"Mataron al mejor de nosotros". Así despidieron a Joaquín, el chico asesinado por policías en Córdoba
CÓRDOBA. El pueblo parece más chico, más chato y más desolado que nunca. Allí en Paso Viejo, donde viven unas mil personas, 400 fueron al cementerio a despedir a Joaquín Paredes, el chico de 15 años que murió ayer, arrasada su vida por una bala policial. "Mataron al mejor de nosotros", repetían sus amigos y compañeros. El 2 de noviembre hubiese cumplido 16; cursaba el tercer año en el IPEA 306, "Amadeo Sabattini", y trabajaba en la cosecha de papas, típica labor en esta zona del norte provincial. "Hoy todos somos Joaquín", dijo, entre lágrimas, Daiana Reinoso, quien fuera su maestra.
La historia de Joaquín tiene puntos en común con la de Valentino Blas Correas, el joven de 17 años que hace poco más de dos meses fue asesinado por un policía en esta capital, en un eventual caso de "gatillo fácil", baleado cuando iba en un auto con cuatro amigos. También Joaquín había estado comiendo unas pizzas con unos amigos en una casa y, a la salida, ya de madrugada, siguieron la juntada en la plaza del pueblo "tomando vino y escuchando música". En plena diversión encontró la muerte.
Por su asesinato hay cinco policías detenidos y acusados de homicidio agravado por el uso de arma de fuego y por su condición de uniformados, y por lesiones graves contra otros dos jóvenes que estaban con Joaquín en la juntada. La fiscal Fabiana Pocchettino, a cargo de la causa, sostuvo que el disparo letal provino de un arma reglamentaria y alcanzó a Paredes por la espalda. Fuentes de la investigación confirmaron a LA NACION que los jóvenes no tenían armas.
Joaquín soñaba con jugar al fútbol y a comienzos de año había decidido viajar a la ciudad de Córdoba con sus padres para probarse en las inferiores de un equipo. Sus amigos dicen que era talentoso; en Cruz del Eje lo querían todos los clubes; era hincha de Belgrano. Como extrañaba el pueblo, y por la pandemia del Covid-19, regresó a Paso Viejo.
A Soledad, su mamá, hacía varios meses que no la veía. Se reencontraron ayer, pero Joaquín ya estaba en la morgue. Ella –como todo el resto– pide justicia. Es lo que le dice a LA NACION mientras está en la casa de su padre, Esteban, el abuelo al que su hijo también llamaba "papá". Está también el tío abuelo del adolescente, Manuel. Los dos son policías retirados. El crimen les duele el doble: por Joaquín, claro, pero también porque quienes segaron su vida portaban, como ellos lo hicieron alguna vez, el uniforme de la fuerza.
"Por más que hagan justicia con estos policías –a los que no les puedo decir que sean policías, porque no cumplen con lo que se debe– a Joaquín no lo van a levantar más del cementerio", afirma Manuel Paredes. Mientras la familia sigue llorando en la casa, en la plaza se congregan los amigos de Joaquín. Tratan de entender qué pasó. Al cementerio fueron Jorge Navarro, de 18 años, y Braian Villagra, de 15, heridos en el episodio mortal detrás del dispensario de Paso Viejo.
Los hechos, en debate
El parte policial del domingo indica que había unos 20 jóvenes "ocasionando disturbios" y que los efectivos realizaron disparos de arma de fuego al aire "al verse superados en número por los agresores". Señala el texto que los agentes les pidieron que se fueran, pero que "la multitud se abalanzó" sobre ellos y arrojaba "golpes de puño, pedradas y objetos contundentes, por lo que el personal policial, al ser lesionado, repelió dicha acción con disparos de armas de fuego de pistola y escopeta provista".
Varios de los jóvenes que estaban en la madrugada de ayer en la plaza hablaron hoy. Dijeron que estaban con música y que estaban tomando, pero que no agredieron a la policía. Afirmaron que del patrullero se bajaron "como locos, gritando y guapeando".
"Uno se puso loco y disparó", contó uno de los testigos. Admitieron que cuando vieron a Joaquín herido y en el dispensario no los quisieron atender, ahí sí reaccionaron.
"Vimos que estaba morado, que sangraba, y la enfermera del dispensario se escondía. No abría –relató uno de los jóvenes–. Había vecinos que salían y gritaban que nos pegaran, que no jodiéramos. Eran muchas las balas".
