El asesinato de un colectivero. Móviles parados y pocos policías, la odisea de viajar durante la madrugada en el corazón de La Matanza
Desde hace un mes, después del homicidio aún impune de Daniel Barrientos, las líneas no se internan en el barrio Vernazza y los vecinos deben recorrer a pie casi diez cuadras hasta la ruta 3
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Desde el 3 de abril pasado, cuando su compañero Daniel Barrientos fue acribillado, los choferes de la línea 620 no ingresan en el barrio Vernazza. Por eso, los vecinos deben recorrer a pie casi diez cuadras hasta el cruce con la ruta 3 para poder tomar un colectivo que les permita llegar desde el kilómetro 42 hasta la avenida General Paz, en el límite entre La Matanza y la Capital.
A un mes del asesinato del conductor del interno 87, dos móviles enfrentados y separados por el ancho del pavimento, uno de la policía bonaerense y otro de la Municipalidad de La Matanza, custodian la esquina por la que no circula ningún colectivo.
A las 4.55, en la esquina de Bernardino Escribano y Cullen las luces del jardín de infantes siguen encendidas, igual que la madrugada en la que dos asaltantes hicieron señas en una parada para que se detuviera al colectivo que conducía Barrientos, según quedó registrado por una cámara de seguridad de una casa vecina.
Hace un mes, cuando los dos agresores que se hicieron pasar como pasajeros asaltaron a los ocupantes del colectivo y le dispararon un balazo al chofer Barrientos, no había móviles policiales en esa esquina.
A treinta días del asesinato que provocó una multitudinaria protesta de choferes que reclamaron seguridad, durante la que fue agredido el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, dos móviles que no recorren el barrio y que realizan una vigilancia pasiva, estática, custodian a los vecinos que salen a trabajar durante la madrugada.
Esas dos camionetas constituyen la única presencia policial dentro de los barrios situados al costado de la ruta 3, donde, en cinco años, fueron asesinados tres colectiveros: Daniel Barrientos, Pablo Flores y Leandro Alcaraz.
Durante una recorrida de madrugada realizada por LA NACION en los barrios Vernazza, donde asesinaron a Barrientos; San Javier y San Pedro, donde mataron a Flores y Alcaraz, respectivamente, los únicos móviles que se vieron en movimiento circulaban por la ruta 3.
De los diez patrulleros que este cronista cruzó, cuatro estaban estacionados en la estación de servicio de Molina y ruta 3, en el ingreso del barrio San Pedro, a quince cuadras del lugar en el que fue asesinado Alcaraz, cuando conducía un colectivo de la línea 620.
“Acá no entran más los colectivos. Desde que mataron al chofer de la línea 620, tenemos que caminar diez cuadras para poder tomar un transporte”, relató Manuel, un vecino que vive al fondo del barrio, donde termina el pavimento de la calle Bernardino Escribano.
En la esquina de Escribano y Padre Mujica se termina el asfalto y comienza la zona que los vecinos denominan “tierra de nadie”. En el mencionado cruce, finalizaba el recorrido del ramal Vernazza de la línea 620.
El ataque a Barrientos
La madrugada que lo mataron, Barrientos había tomado el servicio en la cabecera de la línea, situada en el kilómetro 42 de la ruta 3, recorrió el tramo hasta el cruce con Bernardino Escribano, se dirigió hasta el final del pavimento y pasó por el Jardín de Infantes 1003.
Al llegar al cruce de Bernardino Escribano y Padre Mujica, Barrientos, al comando del interno 87, esperó a que subieran los primeros pasajeros, entre los que estaba un oficial de la Policía de la Ciudad que se dirigía a tomar servicio en el Cuartel Barracas del Departamento Orden Urbano. A este efectivo de la fuerza de seguridad porteña, que aún no llevaba uniforme, se sumaron Yamila y su pequeña hija, que tenían turno a las 6 en el hospital Paroissien, de La Matanza.
