"Me defendí y estoy viva para contarlo", dice una joven que mató a su expareja en Paraguay y pide asilo en la Argentina
Idalina Gamarra es una joven paraguaya que vive una vida que nunca deseó tras haberse defendido del violento ataque, uno más, de quien había sido su pareja. Tuvo que dejar la tierra natal y a su hijo para buscar resguardo en la Argentina. Estuvo un par de años detenida en la cárcel de Ezeiza hasta que quedó libre, pero su autonomía es acotada. Al salir de su casa no debe olvidar llevar su pulsera electrónica. Hace cuatro años y medio, cuando aún vivía en Paraguay, la mujer se defendió de su exnovio, que la amenazaba con un cuchillo. Tras enfrentarse, lo hirió de muerte. "Me defendí y hoy estoy viva para contar mi historia", dice, mientras aguarda ansiosa que el Estado argentino le otorgue el asilo y la pesadilla finalmente se termine.
Gamarra no ve la hora de que llegue el final de este tramo dramático de su historia. Quiere, de una vez por todas, disfrutar de una vida libre que le permita seguir adelante. Ansiosa, la mujer aguarda que el Estado argentino le conceda el refugio formal en el país, una medida que suspendería el pedido de extradición de Paraguay. Allí sería juzgada por el homicidio, pero existen muchas posibilidades, de acuerdo a la información recabada hasta ahora por la defensa de la joven, de que su caso no sea considerado con perspectiva de género, que no se tenga en cuenta el contexto de violencia en el que sucedió el hecho.
En 2014, Idalina conoció a Adrián Benítez. "Al principio, todo era color de rosa", recuerda la joven, que hoy tiene 29 años. Sin embargo, los sueños de amor se esfumaron rápidamente cuando él comenzó a volverse violento. Primero fueron insultos. Luego, un empujón, y otro más, y otro más... "Tenía cada vez más miedo", relata, y su voz se vuelve más endeble al evocar esas imágenes, esos recuerdos. Fueron dos años y medio en los que la violencia se le hizo piel; Idalina no sabía a quién recurrir para pedir ayuda.
Una escalada de violencia
A fines de abril de 2016, tomó coraje y le dijo a su novio que daba por terminada la relación. La joven cuenta que "se agravó el problema" porque Benítez se tornó más violento, incluso con él mismo. "No me daban ganas de seguir viviendo; solo lo hacía por mi hijo", cuenta Gamarra a LA NACION. El pequeño Alan tenía entonces siete años. El agresor vaticinó lo que le podría ocurrir a ella. "Te voy a clavar un cuchillo delante de tu hijo", la amenazó una vez.
Ella dijo "basta". No iba a permitir que Benítez la siguiera golpeando, que le continuara revisando el teléfono celular, que no la dejara trabajar en su peluquería por celos de vaya a saber qué. Bien temprano la mañana del 10 de mayo de 2016, y tras sufrir una paliza durante varias horas, Idalina forcejeó con el hombre luego de que él tomara un cuchillo de la cocina. No recuerda cómo fue, pero logró arrebatárselo y lo hirió. En medio de esa crisis notó que ella también tenía sangre en su cabeza y que su cuerpo estaba cubierto de moretones y arañazos.
Línea 144: atención, contención y asesoramiento en situaciones de violencia de género. Por WhatsApp: 1127716463.
Con la ayuda de un familiar, Gamarra llevó a Benítez hasta el hospital, pero él no logró sobrevivir. Para cuando ocurrió ese desenlace, Idalina ya no estaba en su casa. El miedo a posibles represalias de los familiares del hombre la empujaron a tomar una fuerte decisión: emigrar rápidamente a la Argentina donde dos tías le darían resguardo. Su hijo, en tanto, se quedó en Ciudad del Este, Paraguay, con su padre. "No me quedaba otra salida. Una mujer en el hospital me dijo eso, que me fuera porque la policía me iba a buscar", recuerda.