Los policías detenidos y acusados son Maykel Mercedes López, de 24 años; Enzo Ricardo Alvarado, de 28; Iván Alexis Luna; de 25; Ronald Nicolás Fernández Aliendro, de 26, y el sargento Jorge Luis Gómez, de 33. La fiscal no descarta que haya más imputaciones y arrestos.
Algunos de los jóvenes que estaban en el lugar dicen que los agentes parecían "borrachos"; el tío abuelo de Joaquín tiene la versión de que habían comprado cuatro cajas de vino y dos gaseosas. Él mismo está averiguando dónde. También fue él quien, al llegar al lugar desde Villa de Soto, donde vive, encontró cuatro vainas servidas y un cargador, al lado del teléfono celular de Joaquín.
"Fui policía durante 25 años: ¿Cómo estos van a ser policías? ¿Cómo en unos meses van a aprender a manejar armas? ¿Cómo van a maltratar y disparar? Hay otras formas de controlar", describe Manuel Paredes. Agrega que se le acercó un nene de unos 6 años y le preguntó: "¿Vos encontraste eso?, pero yo en mi casa tengo más". Le trajo unas 30 vainas servidas. "Imagínense, podría haber sido mucho peor", graficó.
Dolor y despedida
Fue Manuel Paredes quien lo recibió a Joaquín en la ambulancia en Villa de Soto, que está a 20 kilómetros. "Le levanté la camiseta y en el pecho tenía el 'lombote'; la bala le había entrado por la espalda". Uno de los policías detenidos e imputados es conocido de la familia Paredes; el abuelo del chico asesinado le había prestado la cartuchera y el cinturón para que rindiera el examen de ingreso. "No pueden actuar así, no pueden andar a los balazos", insiste Manuel Paredes ante LA NACION.
Por el Covid-19, la guardia de la madrugada del domingo no era la habitual en la comisaría del pueblo: solo dos de los cinco policías arrestados son de ahí; el resto, de las zonas aledañas. Marisa Alvarado, hermana del detenido Enzo Alvarado rechaza que el crimen del chico haya sido un caso de "gatillo fácil". Dice que los agentes dispararon porque "hubo represión de la otra parte contra la policía". Pide que se "esclarezca" el hecho. "Por Joaquín y por mi hermano y sus compañeros, para que no los señalen injustamente", sostuvo.
Pidió que el gobierno "sepa" lo que "se vive en los pueblos. Hay mucha delincuencia, drogas. Esto ya se estaba escapando de la mano de las autoridades, y cuando la policía no actuaba siempre se le reclamaba, y cuando actuó, lamentablemente hay lamentar la vida de una persona, pero cuando actuó también se está señalando a la policía".
El jefe comunal, Darío Heredia, admite que el pueblo está "dividido" porque la familia de la víctima y de algunos de los detenidos viven a pocas cuadras. Acompañó a los Paredes "porque hay que estar en el lugar de ellos, perdiendo un hijo de esa manera. No hay palabras ni condolencias para fortalecer a esa familia". Insiste con que los policías "nunca deberían haber tirado" y concluye: "No sé qué le pasó a ese muchacho".
Por orden del gobernador, Juan Schiaretti, el ministro de Justicia, Julián López, habló con la familia Paredes. El titular de la cartera de Seguridad, Alfonso Mosquera, afirmó que está a disposición de la Justicia para "esclarecer todo este episodio" y para que quienes resulten responsables asuman la responsabilidad penal que les corresponde. "Que no quepa ninguna duda de que si las circunstancias lo ameritan, nadie dudará en hacer los cambios necesarios".
Mosquera sostiene que hay una nueva guía de actuación policial que se elaboró después del crimen de Blas Correas"sobre la base de protocolo de uso racional de la fuerza que tiene Canadá, que es uno de los más modernos del mundo".
"A Joaquín lo mató la policía: 15 años y toda una vida por delante", gritan las hojas fotocopiadas con la foto del chico, con su remera escolar y una mochila. Las llevaban la mayoría de los que fueron al cementerio a despedirlo. Están pegadas en Paso Viejo, ese pueblo donde casi nunca pasa nada. Hasta ahora, que un hecho terrible los arrasó.
"¿Qué razones tiene la muerte para instalarse entre nuestros jóvenes? Pedimos memoria, verdad y justicia. Que nadie vaya dejando balas en el camino. Un policía mató a un pibe y lo dejó tirado, y siguió tirando. Hoy todos somos Joaquín". Ese fue el rezo de Daiana Reinoso, la maestra de Joaquín.
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