Barrientos volvió a pasar por el Jardín de Infantes 1003, situado en el cruce con Cullen. Allí, dos hombres le hicieron señas para que se detuviera. El conductor frenó la marcha del colectivo para que subieran. Tardó diez segundos en saber que eran asaltantes.
En cuanto abordaron el colectivo, los delincuentes sacaron sus armas y amenazaron a los pasajeros. La mujer que viajaba con su hija en el primer asiento entregó una mochila rosa y su celular. El resto de los pasajeros, entre los que estaba el policía vestido de civil, tampoco opusieron resistencia al robo.
Para evitar un enfrentamiento arriba del colectivo, el policía evitó identificarse como integrante de una fuerza de seguridad. Pero, sin que ninguna circunstancia lo ameritara, y sin que mediara provocación, uno de los asaltantes le disparó un balazo a Barrientos.
El conductor cayó hacia un costado, con la mitad del cuerpo en un parante del habitáculo y los brazos sobre el volante. A raíz del ataque, el policía modificó su actitud. Al mismo tiempo que los asaltantes saltaron del colectivo se identificó como miembro de una fuerza de seguridad, impartió la voz de alto y comenzó un tiroteo.
Hubo seis disparos en el colectivo y 13 en la calle. Dos cámaras de seguridad registraron el sangriento episodio. El dispositivo instalado en una casa situada en Cullen, grabó las detonaciones de los balazos. Fueron 19 disparos. Además, en las imágenes se captó el momento en el que, luego de los disparos, pasaron los dos delincuentes; uno de ellos con la mochila rosa que le robó a la pasajera que viajaba con su hija.
Sobre Cullen, a treinta metros de la escena del crimen, uno de los delincuentes descartó una pistola Beretta calibre .40. Cuando los policías hallaron el arma comprobaron que tenía 12 proyectiles. Los peritajes determinaron que no fue utilizada para matar a Barrientos.
Es, todavía, un “arma fantasma”. Había sido robada el 20 de enero pasado en Morón. Su número de serie A-22075-M, figuraba en el expediente 207091, que se instruyó a partir de la sustracción de la pistola. Hasta el momento, ninguno de los investigadores policiales o judiciales pudo determinar por qué los asesinos de Barrientos descartaron esa pistola y se llevaron el arma usada en el homicidio.
Un policía y una víctima inocente, hermanos
Al avanzar por la calle Bernardino Escribano hacia el fondo, frente a una plaza que también se utiliza como cancha de fútbol, un vecino advirtió a este cronista: “No vaya hasta la calle de tierra. Es peligroso. Ahí comienza la zona de los terrenos usurpados. Hace ocho meses comenzó la toma y la gente sigue en el lugar. En octubre llegó la policía. Los efectivos quisieron meterse para derrumbar las casillas en las que vendían droga y mataron a un inocente, al que confundieron con un ‘transa’, pero no tenía nada que ver. Era un laburante”, concluyó el vecino, mientras los ocupantes de un Ford Taunus modelo ‘80 observaban con atención los movimientos de este periodista que, pasadas las 5, intentaba obtener algún testimonio de los habitantes del barrio que salían a trabajar.
El homicidio al que se refería el vecino ocurrió el 31 de octubre pasado. La víctima inocente fue identificada como Esteban Bellido, de 39 años, padre de dos hijos y hermano de Carlos Martín Bellido, el oficial porteño que hace un mes se tiroteó con los asesinos del colectivero Barrientos en el mismo barrio. Trabajaba en una distribuidora de bebidas situada en la ruta 3. Por ese crimen, ocurrido en el cruce de Padre Mujica y Bernardino Escribano, fueron apresados 11 efectivos de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI) de la policía bonaerense.
La toma a la que hacía referencia el vecino ocupa una lonja que se extiende desde el final de pavimento hasta la orilla del río Matanza. Hasta ahí llegaba el ramal Vernazza de la línea 620; allí, la policía no ingresa. La última vez que los uniformados intentaron hacer acto de presencia, asesinaron a un inocente.