Pedido de refugio en Argentina
Unos pocos días estuvo Gamarra junto a sus familiares en Argentina hasta que la Organización Internacional de Policía Criminal (Interpol) la detuvo por pedido de la Justicia guaraní, que había requerido su captura. Una vez que se hizo efectivo el arresto, Paraguay formalizó la solicitud de extradición para juzgarla por homicidio doloso agravado. Frente a ese escenario, Idalina manifestó que temía por su vida si viajaba y solicitó asilo, pero la Comisión Nacional para los Refugiados (Co.Na.Re.) desestimó esa primera petición.
A fines del año pasado, la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, entonces a cargo de Claudio Avruj, apoyó la apelación que hizo la Defensoría General y entendió que correspondía reconocer la condición de refugiada de Idalina, explica a LA NACION Juan Hermida, que preside la Comisión para la Asistencia Integral y Protección al Refugiado y Peticionante de Refugio de la Defensoría General de la Nación. Actualmente, el caso se encuentra a consideración del Ministerio del Interior de la Nación.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) determina que, en casos como el de Idalina, se deben utilizar como parámetro las prácticas jurisprudenciales del país en el que se solicita asilo. Hermida agrega: "Si analizamos la jurisprudencia reciente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y sus tribunales inferiores podemos ver que los jueces aplican la figura de la legítima defensa en estos casos: los de mujeres que, en contextos de violencia de género intrafamiliar, intentan repeler una grave agresión de su pareja que pone en peligro sus vidas, con el único medio que tienen a mano en ese momento. La respuesta acorde con esos estándares no es otra que la absolución".
"No se pretende utilizar el refugio para evitar que un delito sea castigado. Por el contrario, aquí no hubo delito alguno: para nuestros jueces, defenderse para evitar el femicidio está justificado y no configura una acción antijurídica. No obstante, la opción de ser juzgada en la Argentina no está contemplada en el Tratado de Extradición suscripto con la República del Paraguay", agrega el letrado.
En paralelo al pedido de refugio llevado adelante por la Defensoría General se inició un segundo expediente, a cargo de la Defensoría General de Quilmes, por el trámite de juicio de extradición que se radicó en el juzgado federal de ese distrito, a cargo de Luis Armella, quien debe resolver si concede la extradición. El planteo de la defensa es que en Paraguay no están dadas las condiciones para que Idalina sea juzgada con una perspectiva de género. Ante el rechazo del magistrado para incorporar las pruebas presentadas por la Defensoría, relativas al tratamiento de las cuestiones de género en Paraguay, se alzó un recurso de apelación ante la Corte que aún no fue resuelto, explicaron las fuentes consultadas.
"Necesito un poco de paz"
Durante dos años y medio, la joven estuvo alojada en el Complejo de Mujeres de la Unidad Penitenciaria de Ezeiza hasta que la Justicia le otorgó primero la prisión domiciliaria y luego, once meses después, la libertad provisional.
Pero Idalina no es libre del todo. Hasta tanto se resuelva su situación, la mujer debe usar un instrumento de localización geográfica cada vez que sale del inmueble donde una amiga y sus hijos la recibieron con los brazos abiertos. "Más de 24 horas no puedo estar fuera de mi casa", cuenta, compungida. "Si bien estoy libre, no es suficiente como mujer", agrega.
El cuerpo de Idalina ya no tiene golpes ni otras marcas de violencia, pero los brotes que experimenta en su piel le recuerdan que sigue clamando justicia por ella. Gamarra quiere ser aceptada como refugiada en la Argentina, lo que le permitirá ver caer el pedido de extradición de la Justicia de Paraguay para ser juzgada en ese país.
Mientras aguarda, expectante, Idalina intenta retomar una nueva vida. Está terminando de cursar la secundaria y deja espacio para adquirir más conocimientos en un curso de filosofía. A su vez, pasa el tiempo como asesora de género en una cooperativa que colabora con mujeres que salieron de un contexto de encierro y que buscan otra oportunidad, como ella. Mantenerse ocupada la aleja un poco del dolor que siente por no tener a su hijo a su lado. "Necesito un poco de paz. Solo me defendí y gracias a eso, a diferencia de otras víctimas, puedo contarlo", reflexiona, y las lágrimas resbalan por sus mejillas.
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