Moreno, un distrito en el que la violencia y el delito atraviesan todas las clases sociales
En cuestión de horas, a principios de mes, mataron a un gendarme y a un comisario bonaerense en sendos robos; los vecinos señalan la incidencia del consumo de drogas y del raterismo
En Moreno, la violencia y la inseguridad atraviesan todas las clases sociales y anidan tanto en zonas urbanizadas como en parajes más desolados. Allí, en las últimas semanas, fueron asesinados dos miembros de las fuerzas de seguridad.
A Pablo Quiroga, sargento 1º de la Gendarmería, lo fusilaron para robarle cuando caminaba hacia la parada del colectivo en Villa Anita. Y Carlos Leonardo Valdez, comisario inspector de la policía bonaerense, murió horas después en un enfrentamiento que se desencadenó en el corazón de un peligroso barrio llamado San Carlos, cuando delincuentes intentaron robarle el auto.
Ambos homicidios revelan que en Moreno la violencia criminal es un drama cotidiano, estructural y severo; los asaltos y los homicidios se han transformado en un problema que golpea con fuerza a todas las clases sociales, porque mientras en Villa Anita se observan casas grandes y quintas cercadas con jardines y cuidadas flores, en San Carlos hay esquinas repletas de basura, viviendas grises y mucha droga en las calles.
En la estadística oficial de homicidios de 2017, últimos datos divulgados, Moreno aparece como el municipio más peligroso del conurbano, con una tasa de 10,3 asesinatos cada 100.000 habitantes. Esa proporción de muertes violentas lo coloca solo por debajo de Orán (tasa de 17,3), Santa Fe (13,2) y Rosario (12,1).
El comisario inspector Valdez murió a las cuatro de la mañana del sábado 1º de junio. Dos tiros en el estómago segaron su vida. Horas antes, cerca de la medianoche del viernes y mientras visitaba a su novia en San Carlos, puntualmente sobre la calle Juan de la Cierva entre Canadá y Tablada, un grupo de delincuentes intentó robar un Ford Focus; el policía se resistió a los tiros con su pistola reglamentaria Bersa Thunder.
Cámaras de seguridad aportaron las pistas para dar con los presuntos asesinos, dos adolescentes de 15 y 17 años apodados Tamby y Pocho. Fueron detenidos efectivos de la DDI y la Jefatura Departamental de Moreno. En los allanamientos se habría encontrado el arma usada en el ataque al comisario.
La esquina donde mataron a Valdez está a metros de un descampado inmenso, límite natural entre distintos asentamientos de la zona. Allí, las calles son de tierra; las madres, atentas, pero sin temor, esperan en la puerta de los almacenes que lleguen el transporte público o sus maridos en una moto desvencijada, y el viento trae cada tanto el olor de la marihuana que adolescentes fuman mientras caminan en grupo.
Drogas y ataques
Durante una recorrida de LA NACION por la peligrosa zona donde murió Valdez, al menos una decena de vecinos confirmaron que allí las apremiantes necesidades económicas se traducen en, al menos, tres fenómenos dolorosos: la proliferación de focos de venta de droga, los robos en las humildes casas protagonizados por rateros que viven en el barrio y, de tanto en tanto, violentos homicidios que riegan con sangre el ripio de esta zona frágil. Denunciaron, además, que no hay presencia policial en el barrio.
"Yo tenía miedo cuando tomé la decisión de abrir un local en San Carlos. Para mí, es un riesgo constante. Sufrí dos robos en seis meses. Veo muchas personas metidas en el consumo o en la venta de drogas, y las drogas vuelven a la gente más violenta, más peligrosa. Pero no tengo opción, no tengo adónde ir, así que solo me queda mirar hacia adelante y trabajar por mi hija", dijo Sergio, un comerciante del barrio, al que llegó porque parte de su familia vive allí desde hace más de 20 años.
Otra vecina de la zona, que pidió mantener su nombre bajo reserva, confirmó a LA NACION que en San Carlos, muy cerca de otros barrios, como Satélite o Las Catonas, es constante la presencia de motochorros que, con armas de fuego, actúan en las calles tras la caída del sol.
La falta de alumbrado público y los descampados convierten la zona en un escenario clave para rápidas fugas. En este barrio es notoria la presencia de jóvenes desempleados que deambulan por las esquinas, en las que también suelen sentarse para "ver pasar el tiempo" y hacer comentarios sobre las motos sin patente que corren a toda velocidad delante de ellos.
Con respecto al punto exacto donde Valdez murió, en cuanto pasó el crimen los vecinos retomaron sus rutinas; durante la recorrida de LA NACION se los vio tomando mate en la vereda y arreglando o lavando sus autos. En medio de la calle Juan de la Cierva hay una deteriorada plazoleta con bancos viejos. Cerca del mediodía, jóvenes que parecen no tener ningún trabajo formal caminan hacia una canchita de fútbol, los chicos corren por las veredas, los colectivos pasan repletos. Nada indica que justo allí una persona fue fusilada.
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