POSADAS.- Con apenas un fallecido y 28 afectados, Misiones es una de las provincias menos afectadas por el coronavirus. Sin embargo, el peligro acecha.
"La frontera con Brasil es un colador, el río Uruguay está muy bajo y se puede cruzar casi caminando", dijo a LA NACION hace 15 días el gobernador de Misiones, Oscar Herrera Ahuad.
El único muerto por Covid-19 en la provincia es un camionero de 63 años que entró por la localidad de Bernardo de Irigoyen. Venía de San Pablo con un cargamento. Traía frutas y el coronavirus. Su caso es simbólico del principal riesgo de Misiones: Brasil.
La Argentina tiene 1261 kilómetros de frontera con Brasil, el segundo país con más casos de contagio del mundo (514.992) y el cuarto con más víctimas fatales (29.341) por Covid-19, según los datos de la OMS al 1° de junio.
Herrera Ahuad, un médico pediatra que enfrentó el dengue como ministro de Salud en la peor epidemia que azotó al país en 2015-2016, sobrevoló en helicóptero la frontera. El vuelo le sirvió para confirmar una sospecha: en tiempos donde no puede entrar nadie, está más fácil que nunca ingresar ilegalmente a la Argentina.
El virus obligó al país a medidas jamás vistas en la historia: paralizar los vuelos internacionales y de cabotaje desde hace casi 90 días, cerrar las fronteras y dejar varados a miles de Argentinos en todo el mundo. Sin contar a los compatriotas varados en otros lugares del país que todavía no pudieron regresar a sus hogares.
Pero el gran talón de Aquiles para la Argentina, que ostenta una de las cuarentenas más larga del mundo, es un pequeño tramo de tierra de 24.5 kilómetros donde no hay ningún río, ni siquiera un arroyo o una montaña, que separe a los dos países más grandes de Sudamérica.
Alerta máxima
Todo el esfuerzo se puede escurrir por esa "delgada línea roja" que divide Brasil y la Argentina. "No podemos relajarnos ni un minuto", explicó a LA NACION Herrera Ahuad, que arrancó su carrera como médico hace 20 años, cuando le pidieron que se hiciera cargo de un hospital en uno de los pueblos de esa zona fronteriza: San Pedro. Un lugar donde la pobreza y las necesidades apremian.
Desde que comenzó la crisis y Brasil se perfiló como el país más peligroso, las autoridades misioneras llamaron la atención a la Casa Rosada sobre la necesidad de reforzar destacamentos de Gendarmería y Prefectura, además de enviar sus propios refuerzos con la policía local. Herrera Ahuad incluso conversó con Agustín Rossi la posibilidad de utilizar destacamentos del Ejército para las tareas de control fronterizo, aunque el tema no avanzó más allá de una evaluación.
Ríos y 24 kilómetros de frontera seca
La Argentina está dividida por Brasil principalmente por el río Uruguay, que desemboca en el Delta del Tigre y se extiende hasta los Saltos del Moconá, donde el cauce tuerce a la derecha y se adentra en Brasil. Otros ríos que separan a Misiones de Brasil son el Iguazú, que nace en el Paraná, el San Antonio y el río Pepirí Guazú.
En esta época del año, algunos de ellos son apenas hilos de agua que se pueden cruzar con la misma dificultad con la que se cruza un arroyo de caudal medio en las sierras cordobesas, saltando de piedra en piedra.
Sin embargo, lo más sensible de la frontera entre Brasil y la Argentina no es ninguno de estos cursos fluviales, que desde siempre fueron cruzados en bote por vecinos que van de compras o a buscar atención médica, parientes que se visitan, contrabandistas de todas las variedades -en uno u otro sentido-, y cazadores furtivos, especialmente brasileños.
Lo más sensible es una de las pocas fronteras secas que tiene la Argentina con un país limítrofe, donde no hay absolutamente nada que lo separe de su vecino. Con un agravante: lejos de ser una zona despoblada como la Puna jujeña, se trata de un pequeño trecho bien poblado de habitantes que casi son mitad argentinos y mitad brasileños. Salvo cuando el fútbol se interpone entre ambos.
Y el epicentro de esa franja es la localidad de Bernardo de Irigoyen. Con 6.500 habitantes, ese pueblo que el año próximo cumple cien años jamás atravesó en su vida una situación como la que le toca vivir ahora.
Irigoyen y la localidad de Dionisio Cerqueira, como se llama del lado brasileño, forman, en rigor, un único aglomerado urbano, prácticamente una única ciudad. Algo que no tiene comparación en ninguna otra zona fronteriza de la Argentina, donde puede haber ciudades vecinas pero no tan integradas. Además, pegada a Cerqueria está la ciudad de Barracón.
La llamada "frontera" internacional es un boulevard de 6 kilómetros que tiene a ambos lados una calle –una argentina y la otra brasileña- y, naturalmente, se puede cruzar sin ningún tipo de inconvenientes en tiempos normales. No hay necesidad de realizar trámites aduaneros o migratorios.
La Aduana y el control de Migraciones están en el comienzo de ese corredor y son utilizados cuando un vecino se traslada hacia el interior de Brasil, o un brasileño al interior de Misiones. O bien por los pasajeros en tránsito. Por ejemplo, los argentinos que van desde diciembre a veranear a las playas del sur de Brasil y pasan por allí.
