón, con el apoyo de los padres y los entrenadores –señala-. Es una noticia muy triste y están todos con mucha pena, bronca e impotencia". También lamenta que los directivos aún no hayan reunido a los empleados del lugar para hablar sobre el tema. "Lo hablamos nosotros por lo bajo, pero todavía nadie puso la cara", relata.
El Club Náutico Arsenal Zárate fue fundado en 1964, en un predio a orillas del río Paraná donde antes había un arsenal militar y hoy tiene más de 4 mil socios. En sus instalaciones se puede practicar rugby, fútbol, hockey, bochas, tejo, volley, handball y patín artístico. Además, cuenta con una pileta que por estos días está llena de chicos que en dos turnos, mañana y tarde, concurren a la colonia "Arsenalito".
"Teníamos una fecha para arrancar la pretemporada pero después de lo que pasó hay que ver", comenta Axel Palavecino, un socio de 17 años que practica rugby allí desde el año pasado. "Me quedé impactado con la noticia, yo los conocía de vista pero no jugaban en mi misma categoría, y jamás pensé que podían hacer eso", dice sobre el grupo detenido en Villa Gesell. Tras su experiencia en otras disciplinas, como fútbol y atletismo, Palavecino dice que es en el rugby donde más aprendió: "El compañerismo, el respeto al rival, al árbitro, al entrenador, el sacrificio. Nunca tuve ningún problema y nunca vi ninguna actitud violenta de mis compañeros".
El sol pega fuerte cuando Daiana Sosa pasar a buscar a su hijo de 10 años que acaba de salir de la colonia de vacaciones. "Tengo una buena referencia de la institución y nunca he escuchado ninguna queja –dice, mientras apura el paso-. Preferiría que [a los acusados] los desvinculen para que el club, que no tiene nada que ver, no tenga conflictos".
Los colores que representan al Arsenal Zárate –azul, rojo, blanco- se repiten una y otra vez en arcos, postes y detalles varios a lo largo de la calle principal que comienza en la entrada y termina poco antes de las aguas del río, donde hay un sector con parrillas y mesitas entre numerosos árboles y una playa de arena con servicio de guardavidas. A mano derecha, se alarga un amarradero con salida directa al Paraná donde duermen la siesta una treintena de veleros. A mano izquierda, con el césped al ras pero vacías debido al receso estival, están las canchas de rugby donde los acusados solían entrenar. Apenas algunos teros y calandrias caminan ahora por esos lugares de verde impecable.
Y también Tomás, un adolescente de 14 años de las inferiores del club, quien, totalmente solo y con casi 40º de sensación térmica, empuja una máquina de entrenamiento de scrum, como lo hace de lunes a sábados, con el sueño de progresar lo suficiente como para llegar a primera. La noticia del crimen, dice, lo golpeó de lleno, porque conoce a la mayoría del grupo de los detenidos: "Nos saludábamos acá durante los entrenamientos, aunque ellos son de categorías más grandes. Cuando vi que estaban involucrados no lo podía creer. No los creía capaces de pegarle a alguien que está en el piso una patada en la cabeza", cuenta, conmovido.
Fanático del rugby pide, como los otros entrevistados, que no se "manche" un deporte por el accionar criminal de unos pocos: "El rugby para mí es todo lo que me enseñaron. Es mi casa y los muchos valores que aprendí acá desde los 9 años. Es una familia para mí y yo no le falto el respeto a nadie. Llevo la "tricolor" a donde vaya. Tengo cuatro camisetas y no las cambio por nada".
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