Después de matar a Barrientos, los asaltantes abordaron el mismo Fiat Siena en el que habían llegado a la parada y huyeron. Abandonaron el barrio Vernazza, tomaron por la ruta 3 hasta el barrio Esperanza y, en la esquina de Fortín Yunca y Guanabara incendiaron el vehículo.
El sector en el que los agresores abordaron un Chevrolet Corsa y se descartaron del Fiat Siena, queda en el centro del triángulo formado por la ruta 3, la autopista Presidente Perón y la vera del río Matanza.
Durante la recorrida realizada por LA NACION se pudo determinar que el extenso descampado que separa al barrio Vernazza de los de Tizón y Esperanza obligó a los asesinos a tener que hacer un rodeo que los llevó a circular por la colectora de la ruta 3 para llegar al lugar elegido para descartar el Fiat Siena usado en el crimen.
Después de pasar tres semanas detenidos, los primeros acusados por el homicidio de Barrientos, que fueron identificados como Alex y Gabriel Barone, fueron excarcelados, aunque siguen vinculados con la investigación.
Antes de decidir que no pediría la prisión preventiva para ambos primos, el fiscal Gastón Duplaá, tuvo en cuenta dos peritajes: el barrido electrónico que determinó que ninguno de los acusados había disparado un arma y el estudio balístico que estableció que la pistola calibre .40 hallada a treinta metros de la escena del crimen no fue usada para matar al colectivero.
Sin embargo, debido a que ambos sospechosos habían sido identificados por una pasajera como los autores del robo, el representante del Ministerio Público de La Matanza resolvió no apartarlos definitivamente del expediente, ante la posibilidad de que aparezcan nuevas pruebas.
Barrios abandonados
El panorama en la esquina de Bueras y Concordia, frente a la plaza del barrio San Pedro, donde en abril de 2018 asesinaron a Leandro Alcaraz, también chofer de la línea 620, contrasta con el lugar en el que mataron a su compañero Barrientos.
Ayer, a las 6.15, no había ningún policía. Los móviles estaban a más de quince cuadras, en la estación de servicio de ruta 3 y Molina, en uno de los ingresos del barrio, y no circulaban. Al igual que ocurrió el 15 de abril de 2018, cuando asesinaron a Alcaraz, cinco años después tampoco había seguridad en la zona.
Tampoco se vieron móviles en el trayecto hasta la esquina de Bacigalupi y San Javier, en el kilómetro 37 de la ruta 3. Allí, el 2 de octubre de 2020 fue asesinado Pablo Flores, chofer de la línea 218.
Este cronista comenzó la recorrida de más de 90 kilómetros por La Matanza en Mosconi y General Paz, siguió por la ruta 3 desde el cruce con Brandsen. Al llegar al hospital Néstor Kirchner, que todavía no fue inaugurado, se pudo ver el primer móvil policial: se dirigía al Comando de Patrullas Sur, de La Matanza, a 300 metros del centro de salud.
También había móviles apostados en los cruces de la ruta 3 y Achupallas, la ruta 21 –donde funciona el centro de trasbordo de colectivos– y el ferrocarril Belgrano Sur. En la intersección de la colectora de la ruta 3 y Comercio se podía observar un control a cargo de efectivos de la Policía Federal. Pero, el servicio de la fuerza federal de seguridad terminó a las 6 y no fue reemplazado.
A diferencia de lo que ocurrió al día siguiente del homicidio de Barrientos, cuando en el trayecto de casi 50 kilómetros por el Camino de Cintura, avenida Crovara, Cristianía, los barrios San Alberto, 20 de Junio, Villegas, Ciudad Evita, avenida Central, Puerta de Hierro, San Petesburgo, Isidro Casanova, San Justo y Lomas del Mirador no se observó presencia policial, durante la recorrida de ayer se pudo advertir que había móviles, pero solo en las zonas comerciales.
A excepción de los dos móviles enfrentados y estáticos, estacionados en la esquina en la que mataron al chofer Barrientos, los habitantes de los barrios repartidos en los 325 kilómetros cuadrados de La Matanza siguen abandonados a su suerte. A la madrugada, en la calle, son héroes bajo el acecho del delito.
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