La vida de las dos localidades está tan entrelazada que muchos argentinos van al gimnasio, o trabajan, del lado brasileño y por supuesto, van a realizar las compras, sobre todo en las épocas que el cambio favorece. "Muchos tienen parientes del otro lado, o se casaron con un argentino o argentina o tienen la doble nacionalidad", explica Fernández.
Desde que arrancó la cuarentena, le llevó varias semanas a la Gendarmería hacerles entender a los vecinos que las fronteras estaban cerradas y ya no se podía pasar. "Hicimos muchos sumarios, demoramos gente. Después, con el paso del tiempo, se fueron acostumbrando", explicó un uniformado a LA NACION.
"Acá además de lidiar con el Covid, hay que trabajar contra la idiosincrancia de la gente, al principio costó un poco, pero ahora la gente se cuida mucho", explicó Guillermo Fernández, el intendente de la localidad.
Fernández detalló también que, además, Irigoyen no sólo limita con Brasil, sino que justo enfrente está la linea que divide dos de los estados más importantes del vecino país: Barracón pertence al estado de Paraná y Cerqueria al estado de Santa Catarina. "Son dos países y tres estados, Misiones, Paraná y Santa Catarina", señaló.
Cerqueira por ahora no tiene casos y Barracón ya le dio de alta a los tres contagiados. "Sin embargo, en un área de 100 kilómetros ellos tienen ciudades bien grandes, como Chapecó, donde hay muchos infectados".
Como el Muro de Berlín
Como si fuera el Muro de Berlín, de la noche a la mañana los gendarmes se tuvieron que apostar separados por 300 o 500 metros para controlar esos seis kilómetros del boulevard que divide a dos mitades de una misma ciudad. Los primeros 1.000 metros son un coqueto lago artificial con dos puentecitos y unos jardines de pasto bien cuidado, que conforman el llamado Parque de la Integración. "Ahí es fácil el control porque se puede cruzar sólo por dos puentes", señalan.
Para el resto, como si fuera Berlín en agosto de 1961, cuando el muro se levantó de apuro, los gendarmes se apostaron cada 500 metros aproximadamente, de manera que siempre uno tiene en su visual al siguiente efectivo. Casi como en la capital alemana, con la diferencia de que en lugar de torretas fuertemente armadas acá hay gazebos que se pusieron para cubrir del fuerte sol o la lluvia. Nunca antes en los 99 años de historia del pueblo la Gendarmería tuvo que establecer semejantes controles en esas zonas de la ciudad.
Una parte de la localidad, denominada Barrio Obrero, es una lengua de casas que perfora esa línea imaginaria de la frontera. Como Irigoyen es considerado el punto más oriental de la Argentina, la casa que está en el extremo de ese barrio puede considerarse con toda justicia el punto más al este en el que se puede parar una persona, sin salir del país.
Colaboración de la policía
La Policía de la Provincia de Misiones está prestando colaboración con la Gendarmería, patrullando ese boulevard de seis kilómetros y con apoyo en otros puntos, en especial en la localidad de San Antonio, el extremo de ese corredor de casi 25 kilómetros de frontera seca. A partir de allí arranca el río homónimo, prácticamente un arroyo.
Sin embargo, entre medio de ambas localidades hay una franja de casi 20 kilómetros. En el mapa es apenas un puntito. Pero en tiempos en que el país se convirtió en un espacio donde nadie puede entrar -y mucho menos de Brasil-, esos 20 kilómetros se hacen enormes. Un verdadero colador, como dijo el gobernador.
¿Qué hay en esos 20 kilómetros? Básicamente chacras, es decir, pequeños campos. "Hay chacras que están mitad en el lado argentino y mitad en el lado brasileño", señaló a LA NACION un policía que recorre la zona desde hace cinco años.
San Antonio-Santo Antonio
"Es imposible controlar los pasos clandestinos por los 15 kilómetros de frontera", explican en ambos lados del río San Antonio. Ese hilo de agua se puede atravesar saltando, donde el lecho es pedregoso, o bien atravesando tablones. Divide a la localidad argentina de San Antonio (7.000 habitantes), con la próspera localidad brasileña de Santo Antonio (25.000).
Cientos de argentinos lo cruzan todos los días para trabajar en las industrias textiles del lado brasileño. "También hay personal doméstico argentino que trabaja en casas brasileñas y gente que trabaja en comercio, el cambio favorece mucho trabajar del otro lado", explicó a LA NACION el intendente de San Antonio, Fausto Rojas.
"Muchos cruzan en forma clandestina para cumplir con sus tareas laborales", admitió Rojas. Sin embargo, el intendente afirmó que, a medida que pasan los días de cuarentena, la gente va tomando cada vez más conciencia de que no se puede cruzar. "No hay mal que por bien no venga, ahora la gente del pueblo va a comprar menos a Brasil y la plata queda acá", reflexionó.
Rojas explicó que apenas arrancó el cierre de fronteras, muchos vecinos de San Antonio alquilaron departamentos del otro lado para seguir trabajando. "Dejaron a sus familias y se fueron a vivir temporalmente allá".
Es tal la interrelación que en estos dos pares de ciudades (Irigoyen-Cerqueira y San Antonio-Santo Antonio) hay sendos proyectos conjuntos presentados a las autoridades estaduales de cada país. Quieren hacer de esos dos conglomerados urbanos una zona aduanera especial donde la gente pueda comerciar y transitar sin necesidad de hacer aduana o trámites migratorios. Básicamente, lo que muchos realizaban de manera informal, hasta la aparición del Covid-19.
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